El lobo
que acaricia
el borde de la luna
y salta al robledal
soy yo.
Enfurecido de rotura
dejo entrever mis colmillos
impúdicos sangrientos.
Aun caliente mi carrera
la revuelco en mi presa
de inocente pradera
de mirada agasajada.
Tus ojos
que no pertenecen a este mundo
apalean sin demora
mi halito brumoso
por volver a buscar presa
en la fresneda.
El lobo y la luna, el hombre y el amor. La vida es un claro, en lo más recóndito del bosque, donde se pierde la inocencia y se alcanza lo trascendental.
Me gustan este texto y el anterior de la luna también.
Un saludo.