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Crisis: Prologo

-Pensándolo mejor, creo que el mejor partido que podría tener alguien como yo es Diana.- Alex se dirigió a su acompañante quien estaba recostando en el césped:-Oye ¿Qué piensas tú, Kento?
Los dos jóvenes se encontraban sentados, en el pasto de un parque cercano a sus casas. Era una cálida tarde de diciembre a pesar de que el sol apenas se observaba en el horizonte. Al escuchar aquello, él segundo chico ligeramente más alto que el primero y del cabello castaño muy oscuro, se reincorporo mirando al de la pregunta:
-No me importa, no es mi asunto.- Dicho esto el chico volvió a recostarse, pero sin antes replicarle:-¿Cómo piensas tener algo con ella, si solo son amigos? Resuelve eso y ahí hablamos.- Ante esto, en modo de respuesta el otro puso una cara pensativa y ya hablándose así mismo contesto:
-Se me ha presentado un pequeño problema…- Se quedo en silencio tan solo un momento para reanudar la conversación raudamente:-Oye, hablando de otro tema ¿Iras al paseo del curso?- Ahora su rostro denotaba algo de ansiedad en la respuesta.
-Hummm posiblemente…- En este punto el chico se levanta y ve algo que le llama la atención y grita:-¡Oye Diana! ¡Ven para acá ahora!
Lo que le había llamado la atención a Kento era una chica que tenía su misma edad y por cierto muy bonita, con un pelo anaranjado y largo que le llegaba un poco más debajo de la cintura, era delgada y sus ojos eran un color dorado y llevaba un uniforme de escuela típico. Se apreciaba; por cierto su poca afición de salir al exterior, a juzgar por su tez pálida. Esta se encontraba caminando en una de las calles que circundaban enseguida al parque donde se encontraban ambos chicos, ella caminaba absorta leyendo un libro, por el cual la chica tenía especial atención por lo que el chico tuvo que volver a llamarla para que lo escuchara, y esta al hacerlo, levanto la vista girando su cabeza hacia varios lados en busca de la persona que la llamaba. Hasta que vio a los dos jóvenes recostados en el césped, en respuesta la niña avanzo acercándoseles donde los muchachos la esperaban sentados, y cuando finalmente llego cerca de ellos, les dijo con una sonrisa:
-Hola, chicos ¿Para qué me llamaban?
El chico llamado Kento se para y extendiendo un brazo hacia su amigo, como si lo presentara a un público, hablo:
-Alex, tiene que decirte algo importante.- El chico nombrado estaba aún sentado, pero su rostro expresaba una combinación de vergüenza por la chica y otro poco de enfado hacia su amigo.


Un hombre se encontraba aseándose en su tienda de campaña recién levantada con materiales ligeros, con un recipiente de agua enfrente de él y un trapo húmedo algo viejo, en ello estaba enfrascado cuando desde el umbral de la puerta apareció un hombre vestido de armadura, eso sí, sin el casco que dejaba ver su cabeza que no era humana sino una protuberancia, con una rajadura donde debería estar la boca, dos orificios rasgados por nariz y dos esferoides celestes viscosos en lugar de ojos. El ser se puso rígido e hizo un ademan de saludo militar:
-Mi general, permiso para entrar, señor.- El hombre del interior se voltea y ve al visitante, procede a secarse con unas toallas el cuerpo, para luego acicalarse el corto y blanco pelo, todo mientras empezó a vestirse, se sienta en un sillón del lugar observándolo con sus dos rubíes del rostro:
-Bueno, coronel Djohumt, ¿Qué me puede decir? ¿Has visto a algún intruso?
-No señor, según los últimos informes el sector se encuentra totalmente despejado.
-Bien, bien…- Controlo una pequeña risita.-Todo va sobre ruedas, perfecto. Si no tiene más que decir, se puede retirar.
-Gracias mi general.- Con esto, hizo intención de irse, pero antes sonó algo en su muñeca. Su rostro se mostró algo contrariado.- Disculpe, esto mi general, no era mi deseo molestarlo.
-Vamos, tranquilo hombre, conteste a eso que por alguna razón se le llamara, tranquilo.
-Gracias nuevamente señor, con su venia.- Dicho esto se despejo el brazo mostrando un brazalete que le rodeaba la muñeca, el cual tenía una pequeña pantalla y unos cuantos botones repartidos en su estructura y con voz de mando dijo:
-¿Qué ocurre?-. Del comunicador salió un chillido bastante agudo y escasamente inteligible:
- Mi coronel, los teracolds avistaron a menos de un kilómetro, un cuerpo del ejército de Motlk, no habían sido avistados hasta ahora por la vegetación del lugar, lo que los ayudo a ocultarse de nosotros. Están en este momento dirigiéndose al castillo de Ralko. Señor ¿Qué hacemos?
Antes de contestarle al ser de su visor, Djohumt se volvió donde su superior interrogándole: -General ¿Qué acciones debemos tomar?
El hombre no parecía muy molesto ni siquiera sorprendido con el mensaje trasmitido, sus ojos rojos permanecieron imperturbables:
-Bueno, era demasiado bueno para ser cierto. Está bien que el punto de encuentro sea el castillo de Ralko-. El general se levantó de su silla y abrochándose los últimos botones de la guerrera, exclamo:-Acepto el desafío, rey Moltk, juro por mi nombre que es Ayetold Motyado Heitlz y por el rey de mi país: Astor Kulg, que obtendré el tesoro de Ralko para mí y mi nación.


La chica ya podía ver a simple vista el ejército de Ayetold sin mayor esfuerzo, habría querido evitar el enfrentamiento y por sobre todo dentro del propio castillo, pero el general enemigo no se lo permitió. “Maldita sea, que no me dejo el muy maldito”. Pero su rey había sido categórico: “Hay que pararle los pies a Astor y a su gente, utilizando lo que fuera necesario hacer, en pos de que no consiguieran el tesoro”. Sentada en una silla improvisada observaba el territorio; una llanura estéril e inhóspita, dominada por una tierra negra como el carbón como si esta hubiera sido quemada impidiendo el crecimiento de cualquier tipo de vegetación, excepto por el bosque desde donde ellos aprovecharon de acercarse al castillo evitando ser visto desde los cielos. Y en el medio de todo, un enorme castillo de cuatro torres principales, a distancias iguales unas de las otras. Las paredes fueron en mejores días protecciones contra antiguos enemigos, pero hoy ya poco o nada quedaba de aquellos muros. En su lugar estaba rodeado ahora del asqueroso ejército de Ayetold. Aun pensaba en ello, cuando se le acercó un ser que aparentaba ser un fuego fatuo pero con forma de una pequeña hada. El que contaba con unas cortas extremidades y grandes ojos azules. Al ver a la chica viendo el horizonte, colocándose a su lado le dijo:
- Deberías descansar ahora Kadisx, ya que después no podrás hacerlo.-La joven voltea la cabeza para poder mirarlo con cierta ternura en sus ojos verdes, pero volvió la dirección hacia el ejército enemigo:
- No debo. Y ya no quiero, en todo caso he descansado lo suficiente, pero gracias por preocuparte por mí, Kin. Mañana tengo que llevarme el tesoro conmigo, y si se puede, matar a ese tal Ayetold. Tendremos que enfrentarlo dentro del castillo ¿entendido?
-Ok ¿les trasmito las órdenes a los demás?
-Por supuesto, ustedes encárguense de mantener ocupada a la tropa de Ayetold, yo me ocupo del tesoro.
-Está bien, ¿o es mi idea o te ocurre algo?
-No sé porque, pero tengo un mal presentimiento de todo esto.- “Y este día nublado como boca de lobo no ayuda precisamente a mi ánimo”. Se quedó un rato pensando, mirando el horizonte y ya volteándose hacia Qin.-Prepara a los chicos, diles que mañana es día de batalla, así que los quiero descansados.
-Recibido.-Y con esto, Qin se alejó a hacer las órdenes recién recibidas, dejando sola a la niña.
La chica toma un respiro profundo y luego de haberlo hecho, se para a reunirse con su estado mayor, pensando que tenía una gran labor que cumplir, no sin antes arreglarse los pelos anaranjados de su frente. El siguiente día podía ser su día de gloria como su perdición, todo dependía del resultado de mañana. Con esto en mente se encamino a donde sus hombres esperaban sus órdenes.

La batalla se realizaba en un patio enorme que se encontraba al interior del castillo. En ninguno de ambos bandos tenía su jefe correspondiente, los cuales por mera casualidad habían tomado rutas opuestas pero que se dirigían al mismo lugar: la habitación del antiguo dueño del castillo. Tenía todo lo que correspondía a alguien de su clase; una cama obscena; pinturas enormes en el tapiz rojo caoba; diversos objetos de lujo; una lámpara de hermosa constitución, pero todo eso evidenciaba un abandono de largos años. Además contaba con una pared falsa, en su interior guardaba todo especies de armas, de cualquier tipo y forma.
Los dos generales, tanto Ayetold como Kadisx pusieron los pies en la habitación al mismo tiempo. Por primera vez se veían las caras, a frente a frente y lo único que se interponía era la cama de la pieza. Ayetold al ver a la muchacha se sorprendió de la juventud de ella, sin embargo se contuvo y tranquilamente le dijo:
-Muy buenos días, señorita. Me honra a mí y a mis hombres con su presencia, quisie…
-¡ya cállate! Deja eso, sabes porque estoy aquí y no es precisamente a saludar.- La chica mantuvo una pose rígida, tomando algo que tenía en su cintura. El hombre en respuesta se mantuvo impasible a pesar de la actitud defensiva de Kadisx y le siguió hablando en el mismo tono:
-Ok, está bien. Relájate… Disculpa, no sé cuál es tu nombre ¿podrías decírmelo?
-No, estúpido.
-Vaya, que prepotente. Ya sabes que ni tú ni yo sabemos dónde y que es precisamente el tesoro de Ralko, así que podríamos cooperar entre nosotros.
-No confió en ti, creo que comprendes que yo puedo ver el corazón de la gente, y por tanto saber si me están mintiendo, así que conmigo no se juega.
-Sí, lo sé. Por eso te digo esto, sé que no te puedo engañar.- Por lo dicho la chica se permitió asentir la afirmación pero perduro su estado de alerta.
-Bien, pero ¿Qué haremos una vez que lo encontremos? Esta demás decir que cada uno se lo quiere llevar para sí.
-Una vez que lo encontremos, simplemente pelearemos por él. Así de simple, eso sí, entre tú y yo.
-Estoy de acuerdo. Acepto tus condiciones, ahora las mías.
-Habla.
-Nada de tomar confianza, segundo: hasta que encontremos el tesoro seremos aliados, después de ello volveremos como antes, o sea, enemigos. ¿Está claro?- Él solo se limitó a asentir con la cabeza.


“No me gusta esta clase de acuerdos, tú lo sabes.”“Al oír la voz de Froy proveniente desde mi subconsciente, no pude evitar cierto alivio al escucharlo otra vez. Froy es “mí tesoro”, él puede tomar la forma que desee sin importar tamaño y peso. En este momento es mí ropa, él me ayuda a “ver los corazones ajenos”. No tenía alternativa, necesitaba ayuda y además él tiene el “Ojo de Miyo”: el que todo lo ve. Entre más rápido tenga el tesoro, más rápido me desharé de Ayetold. Y siempre, por cualquier cosa cuento contigo y sé, que sabrás protegerme. Froy no me contesto, pero sentí su vergüenza en mí corazón, me sonreí a mí misma al sentir el sentimiento de Froy. En esto pensaba, cuando me percato de que estoy siendo observada por Ayetold. Le miro y le digo:
-Oye, tú ¿Qué me ves?
Ayetold a toda respuesta me sostiene la mirada por un momento y luego me mira de pies a cabeza, y me sonríe:
-¿Estabas hablando con tu tesoro?-. Al ver mi cara de sorpresa, trato inmediatamente de explicarse.-Lo sé, porque vi cómo te sonreíste sin razón aparente. Me sorprende el hecho de que puedas hablar con tu tesoro a tan temprana edad ¿Froy es su nombre, verdad?
Es muy observador.
-Sí, ¿Cómo piensas encontrar el tesoro?
-Pues utilizando esto.- Alzo un pequeño pendiente que tenía un pequeño agujero en centro, en él había un espectro rojizo de un ojo. Supongo que ese es el Ojo de Miyo.-Y obviamente tú “habilidad” para ver las cosas tal como son. Usándolos de forma simultánea con el tesoro de Ralko será encontrado. Así que, por favor ve en esa dirección, Kadisx. Mientras yo lo hago también con el Ojo de Miyo.
De esta forma estuvimos recorriendo el castillo, primero la propia alcoba del rey, más tarde un pasillo largo y estrecho, luego pieza por pieza. En este proceso nos demoramos más o menos una hora, hasta que finalmente llegamos a un salón bastante grande, que en su interior y en medio de este, una especie de fuente de agua con un montículo de tierra justo en el centro. En ese pedacito de terreno, se alojaba una espada enterrada hasta por la mitad. Al verlo, tanto él (se estremeció un poco) como yo nos dimos cuenta que esa espada, era el tesoro que estábamos buscando. En ese momento Ayetold se giró hacia mí diciendo:
-Ves, Kadisx cumplí con mi parte del trato.
-Si lo hiciste…- Al momento me di cuenta de lo que él me había dicho.- ¿Cómo sabes mi nombre, si no…? Oh dios, tu…
-Correcto, pude ver tu mente. Tan claro como el agua, mocosa.- No me gusto esa palabra, “mocosa”. Ayetold alzo su brazo y chasqueo sus dedos e inmediatamente después aparecieron sombras humanas corpóreas, rodeándome.
-Mierda, asesinos de Korl. Pero…-Saque a Ardent sword, de un solo embate queme a los Korl.-Ya me lo esperaba.


Esta niña tiene la “Ardent Sword”, la espada capaz de incendiarlo todo con una estocada, si esa es la voluntad del portador. Maldición. No tenía ni idea de que fuera tan talentosa…
-Me sorprendiste, Kadisx. Y vaya que lo hiciste.- Sí que lo hiciste. Ella no pudo evitar una sonrisa al oírme decir eso. Pero me contesto con enfado:
-No me interesa tu admiración, Ayetold.
-Parece que tendré matarte yo mismo.
-Pues inténtalo. Si puedes.
Pero algo paso, que ni yo ni la mocosa pudimos prever…


Los ejércitos habían hecho una tregua, por la misma razón: la tardanza de sus generales.
-Oye, Qin ¿No le habrá pasado algo a la señorita?- la pregunta la realizaba el capitán humano Sut. Qin y él se encontraban una llanura cercana de donde se había realizado la batalla en el castillo de Ralko. Qin alzo la vista hacia Sut, pues leía con mucho frenesí unos documentos que le había enviado el rey Motlk, los cuales eran para Kadisx. El duende de fuego lo observo con cierta reprobación, después le contesto finalmente su pregunta:
-Nada de “señorita”. General para ti. Y contestando tu pregunta: no lo creo. Ya me habría enterado, porque dirás tú. Cuando pequeña siempre dejaba mensajes a sus conocidos si iba a algún lado o demoraba más de lo previsto.
-No puede comparar eso con…
-Siempre lo ha hecho, y aunque no lo creas sigue con esa costumbre. Está bien, se terminó la conversación, ve como se encuentran las tropas. Ahora ¡ya!- Acompaño la frase con un ademan con la mano con la intención de apurarlo y sacarlo de la tienda, el capitán se fue no muy convencido por la respuesta de Qin. Cuando estuvo solo, recién en ese momento Qin expreso en su rostro su verdadero sentir: preocupación por la demora de la niña.


En la tienda de campaña del coronel Djohumt, este se encontraba hablando con el rey Astor a través de un comunicador holográfico. Este se encontraba instalado en uno de los costados ocupando casi en su totalidad la superficie del muro. La persona que se mostraba en la pantalla, era gordo y barbudo además de mostrarse iracundo:
-¡Y Ayetold aún no ha regresado!
-No, su alteza.
-Ya se las verá conmigo… Apenas sepa alguna noticia de él, me informa.
-Sí, señor.
Apangándose el comunicador, el coronel se veía mucho más relajado y pensó para sí mismo: “Si mi general no regresa pronto con el tesoro, ni él ni nadie podrá salvarlo de la ira del rey”.

Antes que comenzáramos a luchar una luz roja me encegueció, pero pronto se apagó. Dirigí mi mirada al tesoro y junto a él, había una sirena que lo estaba tratando de sacar de donde la espada se encontraba enterrada. ”Mierda, esa sirena lo está…”
-¡Liberando!
La mocosa me termino el pensamiento, si lo liberaba la sirena, cavia la posibilidad de que el tesoro la aceptara como su dueña, así que decidí de ir a cogerla antes que eso pasara y salte hacia ella.


Bastardo Ayetold, pensó lo mismo que yo. Tengo que ser más rápida que él. Estire lo que más pude el brazo, pero no pude hacer mucha diferencia con respecto a Ayetold. Habíamos saltado al mismo tiempo, estamos en la misma distancia.
-¡Lo tengo!
-¡Lo tengo!


Se quedaron mirando mutuamente. Los dos tenían sus manos en la empuñadura del tesoro y la sirena aun lo sostenía por el filo de la hoja. La sirena al verse rodeada de dos completos extraños, ocupo su único medio de defensa: un grito de ultra-sonido. Su ataque no fue previsto por ninguno de los generales, por ello recibieron todo el daño y en consecuencia perdieron el equilibrio.


Mierda, mierda, mierda, maldita sirena. Maldita zorra. Apenas me mantengo en pie, y eso que me estoy arrastrando en el suelo, pero tengo que quedarme con el tesoro o si no el rey… Extendí mi brazo, para nuevamente tomar la empuñadura de la espada. Creo que Kadisx también intenta lo mismo. Debo ganarle como sea… En aquella tarea me ocupaba, cuando de un coletazo de la sirena me tumbo. No, no, no puedo pararme. Maldición, ganaste mocosa. Qué forma más ridícula de perder. Me mataran después de esto.


Oí algo caerse, creo que fue Ayetold, la sirena lo habrá botado. Estúpido. Perder contra una sirena, siendo un general. Ya me falta poco para alcanzar la empuñadura y el tesoro será mío… Sentí de repente que algo golpeo mis pies y caí de bruces. No podía pararme, aun el sonido de la sirena surtía efecto. Ante esto decidí gatear, pero antes de que avanzara, el tesoro volvió a emitir luz, pero esta vez con mucha más fuerza. Significa que falta poco para que se libere. Alce la vista. La sirena tenía la espada entre sus manos y hacia fuerza para poder sacarla. La agarro del puñal e hizo palanca hasta que finalmente la libero. Al hacerlo, está la levanto sobre su cabeza con una sonrisa triunfal dibujada en el rostro. Busque a Ayetold con la vista, él estaba tirado en el suelo. Miraba a la sirena con la cara crispada de odio. Trate de levantarme otra vez, pero aun persistía la falta de equilibrio. De un momento a otro la sirena comenzó a cantar una canción con una letra inteligible, pero con una voz muy hermosa. Con la melodía me sentí atraída hacia ella, pero lo podía resistir con bastante esfuerzo. Aunque a Ayetold no pudo controlarse, creo.


Tenía que hacerla callar. Sea como sea. Cuando me di cuenta, yo ya estaba de pie forcejeando con la sirena. Kadisx estaba tirada aun en suelo, así que este es mi momento y trate de quitarle el tesoro, pero la sirena dejo caer la espada hacia mí. La evite por poco, justo para que no me hiriera. El tesoro al chocar con el suelo, resplandeció otra vez, pero era diferente. Salió una luz rojo sangre, envolviéndolo todo a su alrededor en una cúpula esférica de su mismo color, el cual fue aumentando de tamaño. La conciencia me empezó a flaquear, pero note que la cúpula se separaba del suelo. Fue todo lo que pude ver, porque luego caí al suelo.


La retaguardia de ambos ejércitos esperaba en las afueras del castillo de Ralko, en lugares opuestos a sus generales. Repentinamente vieron con sorpresa que parte castillo era envuelto en una esfera roja gigante. Los hombres y los animales se asustaron, pero esto desapareció tan pronto apareció. Pero con él se fue parte del castillo que cubrió dejando solamente algunos muros y una pequeña sección de este.


Estábamos como flotando, todo levitaba en la nada. Parecía que toda la estructura se afirmara del aire, convirtiendo todo en algo que se equiparara a una arena movediza. Mientras me aferraba a uno de los muros de piedra observe mí alrededor teñido de diferentes tonos de rojo pues esa luz cubría todo. Vi a Ayetold aferrándose a un pilar para no caerse a un hoyo que había cerca de él. Eso no aguantara mucho tiempo. Me acerque a él, extendiendo la funda de Ardent sword. “Él no lo haría por ti”. Quite ese pensamiento de mi mente sacudiendo la cabeza. Ayetold me vio estupefacto, pero oculto sus pensamientos. Creo que se acordó de nuestro poder, Froy. -Kadisx, ¿Por qué lo haces?”- Sonaba enojado. Pero Froy estaba más preocupado de lo que aparentaba. De todas formas él general estiro el brazo y tomo la funda. Justo a tiempo porque el pilar se derrumbó solo un poco después de eso.
Ayetold ya tocando el suelo no me dirigió la vista. Tal vez preguntándose por la razón de mi acción, no lo sé. Preguntándose por qué si tan solo hace un momento estábamos dispuestos a matarnos uno al otro. Mientras tanto, me dedique a volver a sostenerme de algo firme, entretanto que pasara lo que estuviera pasando. Cuando creí que Ayetold se alejaría a resistir en otro lugar, se colocó en el mismo lugar que yo, estaba algo nerviosa, pero el simplemente dijo:
-Gracias.
Estuve sin hablarle por casi un minuto y solo dije:
-De nada.
Y eso fue todo. No sabría decir si lo dijo sinceramente pero tampoco sentí algo que me hiciera pensar así. Estuvimos el resto del tiempo en silencio. Como pueden cambiar las cosas debido a las circunstancias, sobre todo las desconocidas. Pero no fue por mucho tiempo, pasados tres minutos la cúpula se abrió lanzando a todo en diferentes direcciones.


Al fin él había salido de paseo con el curso, pero esto solo fue debido a la insistencia de Alex de ir. Así que ahora se encontraba en una playa paradisiaca junto con sus compañeros de clase. Había un sol radiante, un mar casi transparente, playa enorme, y por ultimo pero no menos importante muchas chicas en bikini muy diversas, incluidas sus propias compañeras. “Hay para todos los gustos” serían las palabras de Alex para describir lo anterior.
Aunque el viaje se pudo realizar en gran medida gracias a la presidenta de la clase: Ángela Pullman Olmos de Aguilera. Hija única de una familia adinerada, por el auto impuesto esfuerzo que puso a la tarea y; ¿por qué no?; a su estatus-social.
Kento, si bien estaba agradecido de su amigo, él no se sentía a gusto allí. Él era un chico más bien anti-social. Sentado en su toalla observaba como jugaban los chicos. Sus únicos amigos eran Alex y Diana. Al primero lo conoció al inicio del curso y solo él le tuvo la suficiente paciencia para esperar que este lo considerara su amigo. Este era ligeramente más bajo, pero igual color de piel y ojos. Solo el cabello era diferente pues el de él era castaño oscuro y el de Alex negro. A la segunda, a pesar que también la conoció de ese año, ella siempre lo trato a él con mucha familiaridad, a pesar de que Diana era muy tímida con las personas.
La profesora Pamela era el tutor encargado de ellos, la cual los acompañaba como responsable. Esta lo llamo:
-Oye ¿Qué estás haciendo allí sentado? Anda a divertirte con los chicos, vamos anda.-Ella lo miraba con auténtica preocupación por el chico.
Kento se volvió para verla y se le quedo mirando fijamente durante un rato. Luego a modo de respuesta se paró y se fue donde el grupo del curso estaba reunido. Al ver esto, ella sonrió complacida y continúo con sus quehaceres, para tener todo listo para sus “diablillos”.
Claudio era el más querido dentro del grupo y él había decidido jugar futbol playa. En el momento que llego Kento iban a formar los equipos. La mayoría de las chicas prefirieron mirar solamente, otras en cambio deseaban jugar. Por tanto se repartieron en tres equipos. Los capitanes serian Claudio, Eduardo y Jacob. Los dos primeros eran muy amigos, el ultimo eran un chico nuevo. Tanto como Kento y Alex fueron a grupos distintos. El primer partido seria entre Claudio y Eduardo, para decidir quién partía los dos se acercaron al medio de la cancha improvisada con una moneda. Claudio eligió cara, el otro chico lanzo la moneda y la tapo con un brazo y le dijo:
-¿Tú eras cara, verdad?
-Si
Retiro la mano dejando ver el lado cara de la moneda. Ya estaban a punto de comenzar, cuando Maya (unas de las chicas que miraría el juego) que se encontraba sentada en la arena, repentinamente se levanta, temblando tímidamente, con la vista fija en dirección al mar. Fernanda (otra chica más) que estaba cerca percibió esto y le pregunto:
-Maya ¿Qué te pasa? ¿Te sientes mal?
La chica ni siquiera la miro pero levanto su brazo señalando el horizonte. Fernanda sigue la dirección apuntada con la mirada viendo solamente agua y cielo.
-¿Qué pasa, Maya? Allí no hay nada…- Su dialogo fue interrumpido por un enorme estruendo, que resonó por toda la playa. Los chicos dejaron de jugar al momento un poco asustados. La gente de la playa también se detuvo un instante ante el enorme ruido. Kento por el contrario estaba tranquilo, pero se dirigió a donde estaba Maya, diciéndole:
-Oye, Maya ¿Acaso sabes la razón del estruendo?- La chica se le quedo mirando sorprendida, ya que era la primera vez que desde que conocía al chico que este le decía alguna palabra. De todos modos, de a poco le fue saliendo la voz:
-…yo… me pareció ver… algo enorme en el cielo.
-¿Algo enorme? ¿Cómo un avión?
-No, no, no… algo mucho más grande.
-¿Cómo qué?
-Como… un edificio, creo.
“Un edificio. Eso es demasiado grande para ser cierto, pero ese ruido sonó como una explosión.”
Kento empezó a buscar en el cielo algo que se estuviera incendiando, en eso estaba cuando algo gigantesco, pero muy grande le hizo perder el interés en el avión u objeto volador quemándose. De la nada, en el horizonte entre medio de nubes emergían una gran cantidad de estructuras arquitectónicas enormes desarmándose mientras caían al mar desde el cielo. De un momento a otro, el caos se apodero de la playa y todas las personas corrieron alejándose del mar y otras gritando. El grupo del curso se juntó en uno de los puestos de comida cercano al litoral, habían sido reunidos allí por su profesora. La primera preocupación de ella fue que todos sus alumnos estuvieran en este restorán.
Mientras tanto, ya los primeros bloques de la colosal estructura ya comenzaban a chocar con el agua. Levantando grandes cantidades de agua en forma de olas descomunales.


“Diablos, diablos, diablos, diablos. ¿Cómo es que termine aquí? ¿Por qué estoy descendiendo? Y ¿Cayendo a dónde? Yo estaba solo hace un momento con Ayetold buscando el tesoro de Ralko y ahora me encuentro yendo al suelo, en caída libre”. Kadisx estaba en esos precisos instantes en medio de grandes pedazos de concreto y tierra. Pero cayó en la cuenta de que por lo menos se dirigía a un lugar con agua, con mucha agua. Esto debido al sonido de chapoteo que habían hecho algunos fragmentos al caer. “Por suerte, abajo hay posibilidad de vivir”. Ahora intentando maniobrar en el aire para que no la aplastaran los trozos y a la vez caer donde hubiera agua y no cemento. Repentinamente se acordó de Ayetold con una ligera angustia por él, pero alejo ese pensamiento, con el fin de solucionar su problema inmediato. “Lo primero, es lo primero”.

Casi nadie pudo ir muy lejos de la playa por el taco formado por el atochamiento de vehículos tratando de salir. La profesora Pamela se aseguraba por décima vez si estaban todos sus alumnos; a lo que un chico de la clase, comento:
-Ya poh, si ya estamos todos aquí, y parece que ya paso lo malo.
La profesora se gira hacia el chico con cara de reproche:
-Siéntese, Gómez. Y ¿Por qué dice eso?
-Pues, eso. Ya se cayeron todas esas piedras gigantes, profe.- El chico al terminar la frase levanta su brazo indicando el mar. Él tenía razón, ya no se veía nada anormal en el horizonte, y de los enormes bloques, estos yacían ya bajo el mar. Aunque su caída provocaría un poco de marejada alta y violenta más tarde.
-Parece que sí, pero aun así, nos devolvemos. Podría aun ser peligroso bajar en estos momentos. Nadie se baja del bus ¡Entendido!
Al unisonó todos contestaron con energía:
-¡Si, profe!
-Aunque con la prisa, se nos habrá quedado muchas cosas. En ese caso yo bajare para revisar, pero ustedes no se muevan.
Kento, quien se encontraba en el fondo del autobús y aislado del grupo se levantó de su asiento, y le pregunto:
-¿Puedo ir a ayudarle?
Como la profesora ya estaba descendiendo las escaleras, volvió a subir. Lo miro con extrañeza, y ya le iba a contestar un rotundo no, pero se acordó de las ocasiones que él se habría ofrecido a ayudar a alguien, lo cual no pasaba nunca. Ante el hecho, solo se limitó a dedicarle al chico una sonrisa.
-Sí, está bien. Eso sí, esto será rápido, es solo para recoger algunas cosas. Para nada más, con esas condiciones me acompañas, ¿entendido?
-De acuerdo.
Los dos bajaron del bus, dirigiéndose a la playa. Eso sí, no sin antes de que ella le hablara a los chicos que se quedarán dentro y decirle al chofer que se los vigilara, también que la esperará unos cuantos minutos y que tratarían de volver pronto.


La chica de un instante a otro recuperó la conciencia y se dio cuenta de que estaba en el mar y trató de mantenerse a flote, pero sintió a Froy que le hablaba:
-Oye ¿estás bien? Qué bueno que volviste en ti, me estabas preocupando.
-Sí, estoy bien, Y tú… ¿preocupado?
-No, no, para nada… solo nervioso.-La niña solo se le ocurrió sonreír ante la ocurrencia de Froy.
-Y bien, ¿Dónde está la orilla?
“Por allí”. Froy, al ser un tesoro podía tomar la forma que su portador quisiera. En su caso se había transformado en la chaqueta que llevaba puesta Kadisx. De este modo, alzo el brazo de la chica indicándole la playa.
-Bueno, a nadar se ha dicho.- Con esto, la joven comenzó a bracear y patalear para llegar a tierra.


Kento y la profesora estaban hincados en el suelo buscando por los alrededores si veían algún objeto que les perteneciera, en eso se encontraban cuando Pamela vio a alguien que salía del mar, y que además se tambaleaba como un borracho. Pero no era esto último, si no que era debido a una notoria herida en su brazo izquierdo. Ella fue a socorrerlo, no sin antes decirle a Kento imperativamente:
-Tú te vas de aquí en cinco minutos más, ok.- se volteó para ayudar a la persona, pero se volvió al chico nuevamente mientras trotaba.-Nos encontramos en el bus, adiós… y cuídate.- Con esto finalmente se fue a auxiliar al moribundo.


La profe Pamela ya se había ido y di un último repaso, asegurándome que no se quedara nada. Terminé de hacer esto y me disponía a volver al bus pero me surgió la idea de ver el mar un momento por curiosidad. De primera no vi nada interesante, salvo por un pequeño bulto que estaba en la orilla. “No creo que me demore en ver qué es”. Camine hacia el bulto, de lejos no se distinguía que era, pero a medida que me acercaba se perfilaba una figura humana, luego caí en la cuenta de que era una chica pelirroja de espaldas pero desmayada. Nos separaba ya unos tres metros, cuando vi una cosa increíble: ella tenía cola de pez, y un pensamiento me cruzo como el rayo la mente: “una sirena”. En una de sus manos empuñaba una enorme espada gris.


Una joven rubia se estaba acercando a mí, me parece que me había visto desde lejos. Vi su sorpresa al apreciar mi herida en el brazo izquierdo y apresuró el paso justo a tiempo, porque me alcanzo a tomar del brazo antes de que me desmayara y cayera al suelo. Estaba muy cansado debido a que debí nadar con un solo brazo sano un gran trayecto para llegar a la playa. Ella no parecía un soldado, ni siquiera remotamente relacionado con la guerra por las; debo decirlo pero extrañas, ropas que vestía. De todas formas le pregunté:
-¿Quién eres? ¿Eres de las fuerzas del rey Astor?
-Eso es lo de menos ahora… ¿Dijiste rey, de que hablas?- Empezó a acomodarse bajo mi brazo para sostenerme mejor.-Oye, esa herida se ve mal, ¿te sientes bien? ¿Cómo te la hiciste?-. No me parece alguien del ejército, no utiliza guerrera. Parece un simple ciudadano, pero… no conoce al rey Astor, que extraño… ¿Qué hará aquí?
-Estoy bien.
La joven me miró con ojos pardos no muy convencida con mi respuesta, y siguió ayudándome a andar:
-No me has contestado… y ¿Por qué estabas en el mar ahora?
Me quede callado. Ni siquiera yo sabía porque estaba en el mar. ¿Tendrá que ver el tesoro de Ralko?
-Oye, no te quedes callado y habla.- Espero por alguna reacción mía, pero me limite a observarla.-Veo que no abrirás la boca, entonces yo hablo. Te llevare a un hospital, para que hagan algo con tu brazo… ¿Cuál es tu nombre?, no puedo tratarte de tú y de oye hasta al hospital ¿no?- No me pareció una persona que me generara algún peligro, ya que realmente me estaba ayudando y se veía autentica su preocupación, pero… debo ser cuidadoso.
-Mi nombre es Ayetold Heitlz.
Al oír mi nombre, mostro sorpresa pero igualmente dijo:
-Que nombre más raro… ¿Eres extranjero?
-Sí, parece que sí.
-Bueno un gusto conocerte, Aye… ¿Cómo era? Discúlpame.-Era evidente que lo sentía, así que le conteste amablemente:
-Ayetold Heitlz. Tú puedes llamarme simplemente Ayetold. Señorita… Disculpe, no se su nombre.
-Pamela Rivera, gracias Ayi… no, no, no era… Ayetold ¿cierto? También me puedes llamar por mi nombre. Aunque hubiera sido mejor conocernos en otras circunstancias…- De allí en adelante, durante todo el trayecto al hospital me hablo de ella, su vida y “gran” labor de profesora. Supongo para mantenerme consiente. No me aburrí en ningún momento mientras duro el camino. A pesar de no tener ni la remota idea de eso de ser profesora.


Sí, no había duda, lo que tenía delante de mí era una sirena. La cual estaba inconsciente. En una de sus manos aferraba una espada grande y peligrosa. No podía creerlo, algo que siempre creí falso, estaba en ese momento al frente, vivo y respirando y… quejándose. La sirena comenzó a moverse, primero se restregó los ojos con las manos, luego bostezo y finalmente a estirarse como alguien que se despierta de unas de sus siestas por la tarde. Note que ella estaba completamente desnuda, pero su larga cabellera; mejor dicho algunos mechones de pelo, me impedían oportunamente ver su en plenitud su torso. Ya más despierta, se sentó sobre su cola, recién en ese momento percibió mi presencia. Del asombro se fue hacia atrás, cayendo de espaldas, pero se volvió rápidamente a incorporar y tomando la espada me apunto con ella. “Debe de tener miedo…” Sus ojos demostraban temor, temblaba de pies a cabeza. Su cara, estaba crispada de terror. “Algo muy malo debe a verle ocurrido para que este tan tensa. Aunque no eres la única con miedo aquí, ya que yo no acostumbro a ver sirenas comúnmente”. Al verla nuevamente, ella allí sola, aterrada me empezó a dar lástima. A pesar de lo anterior, persistía el miedo, me decidí por alejarme un poco, pero sin darle la espalda, a la vez que mostraba las manos desnudas, de modo que supiera que no tenía intención de dañarla. La sirena me miraba detenidamente, atenta al más mínimo movimiento de mi parte. Llego un momento en que no podía moverme, ni detrás ni delante sin que ella volviera a apuntar con la espada. Así pasó un minuto, que me pareció eterno, por lo que tratando de ponerle fin a esto:
-Oye, no si me…-Después escuche un enorme ruido y perdí el equilibrio y casi pierdo la conciencia, había quedado mareado repentinamente. En mi cabeza se originó un pitido molesto y casi lacerante. “¿Qué diablos paso?, lo que haya sido fue muy fuerte”. Había caído al suelo, levante la vista y vi a la sirena con la boca muy abierta. “No creo, es imposible… pero su mera presencia es imposible.” Luego pensé en todo lo que se decía que supuestamente de las sirenas. Aparte de la característica cola de pez que poseían, esta era la voz. Una voz que embrujaba a los hombres… y eso. La única pista era su boca que la había abierto para algún fin y el gran estruendo. No decía nada de que podían provocar sonidos tan fuertes como para hacer verdaderas ondas de choque ocupando solo su voz. Aun mareado, lo mejor era calmarla otra vez:
-¿Estas bi…?-La cabeza me daba vueltas y cerré los ojos por un momento para volver a concéntrame.- ¿Estás bien?- Espere un respuesta, pero esta no reacciono. Seguía apuntándome con la espada, a la vez que me miraba con cautela, atenta a cualquier movimiento.
-¿Me entiendes siquiera lo que digo?-Ya me estaba recuperando el sentido del equilibrio y fui levantándome muy lentamente, con el cuidado de no asustarla para que me volviera a “atacar.” Le mostré nuevamente mis manos desnudas, me pareció que comenzaba a comprender la intención, por que dejo caer el arma y me observo ya no con miedo, si no curiosidad. De repente ella comenzó a “hablar”:
-Mahu, mahu, maho.-Termino su frase “indescifrable” con un gesto de dar la mano. Había dejado la hoja de acero en el suelo, eso sí, sin soltar la empuñadura.
-Lo siento, no entendí nada.-“Aunque tampoco espero que tú me hayas entendido”. Aun después de eso, seguía sin bajar la mano, extendiéndola hacia mí. Para que dejara de hacerlo, tuve que estrecharle la mano, dándole un pequeño apretón. La sirena con esto sonrió, soltándonos las manos, a la par que dejaba libre el acero, luego entrelazo sus manos y abrió su boca. De ella empezó a salir un canto muy hermoso, angelical, como si no fuera de este mundo. “Supongo que me estas cantando…” Al escucharla me sentí atraído por ella, daba una sensación de relajación oír su melodía, me iba a sentar a escucharla cuando dio por acabado su canto. Volvió a dirigirme la mirada y dijo:
-¿Mahu?- Por la entonación de su voz, pensé que me estaba haciendo una pregunta y esperaba su respuesta con ansiedad.
-Bueno, no tengo idea de lo que preguntaste, pero…-Comencé a pensar que debía decirle o hacer.-Esto… ¿eres una sirena?
Esta quedo mirándome un rato y luego mostro una cara algo molesta, empezó a gritar:
-¡¿Mahou?!¡Maaaaaahuuuuuuu!- Y con esto, creo que dio comienzo a sus “protestas”, ya que golpeaba el suelo con su cola y replicaba gritando agitando sus brazos de arriba abajo con la única palabra que le había escuchado hasta la hora: Mahuo. No sabía qué hacer con ella o como hacerla callar, cuando recuerdo que en mi bolsillo había un caramelo que me había entregado Alex para que se lo guardara, porque él iba al baño y su traje baño no tenía bolsillos, así que me pidió que se lo guardara por mientras, pero nunca lo pidió de vuelta. Allí la razón de que aun estuviera ahí. Se me ocurrió dárselo extendiendo mi mano abierta a ella, rogando que se callara. La sorpresa fue grande, porque momentáneamente se quedó en silencio. La chica-sirena o “mahu para mi” lo miraba fijamente como si de un objeto muy especial se tratase aquel vulgar dulce.
-¿Mahuu…?- Observaba absorta el dulce sin siquiera pestañar.
-Si es para ti. Tómalo. - Extendí más el brazo para acercarle el dulce.
Ella “Mahu o chica-sirena, como sea” lo tomo con sumo cuidado, tratándolo como un objeto delicado y lo miro por bastante tiempo. Al verla, trate de decirle a través de señas que se lo echara a la boca, pareció entenderme porque luego procedió a hacerlo. Primero lo lengüeteó, por lo dulce se estremeció un poco, sonriéndose al final y finalmente se lo coloco adentro de su boca muy complacida. Comenzó lentamente a chuparlo para luego hacerlo con mayor confianza mientras inicio una especie de lento balanceo de su cuerpo y sus palmas se posaban en sus cachetes. Yo la miraba en tanto, un poco de miedo aún, pero en menor medida comparada con la curiosidad que me producía su existencia. E iba a abrir la boca para preguntarle algo, cualquier cosa para mantenerla allí “todavía no podía creer lo que estaba delante de mí” cuando escucho el grito de la profesora diciendo que si no llevaba nada que le fuera a ayudar. Me volteo hacia la voz y la vi con un hombre a cuestas. Me devolví a la chica-sirena:
-Espérame un tantito, vuelvo de inmediato…-Trate de recordar su nombre, pero nunca me había dicho algo aparte de Mahu.-Hasta luego, Mahu.
No espere su respuesta, seguro de un mahuu con algún tipo de entonación denotando algún sentimiento como modo de respuesta. Llegué a donde se encontraba la maestra y me coloque debajo del otro brazo del hombre y hablándole a la profe Pamela:
-Oye ¿Quién es este?
-No me digas oye, profesora para ti… y él es un herido.
-¿Dónde lo llevábamos?
-Pues al bus, luego lo dejamos en un hospital para que le curen el brazo.
-Ok.-Note que el hombre me observaba con cierta curiosidad.- ¿Nombre, caballero?
-Heitlz, Ayetold Motyado Heitlz.
-Ah…ya.-“Que nombre más raro”.- ¿Cómo se hizo ese corte en el brazo?
-Eso fue… esto-. Parecía algo confundido para darme una respuesta.
-¡Kento!- La profesora me miraba realmente enojada, no había que leer su mente para saber que quería que me callara. Volvió el rostro hacia al hombre suavizando bastante la expresión:-Discúlpelo, es que muy joven… y…
-Despreocúpese, fue solo una pregunta sin mala intención nada más.- Bajo la vista hacia mí.-Ni yo sé cómo ocurrió y gracias a ambos por ayudarme, les estoy muy agradecido.
-No es nada… ¿cierto?- Ella parecía que me rogaba con sus ojos que afirmara. A lo que conteste con un simple movimiento aprobatorio de la cabeza.
No demoramos mucho para llegar hasta el bus, a pesar de que este quedaba algo lejos de la playa, ya cerca de él, les dije a ambos que debía volver porque tenía algo que hacer. No espere por la protesta de la profesora, me fui corriendo, aun así logre escuchar el grito autoritario de ella:
-¡Vuelve inmediatamente! …- hubo una pequeña pausa, volvió a alzar la voz con un dejo de preocupación.- ¡Te daré cinco minutos, si no vuelves yo te iré a buscar aunque deba hacerlo por toda la playa y tenga que llevarte a rastras! ¡Me oíste!
“Tendré que volver rápido, pero de todas formas no pienso permanecer mucho tiempo.” Me estaba dirigiendo hacia donde se había encontrado con la sirena, pero la divise arrastrándose hacia donde yo me había ido para ayudar al hombre moribundo junto a la profesora Pamela. Me acerque a ella por delante para que no se asustara como la primera vez que nos vimos. Al principio dudo de acercarse, no me quitaba el ojo de encima hasta que llegue junto a ella. Recién allí se le ilumino el rostro y deslizándose nuevamente en el suelo se fue hacia mí, irguiéndose sobre su cola tratando de abrazarme. En ese momento me dio cierta alegría, hasta que caí en cuenta del peso de la acción de Mahu. Me seguiría donde fuera a pesar de que yo le dijera que se detuviera “Como si entendiera lo que digo”, esto es como cuando alguien le da un poco de comer a un perro callejero, y este en “agradecimiento” te sigue sin dejarte en paz. Claro esto no es tan malo si sucede con un can, pero el que me seguiría a mí hasta un bus sería una sirena.
Le traté de expresar lo mejor que pude que se fuera, además de evitar el abrazo de su parte, luego de esto ella no demostró haberme entendido, pero al verla mejor comprendí la razón de su porfía, traía consigo la espada. Me puse nervioso un poco, pero espere a ver qué tramaba la chica-sirena. Manteniendo el equilibrio sobre su cola manipuló la espada, alzándola frente de ambos, después colocándola en posición horizontal y posando la punta de la hoja en su mano izquierda extendida con las palmas hacia arriba y la otra en el puñal de la misma forma que la anterior e inclinando su cabeza como en una reverencia, elevó un poco la espada acercándomela. “Como si me la estuviera…”.
-¿Me la estás dando?- Silencio. Ningún movimiento por parte de Mahu.
-Oye, te estoy hablando… ¿Mahu?- Se estremeció un poco. Pero nada más. “Debe haber sido porque creería que hablaría en su idioma, que se yo”. No dije nada más, solo espere alguna reacción. Repentinamente me acordé de la amenaza de la profesora, quien me estaba esperando en el bus, decidido a terminar pronto el encuentro con la chica-sirena, tomé la empuñadura, en el instante de tocarlo sentí como una corriente fluyera de la espada hacia mí. La espada emitió un tenue resplandor que desapareció tan rápido que apenas pude percibirlo. Mahu me veía muy atenta. Yo, en tanto miraba la espada “¿qué voy hacer con esto?”, rechazar el “regalo” no era una opción, no delante de ella. Con este “intercambio de regalos” creí que estaba resuelto el asunto, tratando de despedirme a través de señas me fui tan rápido como pude para que no pudiera seguirme. Aunque después de mucho tiempo sabría que nunca esta fue su intención.


La chica finalmente llegaba a la orilla, luego de un arduo trabajo de brazadas la pudo alcanzar. Estaba sumamente cansada después del largo nado, así que se tendió en la playa de cara al cielo. Froy espero un tiempo prudente para que Kadisx descansara para hacer la pregunta de rigor:
-¿Estás bien?- La niña solo afirmo con un movimiento de cabeza. -¿Sabes, Kadisx? Este lugar no me parece para nada conocido. Me es extraño, ningún lugar del reino de Moltk que yo conozca, y tampoco de los territorios de Astor.
-¿En serio?- Ella lucía verdaderamente sorprendida por lo dicho por su tesoro. –Es casi imposible… Es indudable que fuimos transportados a otro lugar, pero el reino de Astor y de mi país son prácticamente el planeta entero.- Kadisx se levantó del suelo, y comenzó a ver el horizonte.- Tienes razón, este lugar… ¿Dónde quedó Ayetold?
-Ni idea, solo sé que nos separamos de él en la caída.- Se quedó extrañado por la pregunta de la chica, pero estos momentos no eran para pensar, sino de actuar.- Eso poco importa… es hora de saber dónde demonios nos dejó ese molesto tesoro. Solo después buscaremos a Ayetold.- Se fueron alejando del mar caminando cautelosamente, solo por precaución. “El lugar esta desierto.-pensó la chica.-Si no fuera por varios artilugios botados en el suelo, además que en el lado contrario del océano existen varias estructuras parecidas a cabañas pero tienen el aspecto muy diferente de la madera de dicha construcción. Miro hacia el cielo esperando ver la luz de sus… -“Esto… Froy, ¿en esta época se pueden ver nuestros soles como uno? Su voz proveniente de su consiente, contesto lo que le temía. “No existe una estación así, Kadisx ¿por qué preguntas? Alzo el brazo indicándole el cielo:
-Porque hay uno solo.- “¿Dónde demonios estamos?”

Lo que la gente se refería como “enfermera” “para mí era una curandera, con unas pociones contenidas en extraños frascos y con formas muy peculiares” me estaba atendiendo.
-¿Nombre joven?- esperaba mi respuesta con un rara pluma y un papel en la mano.
-Ayetold Motyado Heitlz-. Vi en su rostro otra vez esa cara de sorpresa ante mi nombre. “Por lo que veo, no es muy común mi nombre por estos lugares.” Para evitarle cualquier problema, le comencé a deletrearle. “Aunque… no es la primera cosa misteriosa que escuchado, ya que al parecer nadie conoce el imperio de Astor ni tampoco de Moltk. Sin mencionar el hecho de que es muy pacifico el lugar, como si no supieran el planeta entero está consumido por la guerra para obtener los tesoros. La mujer termino de escribir y dirigiéndose a mí:
-De momento está bien con los medicamentos que le di. Pero debe mantener reposo hasta que el doctor pueda atenderlo de mejor forma.- Se disponía a irse cuando la detuve con el brazo. Ella se volvió a mí:
-¿Ocurre algo, señor?- Se veía algo apurada, pero necesitaba comprobar algo.
-Puede sonar ridículo, pero hágame el favor de contestarme una duda…
-Por supuesto, cuénteme.
-¿Dónde estamos?- La “enfermera” quedo estupefacta ante mi pregunta.-Por favor sea específica.
-Está bien. Estamos en la costa de Valparaíso, en Chile y…- Iba a seguir con su perorata, pero la detuve con un ademan.
-Gracias. Solo necesito saber eso, gracias por todo.
-De nada, señor.- Se alejó a atender a otros pacientes, mientras que yo me daba cuenta que se me había pasado algo desapercibido: a pesar de que hablaban un idioma que yo no sabía que conocía, les entendí perfectamente. Además en las ventanas de los pasillos, pude apreciar en el cielo un solo sol, no el sol binario que debería ser. “Maldito tesoro de Ralko, donde demonios me dejaste, este es no mi planeta. No es mi hogar.”

Fue definitivamente lo más extraño de lo que me ha pasado. Pero no fue el primero. Aún me acuerdo del incidente del “a cambio de la muerte”… Estaba decidido a que “eso” no volviera a pasarme nunca más. La espada que me dio Mahu luego de un tiempo desapareció de mis manos, aunque presentía que aún está “al alcance de la mano.” Llegué hasta el lugar en que estaba el bus, donde pudimos, luego de unas dos horas de espera “por el atolladero de autos”, volver a casa. En ese momento pensé que con eso todo habría acabado, pero no tenía idea de cuán lejos de la verdad estaba. Pues esto solo era el preludio de algo mucho más grande, ya que el universo entero comenzó a moverse, por lo ocurrido aquí. Pequeños cambios primero, más tarde grandes, y finalmente masivos. Para prepararse para un cambio de reglas definitivo.

Nota: Deseo que ninguna forma este texto sea publicado, copiado o distribuido tanto, visual, digital o escrita
Haleayasaki26 de septiembre de 2015

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