Este momento pudo haber durado a penas unos minutos, pero unos minutos que te darán que hablar una semana y del que sacarás mil detalles, mil cosas insignificantes en los que si en lugar de con esa persona hubieran sido con otra cualquiera, ni si quieras te habrías dado cuenta de que estaban ahí.
A partir de ahí comienza una amistad. Pero con sentimientos que son los equivocados.
Sentimientos que te gustaría no tener, pues duelen. Sentimientos no correspondidos, al menos, lo tienes como amigo, y eso es lo más importante, te dices a ti misma.
Sabes que desde un principio no hubiese podido pasar nada por circunstancias que ya existían, pero a pesar de todo, es lo que tú más deseas, éste se convierte en tu deseo más preciado, todas las noches, todos los días das mil vueltas sobre las diferentes maneras de cómo podría pasar. Pobre ilusa, pensarán muchos
pero a ti, a pesar de que en tu interior lo sabes, no se te acaban las esperanzas. Tú, sigues queriendo ese beso, ese abrazo, esa caricia, o simplemente esa sonrisa suya que sea solo para ti.
Pasa el tiempo, y todo se vuelve muy confuso, pareces estar subida en una montaña rusa, donde hay días perfectos en los que parece que hasta le gustas; hay otros en los que por esa persona no quieres ni salir, te enfadas, incluso alguna lágrima se escapa.
Y ya, llega el momento, ese día en el que te das contra la pared, oyes lo que jamás hubieses querido oir. Definitivamente no hay ninguna oportunidad. A pesar de eso, pones buena cara. En tu interior estás deshecha. Aparentas ser fuerte, pero lo que más necesitas en ese momento es un abrazo, un gran abrazo.
Por lo menos lo tengo como amigo, eso es lo más importante si, pero como duele.