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La CondiciÓn Humana - 1. \\el Sabandija

-- Creo que ahí viene uno
-- Sí ya lo veo cariño, ¡pon tu mejor cara!
-- jajaja, desde luego -- respondió entre risas la muchachita de vestido guinda mientras flexionaba todo el torso, con las piernas totalmente extendidas, de tal forma que su rostro entró en estrecho contacto con sus rodillas.
El vehículo disminuyó su marcha, hasta aparcar con el motor encendido, se abrió la ventanilla polarizada y se asomó un joven de enjuto rostro:
-- ¿Cuánto por los servicios?
-- Cuatrocientos la hora, servicio completo cariño -- contestó la más madura, con provocativa voz, pasando el dorso de su mano por su esbelta silueta y pronando levemente su cadera con lujuriosa incitación.
-- ¡Pero que putas más caras!, ¡a ver quien te paga el piso palurda! -- gritó el jóven, mientras el coche se retiraba rápidamente dejando a las putas gritando vituperios de indignación.
--No le hagas caso querida, cada vez se ponen más pedantes -- dijo la joven, acercando se a la hoguera que habían encendido para sobrevivir la gélida noche, con débiles pasos que denotaban su falta de éxito.
-- lástima, no se veía mal el desgraciado ese, últimamente tocan puros viejosverdes-- contestó
-- prefiero a un viejoverde pervertido y apestoso, que a un pedante atractivo -- dijo la joven con una convicción que contrariaba su temple abatido y sus ojos tristes.
La octava intersección, lugar donde Rebeca y July se ganaban el pan, era un sitio miserable; el potente farol que antes iluminaba la zona, había languidecido su luz los últimos meses, de modo tal que, era prácticamente una penumbra funcional. El frío de noviembre, no aportaba más que pesar a la situación laboral de estas chicas, quienes tenían que contratar a una "sabandija" local, para que les llevara trozos de cartón o inflamables cáusticos, para alimentar el fuego que las mantenía tíbias; requerían quizás, el doble de suministros incendiarios que una persona sensata, debido a su lujurioso atavío (compuesto de microfaldas, corpiño de telita y unos sendos tacones) y a su espera sedentaria que no aportaba ni un gramo de calor de sus propios cuerpos.
El "sabandija" se llamaba Erny, de corta estatura, tez morena con múltiples cicatrices, que le deformaban su grotesco rostro, una dentadura carienta y ojos rubicundos como tomates, circundados por unas ojeras anormalmente púrpuras, todo lo anterior, impreso en un rostro miserablemente emaciado de pómulos prominentes. Con esta somera descripción, el lector deduce por qué el adjetivo de "sabandijas". En términos coloquiales eran yonkis, en el nivel cuatro de una escala no escrita del proceso de degeneración del hombre; es decir, aún funcionales, pero en un punto de "no retorno" hacia su inevitable desenlace: "el despojo humano".
-- Erny, ¿que hay en la novena?-- preguntó July, la más joven
-- n-n-nada, esta solo -- murmuró el yonki
-- ok, pon eso a la lumbre, y--
-- ¿no me pueden pagar de una vez?, vino Gera y quiere un anticipo de lo que le debo, me está esperando...
-- Crees que somos beneficencia, sabandija odiosa? -- contestó Rebeca, irritada por verse interrumpida por el despojo, y acercándose amenazadora.
-- No!, pero quiero decir que, necesito el dinero, si no me va a romper los huesos -- contestó Erny con inusitada agitación.
-- Mira, ya te lo hemos dicho, el pago es al final, y todavía no llevas ni media jornada, además, tú mismo te metes en esos líos, no sabes contenerte, pides más y no le pagas, ¿Qué quieres que hagamos?, si vas a dejarnos plantadas como la vez pasada (recuerdas?), puedes hacerlo de una vez, ya nos turnaremos nosotras, pero no nos sacrificaremos por un bastardo como tú, no somos tan ingenuas, ¡ahora lárgate! -- dijo rebeca severa, irguiéndose en toda su altura, desafiante.
Enry no dijo más, se retiró tirando el cartón al suelo y rápidamente regresó por Hidalgo hacia la novena, por donde había venido. Su rostro reflejaba miedo, a pesar de su espantoso rostro, era sencillo leer sus emociones a través de éste; July desde que se inició en el negocio, conocía las características básicas de cada miembro de la calle, desde los proxenetas, camellos, sicarios, putas, hasta los pervertidos y desde luego los yonkis; éstos últimos estaban tan polutos que sus emociones se reducían a tres: o estaban asustados, o estaban felices, o estaban en una pasividad zombie, como el barco que se deja llevar por la mar sin dirección, guíados por un influjo quimiotáctico llamado droga.

Las drogas crean monstruos, y Enry era uno desde hacía tiempo; se desembarazó de su humanidad el día que sintió el opioide discurrir por su torrente sanguíneo (con algo de polvo, y suciedad), podríamos decir que era el arquetipo de todo despojo, es decir: una persona proveniente de un contexo familiar disfuncional, malinfluenciado por granujas y seducido por la panacea de la felicidad. Poco a poco su rostro palideció, y las constantes riñas le valieron sus cicatrices desfigurantes; la alieniación transcurría a pasos agigantados; los pliegues de sus antebrazos pronto, se llenaron de abscesos y flebitis (debido a los jeringazos sin el minimo recato sanitario), sus extremidades se pusieron frías y su cuerpo se llenó de manchas purpúricas, denotando la sepsis y enfermedad terrena. Su alma se quebró, las necesidades hedónicas nublaron totalmente su escaso intelecto, desembarazandose de sus funciones corticales e involucionando a una sabandija; a un perro sarnoso que se rasca y se hurga en la herida, motivado por un prurito pernicioso y arrancándose la piel con sus propias garras; sin pensar en otra cosa que aliviar esa desgradable sensación, ¡esa PRIVACIÓN!
July, a pesar de su poca cultura general y sus escasos dieciocho años, sabía por burdo empirismo, todo lo anterior expresado, de tal forma que, al día siguiente que supo el desenlace de Enry, sintió alivio. Esa pobre alma había encontrado su fin, se había librado del infierno en vida.
Diez minutos luego de que Enry dejara a las chicas, regresó a la novena, sintiendo un miedo espantoso, cruzó la calle hidalgo, pasó a través de las prostitutas de esa zona, el carro de salchichas infectas y llegó al "punto" (es decir, donde se vendía droga); ahí lo esperaba Gera, proxeneta y narcotraficante.
Enry buscaba en su despoblada mente alguna excusa para no pagar el anticipo, pero solo encontró vacío; ese día, Gera estaba especialmente colérico, había snifeado una dosis caballo de psicotrópico veinte minutos antes, llegando a esa delgada meseta en la que se entremezclan la más grande euforia con la más implacable agresividad animal; desde luego que este estado no sucede en todos los consumidores de cocaína, pero, Gera era una persona de caracter duro, y nunca en su vida cultivo ni un solo ápice de mesura.
-- ven para acá sabandija! -- gritó Gera desde la camioneta, aparcada frente al "punto"-- Ven para acá mierda, traes mi dinero!?
-- Gera, te lo puedo dar mañana, ya sabes que si te pago -- respondió sumisamente enry
-- eehh ehh!, jajaja, que gracioso es éste no? -- Gera se dirijó entre sardónicas carcajadas a los hombres de la camioneta -- ¿No creen que es gracioso?, ¡es cínico como un perro!, ayer lo encontré metiendose esa mierda de sales de baño, estaba atrás de ese basurero! -- apuntó con su manaza hacía el contenedor de la novena -- Metiendose droga en mis propias narices!, cuando media hora antes me había dicho que no traía dinero!, jajaja, ¿No creen que es eso gracioso?, y yo, tolerante (como siempre) le digo: "eeeh!, mañana, sin falta, si no te voy a quebrar los huesos, uno a uno, entendiste sabandija?!", y el me dice: "si Gera, te lo prometo", con una sonrisota de oreja a oreja. ¿Te acuerdas rata?, te acuerdas lo que me respondiste?!, contesta! -- Las palabras de Gera habían pasado de lo jovial a lo iracundo, y sus ojos, en inicio bonachones se habían estacionado fijos en la triste silueta de Enry, apuñalando su alma, esos ojos mefistofélicos de pupilas dilatadas en extremo, era la última impresión que Enry vería, durante su posterior suplicio fatal, y él en ese momento no lo sabía.
-- N-n-n-o lo recu-cu-c--cuerdo -- respondió Enry, en un murmullo casi ininteligible.
-- t-t-t-t-te vas a mo-mo-mo-mo-rir -- respondió Gera con ironía y malicia, mientras se bajaba intempestivamente del vehículo, secundado por los demás hombres.
El suplicio fué lento hubo muchos testigos: entre putas, los del cochecito de salchichas y los yonkis locales, cada uno narraría tales hechos posteriormente como si se tratase de algo efímero.
La paliza fatal, fué aderezada por burlas y escupitajos de los verdugos, y a ese contexto infausto se le agregaron los alaridos estentóreos de la víctima; que poco a poco fueron languideciendo hasta dar paso a una respiración anfibia, que resultaba batallosa por la sangre rezumante de los labios y nariz rotas. Media hora después los matones se subieron a la camioneta, no sin antes tirar el cadáver en el contenedor antes mencionado, como si fuera basura.

July, en inicio no dió crédito a lo que le contaba Irma (puta de la novena) al día siguiente, su mente se llenó de indignación, un nudo en la garganta se le estacionó de pronto y, no la dejaría por más de un mes. Sufriría por ese desdichado toda su vida, su rostro hosco estaría impreso para siempre en su mente mientras viviera. Fué ese evento el que desató su proceso de emancipación; el evento que dió dirección a su propia libertad, al sendero de oprobio que atravesaría, surcando por las sinuosidades túrbias de la vida terrena y, por el que al final le garantizaría su salvación. Pero eso es otra historia...
Hellraiser20 de enero de 2014

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