Bien estaría querido enemigo,
que bajo tus pies la escalera desapareciese,
y complicado nudo tu cuerpo hiciese,
aceptando la caída como castigo.
Bien estaría entonces cielo,
que tus dientes se partieran como el hielo,
hace ante punzón amenazador,
causando el merecido dolor.
Bien estaría entonces amor,
que en el suelo quedasen clavados,
dejando a tu dentadura el deshonor,
de presentar huecos a ambos lados.
Bien estaría entonces la alegría,
de tu lengua viperina y fría,
al descubrir por primera vez,
el contacto del sol en su tez.
Bien estaría entonces ser febril,
que en tu frente de arruga vil,
la desesperación se dibujase,
esperando que nadie pase.
¡Bien estaría entonces que rencor no te guardase!,
pero considérame humano de esos,
que quedan lastimosamente en los huesos,
si de mi cuerpo físico lo separase.