Antes de la batalla final, sus hombres montaron su cuerpo a caballo y el Cid lideró a su ejército haciendo huir a los árabes con su leyenda; la fe en un solo hombre que ni siquiera estaba vivo derrotó a todo un ejército. En 1928, estando Francia bajo dominio inglés, Juana de Arco confesó haber visto a Dios, y la eligió para expulsar al enemigo. La nación entera se rindió a su fe y un ejército de hombres creyó por encima de todo en aquella joven, aplastando a los ingleses y cambiando el curso de la guerra de los cien años. Para cientos de miles de personas, la fe es creer en lo que no existe; puede llevar a tres individuos a destruir dos rascacielos, o a unir a multitudes por la paz. Porque cuando alguien abraza a la fe ninguna razón lo puede apartar de ella.