Dejemos el barbecho
para aquellos a quienes no les preocupa
que el sol seque sonrisas
y brise labios rojos que robaron besos
a Caines desterrados y harapientos.
Dejemos el Parnaso para aviones
sin rumbo que vuelan perdidos
en las nubes del amor ilícito y etéreo.
Y tracemos nuestro único mapa estelar
entre estrellas de cemento
donde tus uñas imbocan, en el ocaso de los perdones,
a los basiliscos ciegos que se mueren
por tus pieles y agarrotan mis tendones
y sueñan con tus huesos cuando, hartos de relamerse,
se cruzan con tu mirada en las sombras.
Dejemos las palabras para aquellos derrochadores
de salibas insulsas que no tienen nada que decir
y aprendamos hasta donde llega el crédito
de las miradas que tienen mucha hambre
y poco sueño.
Y compitamos en una carrera,
por los rincones del sudor,
a ver quien tiene menos que perder.
Dejemos la adicción a la sacarina,
y juguémonoslo todo a una,
me llevas de bentaja 4 fichas
y adivinaste la verdad en la dirección
de mis ardientes pupilas,
de licores con hielo.