Retorcieron sus cuerpos
en la noche silvante,
en el firmamento
sin horizonte,
que vibraba un instante...
Y retorcían sus cuerpos
en el anonimato de la sombra,
arrancando a mordiscos
la vida caliente del pecho
de la bestia sangrante...
y degustaban el placer,
la corrosión maldita
de sus bocas babeantes,
de sus escrúpulos prohibidos
de sus tabús palpitantes.
Y se retorcían escondidos,
como las alimañas malditas
de un sueño degradante,
la arcaica y primaria
infección del carácter,
el soplido lejano
de un murmullo insaciable.
Cuantos de estos murmullos pudren cada dia la tranquilidad de quienes solo pretenden vivir, sin mas, solo vivir.
Un saludo
Antonio