Recuérdame, amiga,
cómo conseguí infiltrarme
en tu mundo de princesas y protocolos,
en aquel salón de parquet
y tras aquel mueble-bar de anís
que tanto me gustaba.
Recuérdame, amiga,
aquellas tardes de café
en las que rogabas que dejase
de clavarte los ojos.
Aquellas tardes perdidas
entre letras sin relog.
Recuérdame, amiga,
aquellas discusiones
sobre la belleza de las tintas,
aquellas frenéticas charlas
en las que creíamos entenderlo todo,
en las que nadie interrumpía.
Recuérdame, amiga,
aquellas noches calientes,
sobre el húmedo césped
del patio de atrás,
dónde las excentricidades
más profundas se convertían
en la monotonía nocturna
de nuestro estío.
Recuérdame, amiga,
cómo conseguimos
sentirnos diferentes,
cómo conseguimos volar
entre paraísos desconocidos
para el resto,
de la mano de aquellos libros
de polvo y de aquellos poemas
sucios.
Que nada se olvide y menos todo lo que has descrito en estos versos maravillosos.
Que podamos volar siempre a paraísos desconocidos, de la mano de libros , poemas y versos como los que aquí están escritos.