En las montañas de la pequeña ciudad de Reikiavik, habia un joven llamado Irvin, un chico anormal,
le gustaba ver las auroras boreales, mas odiaba subir la montaña entera para poder notarlas mejor.
El nunca sonreia, pero tampoco se entristecia, no era indiferente, solo que su mente era diferente, le teme al agua,
pero adora el hielo, odia el calor, mas le gusta quemar cosas.
Un dia, una persona le cambio la vida, me contó, que él jamás pensó ser feliz, hasta que la conoció, del otro lado
del mundo. Él era islandés, ella era latina.
Al pasar el tiempo, vi que ya no sonreía, tenía la misma cara de siempre, una cara seria y desolada, me confesó
que se sentía solo, que había dejado de comunicarse con ella.
Su felicidad era de corto tiempo, él odiaba su intermitencia, se alegraba al verla, solo lo hacían unos diez minutos,
y se iba, su cara volvía a ser la misma, su cara jamás cambiará, él tenía una esperanza, el sonreirá, hasta que todos
lo hicieran, ,mentras aún esten asi "cara triste" el será siempre el mismo islandés desolado
