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Las Malas Noticias



Abrí el ordenador y pinché su nombre con el ratón; al instante, su historia clínica se desplegó por la pantalla de plasma. Diagnóstico: cáncer de mama. Se trataba de una mujer de 46 años que seis meses antes se había hecho unas mamografías que resultaron normales. Este dato me llamó la atención sobre manera, pues aunque ya lo he visto en otras ocasiones, afortunadamente no es frecuente ya que un cáncer que evoluciona tan rápidamente, hace que el pronóstico se vea muy comprometido.
Cuando terminé de estudiar su expediente, hice un gesto a la enfermera para que hiciera pasar a la paciente. Entró con su marido y su rostro parecía tranquilo, lo que me hizo sospechar que desconocía por completo la situación a la que iba a enfrentarse. No obstante, su actitud era seria y cortante, lo cual no era de extrañar, pues después de todas las pruebas a las que fue sometida, cualquiera puede ponerse nervioso. Acudía solemnemente para escuchar el veredicto del "juez clínico" , papel que en ese momento me correspondía. Mientras, su pareja se sentaba frente a mí. Los observé a ambos para efectivamente descubrir, gracias a mi sexto sentido, fruto de mi dilatada experiencia, que no sabían nada.
Ella era una mujer madura de aspecto moderno y juvenil, con cara serena, que no obstante reflejaba algún rasgo de preocupación, en los marcados surcos de sus pómulos, aunque intentaba disimular con una forzada sonrisa, a la vez que educadamente saludaba como si pidiera compasión por mi parte.
- Buenos días, doctor - dijo mientras se sentaba.
Debo reconocer que desde el punto de vista físico, se trataba de una mujer que llamaba la atención por su atractivo y por su " juvenil madurez". Ese tipo de mujer, con la que uno desearía entablar una relación mitad adúltera y mitad intelectual, sabiendo, a ciencia cierta, que obtendría una inolvidable y relajada felicidad, sin llegar a un mayor compromiso. Sus ojos de color cielo tormenta, ocultos por esas pequeñas ojeras que reflejaban su incertidumbre y oscura preocupación, la hacían todavía más deseable y digna de compasión.
Su marido por el contrario, aparecía como un hombre serio, excesivamente erguido, de pelo canoso por sus sienes, dejando al descubierto la piel del cuero cabelludo que vislumbraba una regia calva contrastando con una descuidada barba. Aparecía con el periódico bajo el brazo. Con actitud amenazante entró en la consulta y sin mediar palabra se sentó en la silla contigua a su mujer. Inmediatamente se acomodó en el respaldo echándose hacia atrás cubriéndolo por completo con su corpulenta espalda.
Dejó el arrugado y plegado periódico en el extremo de mi mesa, en un acto no carente de cierta brusquedad, rozando la agresividad y la impertinencia.
Cruzó sus piernas y colocó ambas manos en su regazo como si pretendiera proteger sus partes. Parecía que ya estaba dispuesto para la pelea.
Era verano y traía una camisa a cuadros de Ralf Laurent con el anagrama del jugador de polo en su costado izquierdo y los botones de la pechera desabrochados. Sus pantalones eran de sport tipo chino de color azul oscuro haciendo juego con los colores de los cuadros de la camisa. El cinturón de cuero, color marrón caramelo, y los zapatos tipo náuticos del mismo tono, con suelas de goma traslúcida.
Ella se presentaba con un vestido de gasa de dos piezas, con tonos estampados en colores tierra. La blusa ligeramente entreabierta, dejaba ver discretamente el canalillo que separaba ambos pechos de los cuales uno era el principal protagonista de aquella escena.
-Buenos días- contesté al saludo intentando poner un tono cálido en mi voz, que rompiera el hielo y a la vez inculcara algo de confianza en el ambiente.
Hacía poco tiempo, los médicos del servicio habíamos recibido unos consejos en unas charlas, de cómo comunicar malas noticias a los pacientes, por lo que ésta era una buena ocasión para poner en práctica las enseñanzas adquiridas días antes.
En no pocas ocasiones, los galenos que nos dedicamos a la oncología, tenemos que dar malas noticias. Es muy difícil, duro y complicado tener que decir a una persona que padece una enfermedad mortal... y si además es joven, mucho peor. Pero concretamente cuando a una mujer tenemos que darle la noticia de que en uno de sus pechos hay un cáncer, la situación es todavía más delicada.
-Bueno María Teresa- inicié mi alocución.
-Por lo que veo en su historia clínica, le han practicado una serie de pruebas a raíz de un ' bultito ' que se ha notado hace unos días en el pecho derecho (los diminutivos, psicológicamente minimizan la gravedad de los hechos). Traté de hacer una breve exposición de su proceso para que ella percibiera que, a pesar de ser la primera vez que la veía en la consulta estaba al corriente de su enfermedad. Esto le provocó una cierta tranquilidad que por un momento se reflejó en su ansioso rostro, relajándose la tensión que presentaba de inicio en sus pómulos.
- Quiero explicarle que todas las pruebas que le hemos practicado son necesarias, aunque algunas han sido algo desagradables, a la hora de poder descubrir alguna enfermedad importante en su pecho y hacerlo a tiempo, para poder realizar un tratamiento adecuado y conseguir su curación-. Continué tranquilizándola. Ella estaba atenta a mis explicaciones que era lo que yo pretendía para ir preparándola, poco a poco, ante la noticia que tenía que darle. Observaba como su atención se iba centrando exclusivamente en mis palabras mientras se aislaba del mundo que la rodeaba. Parecía como si todo nuestro entorno de repente oscurecía quedando iluminada solamente la escena en donde nos encontrábamos ella y yo.
- ¿En su familia hay alguien con cáncer de mama?- mi pregunta fue directa y contundente pero no iba dirigida a su persona por lo que ella al ponerse a pensar no se percató de la seriedad e intención de la misma.
-pues& que yo recuerde no hay nadie.- contestó algo dubitativa. El marido permanecía callado atento a nuestro dialogo. Su mirada se clavaba en mi cuerpo, cual aguja punzante, como si yo fuera un muñeco de vudú. Parecía más pendiente de mi persona que de lo que estaba intentando transmitir a su mujer. Su barba disimulaba los gestos de su cara pero no podía ocultar lo profundo de su mirada.

Continué con el interrogatorio a la fémina. Ella parecía una persona dócil, tranquila y algo resignada de vivir al lado de ese ser que se encontraba sentado a su izquierda. En ningún momento se cruzaron palabra alguna, ni siquiera una mirada de complicidad, de comprensión& de amor. Entendí que en esa relación existían cicatrices que habían dejado honda huella.
-Y& ¿este bultito, Mª Teresa, nunca lo había notado con anterioridad?- retomé el interrogatorio.
-que yo recuerde, no- dijo tajantemente.
-bien esto es una buena señal- precisé, intentando prepararla para la noticia que iba a darle. Había llegado el momento de entrar de lleno en el tema. Me percaté de que ella estaba suficientemente preparada. En cuanto al marido no le presté la menor atención.
- Bueno Mª Teresa, tengo que comunicarle que todas las pruebas que le hemos realizado, nos confirman que en su pecho se está generando un proceso que no es bueno y que por lo tanto es conveniente extirpar-. En un principio evité emplear la palabra cáncer para no crear un traumático impacto en su dubitativa actitud. Inmediatamente ella replicó: - entonces& ¿es malo?- Es la primera pregunta que hace una paciente cuando le das la noticia de esta forma.
-Efectivamente-, aseveré con voz pausada intentando quitar dramatismo a mi respuesta para, inmediatamente tranquilizarla diciéndole: - pero debe estar contenta porque lo hemos cogido a tiempo- y antes de que ella me contestara me adelanté:
- ya sé que piensa que eso lo decimos siempre, pero créame& (hice una pausa prolongada para relajar el ambiente y darle tiempo a que asimilara la noticia) en su caso es la pura verdad-. Efectivamente el tono de mi voz le inspiró seguridad y ganas de luchar lo que se notó en sus ojos que por un instante brillaron como preciosos diamantes.
- Le aseguro que esta es una batalla que tanto usted como paciente y yo como médico, tenemos ganada; y créame, lo digo con todo el convencimiento, ya que mi larga experiencia en patología mamaria me ha demostrado que situaciones como ésta tienen siempre un final feliz-.
Por fin la vi esbozar una sonrisa. Había conseguido atraer su confianza, lo cual es esencial para tratar a estos pacientes. Forma parte de la terapia, o al menos así lo creo. Observé que estaba totalmente entregada a mis palabras, así que sin más preámbulo, comencé a exponerle todos los pasos que íbamos a seguir a partir de ese momento, hasta terminar el tratamiento con todas las posibles complicaciones que nos podríamos encontrar en el camino. Pero ella estaba totalmente decidida y escuchaba atentamente todas mis indicaciones, preguntándome las dudas que le iban surgiendo como le había indicado, al comenzar mi larga lista de tratamientos que tendríamos que realizar.
Cuando terminamos de aclarar interrogantes, ella me hizo una petición:
- Doctor, ¿será usted el que se ocupara de mi tratamiento?- lo hizo esperando una respuesta afirmativa por mi parte, lo que confirmaba mis sospechas: había conseguido que esa mujer no se hundiera psicológicamente tras recibir una mala noticia.
- ¡por supuesto que sí¡ - le contesté.
- no se preocupe porque si en algún momento yo no puedo atenderla, siempre estará en las mejores manos. De eso me encargaré personalmente-. Cuando terminé de aceptar su petición, se levantó enérgicamente de la silla con un rostro iluminado por la confianza. Tendió su mano hacia mí y dijo: -mi vida depende de usted-. Estrechándole la mano le contesté:
- No se preocupe, conocerá a sus bisnietos. Estoy seguro de ello-.
A continuación salió por la puerta. Mientras su marido sin mediar palabra se levantó de la silla y cuando se decidió a seguirla, le detuve no sin cierta brusquedad, sujetando su brazo derecho con mi mano izquierda, lo que hizo que se girara violentamente hacia mí. Entonces le increpé con un ligero tono de voz enérgico y entrecortado:
- ¿ no cree que esta mujer se merece afecto y comprensión en estos momentos?. Sería un acto de franca sabiduría, y usted, por su aspecto, parece tenerla-. En ese momento bajó la mirada al suelo por primera vez como si entonara el mea culpa; retiró suavemente mi mano de su brazo y salió por la puerta sin mediar palabra. Ella estaba esperando en el pasillo. Cuando llegó a su lado le dio un beso en la mejilla y cogiéndola por los hombros se alejaron lentamente como dos tortolitos en dirección al ascensor que les conduciría a la salida.


Igruher24 de enero de 2020

1 Recomendaciones

2 Comentarios

  • Heraolympya

    Un sentimiento que llega al alma pero con dolor gran texto siempre adelante .
    Saludos

    26/01/20 04:01

  • Igruher

    Muchas gracias Heraolympya por tu comentario. El cáncer de mama aunque se ha conseguido avanzar mucho en su control y curación sigue siendo uno de los más temidos, por las repercusiones psicológicas y estéticas que produce. De todas formas, estoy convencido que la ciencia en poco tiempo conseguirá tratamientos, para este tipo de cáncer, que ya no precisen de cirugía. Un saludo.

    28/01/20 11:01

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