Francisco se despertó sobresaltado por el extraño sueño que había tenido durante la noche. Las sábanas estaban húmedas del sudor que experimentó durante el período de descanso.
Sentado en la cama, y algo obnubilado comenzó a recordar la pesadilla que había experimentado horas antes, pero esta vez con la conciencia despierta. A pesar de todo, le resultaba algo complicado recomponer las escenas porque, como eran tan terribles, su "super yo" las había comenzado a borrar de su mente.
Alzó la vista al techo de la habitación y la primera palabra que le vino a la mente fue LIBERTAD. Miró a su alrededor y sintió una sensación de FELICIDAD. Estaba en la realidad cotidiana tenía libertad y era feliz. Con eso le bastaba, a pesar de que su pesadilla había sido oscura, tenebrosa y horrorosa: los hombres en colectividad le habían quitado esas dos palabras y las habían sustituído por ODIO Y OPRESION.
Ya, fuera de la cama, sus pensamientos continuaron no sin un cierto temor, resquicio de lo que todavía quedaba en su mente del sueño vivido.
-¡Dios mío!, no permitas que los seres humanos nos quitemos la libertad individual pues dejamos de ser felices, y la vida sin felicidad se convierte en un calvario-.
La libertad es un bien individual y no colectivo, pues mi libertad termina donde empieza la de mi semejante y así sucesivamente consiguiendo de esta forma que todos podamos ser libres. No nos dejemos engañar por los colectivos que su objetivo final es cercenar la libertad individual.