Uno tras otro los capítulos cierran,
queda enseñanza en el domicilio del alma
para la evolución y el encuentro
... consigo mismo.
Mis ciclos caen inexorablemente
en alternos:
sofocado, gratificado.
El intervalo pretérito,
los pasos decididos,
no volverán.
Con más energía y entusiasmo
con un sol que amanece,
anidas en mi razón
convocando muestrario nuevo.
Aflora la pauta,
miel de la abeja reina
jugamos con frases y flores,
deseos con distinción
escurriendo senderos transitables,
renace el gusto por el detalle oportuno,
el hallazgo, tentación,
insistir en descubro,
imagen que repaso,
diluvio de abrazos, caminos largos,
dilemas en este peregrinar.
Se remonta el horizonte por querer más,
bríos que lustran la pasión
sin vislumbrar caída.
Es pretender llegar lejos sin tristeza.
Así,
es mí andar interminable.
Unas, abriendo sendas espinosas,
es arduo mantener las expectativas
con acciones tercas cuando hay que elegir,
pero el ímpetu desborda el cauce,
es anchuroso el fluir por la compañera.
Trozos quedan, larga lección
que acontece solitaria,
como noche de eclipse lunar
el antes y el después de las motivaciones,
éxodos, lapsos que abren o clausuran
y esa ausencia lejana, transitoria,
es leer en mi libro,
la brevedad de aquellos espacios ocupados.
Editar esa añoranza lejana,
terapia para extinguir el hábito,
vuela corazón, vuela,
renueva el espíritu con agasajo,
esa confidencia de la amada
y digerir con regocijo su dulce piel,
ingeniosa, libre, plena.
Las palabras llegan con su carga
rompe las debilidades,
ascender ante la adversidad,
digno placer tu abrazo
más allá de los finales del pensamiento,
asumiendo vías poco transitadas
donde vivifique el beso y la entrega
antes que morir de mengua.
Es la amante que cicatriza fisuras
con su lado humano real y alcanzable.