Destino cruel la lanzó a vivir
de los corazones ajenos.
Ayer con la piel
límpida, perfumada,
hoy condenada
se añeja con el humo
de la ciudad,
ayer su matriz parió
hijos de cada amor habido,
hoy nadie la recuerda
extiende su mano,
la acompaña su fiel bastón
espera unas moneditas
algún mendrugo de pan,
y la terrible noche acecha
que la arropará
con su oscuro y frío manto.
En la otra cuadra yo,
con mi recuerdo
del amor ido,
se fue con Dios,
extendiendo mano sincera,
latiendo añores
no quiero migajas,
¡me sorprendió la vida
en los intentos de compartir!
No deseo monedas,
ni mendigar, solo un huerto
deseo encontrar,
donde sembrar.