Nueve de posición desconocida del sol, de un domingo cualquiera en un mes atérmico del año propósitos no cumplidos . Poca luz queda ya, y la que queda se muestra impasible y parece no querer colarse por mi ventana. Gélido ambiente, donde hierven las ganas de cerrar de nuevo los ojos después de un tiempo inexacto en mi memoria, quizás desde que la estrella pervivía casi en la misma posición o desde que el satélite iluminaba con tono níveo el cielo. Puedo sentir dos manos acariciando mi torso desnudo, me envuelven bajo un tacto de algodón frío, me hago un ovillo, cierro los ojos y siento como me toca el pelo, siento el cuerpo liviano, dudo si mi corazón late:
Un,
Dos,
Tres,
Un,
Dos,
Tres.
Silencio quebrado por nebulosa constante en mis oídos, parecida a la existente al otro lado de la línea cuando te llamo. Me concentro en las manos que me tocan, claman sosiego. Nebulosa desaparece. Sonido limpio y vacío que produce en mi escalofrío que me quema por dentro.
No tengo soporte, estoy flotando sobre la nada. No. Miento. Sus manos parecen sujetarme. Siento como me tatúo en la consciencia un No pasa nada, está aquí . Calma, bienvenida.
