Pintaba mi vida de luz, gran cielo azul, donde vive el Sol, las nubes, los pájaros, el aire, el amor y los enamorados. Esos enamorados, los que están en esa nube flotando, alejados de la realidad, viendo la vida pasar, felices, en un estado de locura y con el mundo a sus pies.
Una vez estuve allí, alejada de toda realidad, donde cada día funcionaba por la fuerza de su sonrisa y el sonido de su voz, esa energía constante que se recargaba cada vez que me miraba y sonreia, llena de hperactividad, capaz de arrasar junto con el viento todo a mil arrededor empapandome de miles de sensaciones. Tan alto que una vez estuve cerca del Sol, porque cuando estás enamorado todo es posible, no hay barreras ni límites que te dicten cuando puedes amar, todo es más fácil, más positivo y bonito.
Pero cuánto más alto mayor será la caída y un día todo eso, ese azul... azul cielo se convirtió en gris, ya no veía nada a mi alrededor, no veía luz, no encontraba el Sol para sentirme segura, ya no veía el suelo a mis pies, no quería avanzar por si me perdía o se esfumaba lo que me quedaba cerca. Ya no veía ni escuchaba los pájaros cantar, las nubes parecían furiosas, apunto de romper a llorar, el aire era frío y el amor... desapareció. Entonces toda mi energía se descargo, empecé a tener miedo esperando que de un momento a otro todo volvería a mi realidad, cerré los ojos un instante recordando todo tal cual era antes, esperando así al abrirlos que todo fuera igual. Empecé a sonreír y llorar de felicidad, y de pronto mis lágrimas provocaron la tormenta, y nada volvió a ser como antes.
Volví a mi extraña realidad, ya no estaba flotando, estaba en la Tierra, ya nada me parecía especial ni diferente, solo veía vacío, vacío porque tu me dejaste, creamos ese mundo juntos con el sello de para siempre y rompiste nuestra promesa y con ella nuestro mundo.
