El ecuador ha madrugado
y manda a los polos su opulencia.
Allí habita un viejito prepotente
que a todos da sus gotas de cianuro:
No tiene amigos ni los necesita
pues vive de recuerdos futboleros.
Este hermoso país ha sucumbido
a que habite en él una catástrofe.
Los espejos no miran al viejito
que se cree más arriba del reflejo.
Vive de pasadas glorias muertas
y entre sus sienes hay un eco funerario.
Es un ser que toca lo que mancha
y sobrevive con vapores de bromuro.
La prepotencia cae de su cuerpo
pues es torcido vaso que mucho odio contiene.
Y para que no sea un enigma
le llamaré el número dos del Quito viejo.