Me cansé de esperar a la misma mujer
que venía en el vaho, remontando mi cuerpo.
Su cabellera flotaba a contraluz
y era del todo curvilínea y fluída.
Me atrapaba en la noche como me atrapa el mar
y su amor era como bruma anunciada.
Sus besos eran vagos e íban al reposo
pero nunca tuvieron el vigor de la sangre.
Me cansé de montar unos muslos de niebla
y hoy busco unos dientes que me muerdan furientes.