Para salir a la calle me transformo y me visto:
Guardo en mil maletines mis libros de aventuras.
Me visto en un traje sepulcralmente limpio
como para andar a la altura de los que teñidos limpiamotores.
Tomo la avenida o la contristada alargadura que la constituye:
Cada quien está enfundado en su sí o en su yo y algunos son amenos.
Paso frente a las tiendas curtidas y los campos de bazofia
y veo a los perros y a los gatos orinando y demarcando su territorio.
Ya están los niños de caras engordadas con sus mochilas
y las primeras papeleras meadas por vacadas de borrachos.
Algunas prostitutas ya duermen pero otras apenas se levantan
y tratan a todos con la misma manía cariñosa de un billete acariciable.
El hospital está atestado de recios que no desean encontrarse con el limbo,
pero el limbo espera allí, con cara iracunda, como los aeropagitas.
Cada momento hay advenimientos y las almas parten a otros territorios
mientras yo tomo el autobús donde me convierto en añadidura.