Persiste en el árbol la maraña
de infinitas hojas semiabiertas:
Están secas y a la vez son húmedas
y en moldeados contornos se definen.
Esas hojas rodean casas muertas,
caminan por el trigo ante las grutas,
hacen unciones en la callosidad del pie,
aparecen en mi plato de cereales,
me dan a beber de su taza de leche
y tienen mañas de amigas sempiternas:
Esas hojas suelen definir al muérdago
bajo el cual te creas, instantánea.
Yo las pongo sobre bandejas y en floreros
y las llevo a la cama a que me hagan compañía.
Persisten en acompañarme en mis desvelos
y me envuelvo en ellas cuando me encuentro ebrio.
Persisten en tomar forma de mujer
y meterse a la cama sin el frío de la nieve.
Y sobre mi se arquean y se doblan
dando mejores caricias que la mejor trigueña.