Alberto es un niño vivaracho que un día se palia de lobo para dar un susto de miedo a su madre. Tras el susto, su madre, le gritó: "¡Eres un monstruo!", y Alberto fue castigado a la cama sin cenar. Cuando Alberto llegó a su cuarto contrariado, empezó a imaginar que aparecía en un misterioso bosque que le cautivó por completo, era, el mundo que deseaba y que le llevo de la triste realidad a la maravillosa fantasía. El pequeño decide continuar e imagina que encuentra una costa con un bote que le llevaría a la Tierra de los Monstruos, donde sus travesuras serían bienvenidas. Alberto, de este modo, se convierte en el rey de los monstruos y es el más temido de ellos. Sin embargo, pasan las horas, cae la noche, y la realidad se apodera de él, su madre entra en la habitación, trae un plato con su cena, y tras una caricia y una mirada cómplice, la corona de los monstruos pasa como por arte de magina de una cabeza a otra.
Cae la noche, y con los ojos entre abiertos, Alberto aún consigue distinguir la corona y nota como las sabanas cubren sus hombros, la puerta se cierra y antes de cerrar los ojos, Alberto regresa con su barca y ata la amarra en el embarcadero de la realidad.
Tras el lago, la luna refleja su luz, y en la otra orilla, el otro reino descansa, esta noche dormirá sin rey.