Sin dueño carga en su lomo,
lágrimas y gritos
de luces (antónimos),
crías de una bestia llamada justicia.
Llevando atada a sus alas,
palabras inmunes de miedo
y silencio.
Tú que despiertas
desde el sur hasta el norte,
del este al oeste;
firme irrumpes segura
aun en caída...
Provienes de un habitad
dónde ningún hombre ha estado;
paseas la vista y las garras
aun en el costal de la prisa.
Déjanos ser anfitriones
de hoy tu apremiante visita,
de tus revoloteos,
causantes de cambios en el viento,
y a tu alrededor...
Déjanos contemplarte
sin sangre a tu paso,
y ser de tu gravedad jinetes,
como testigos de tu longeva suerte;
... Y de tu nutrir a cualquier suelo.
Tú que vives posada en ventanas
y puertas de anhelos;
que anidas en espacios anchos
y estrechos...
... Que trazas e impones tu vuelo
en la selva de asfalto,
y en el bosque sin tiempo...
Quiero aferrarme a tu pecho,
a tus extremidades de antaño,
a tus alas cargadas de vegetación
y cascadas,
partes de tu ser, cual no puede
atraparse.
Tú que polinizas en tus gotas,
imaginación y sueños,
desde rincones fríos y secos;
en lejanos párrafos, y anexos,
de un libro escrito por la vida...
Ven a mí, ave inquieta,
vuela lejos, vuela alto,
en todo el mundo, en todas partes,
llega a todos, a muchos, veloz y risueña;
a tí, que muchos llaman libertad,
tú, que eres derecho y potestad
de todo aquel que existe;
que nunca se apague tu alegría,
ni se apacigüe de polvo tu vuelo...
Me ha encantado tu poema, casi oración si me permites, dibujando con maestría esa libertad anhelada por todos en su vida cotidiana. Un saludo cordial.