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La Cortina

¿Puedo seguir escondiéndome detrás de esta cortina?
Hace años que no la uso. Que no la uso para esconderme.
Ella ha seguido cumpliendo con su función original de tapar la luz de fuera, de ocultar el día y la de la farola de noche. La cortina traía esa oscuridad para poder cerrar mis párpados y dejar de ver sombras y formas.
Entonces sí la he usado, puedo decir que a cierto modo he seguido usando esa cortina para poner límite entre lo que quiero ver y no. Ella siempre ha estado ahí, camuflada en su rutina, pastando desapercibida ocupada en nimiedades básicas, como un vaca en el prado.
De joven, tras la tela, en ese minúsculo espacio entre la pared y la tela, fue mi patio de recreo personal, un retiro en la montaña cuando no quería jugar con nadie más, cuando quería jugar a mis propios juegos sin ser visto. Siempre fui un rebelde. Era mi cueva donde nadie me veía pero al mismo tiempo, cualquiera que me conociera, que era justamente de los que me escondía, me podían encontrar. Para el caso, si mi madre me llamaba 2 veces y no respondía, yo sabía que ella me encontraría ahí detrás de la cortina en 2 minutos, era lo que esperaba. Era un espacio para no ser visto si de casualidad pasaba alguien por cerca, pero para ser encontrado para el que busca. Se entendía que lo que hacía ahí era para no ser preguntado, no ser juzgado. Mi espacio.
He estado mucho tiempo deambulando lejos de mi juego, ¿perdido quizás? sí si consideramos que eso era mi ocupación, mi respiro. Me perdí a mi propio tiempo y espacio, me quité un respiro, para darme aire. Me alejé de todo, de lo que me gustaba también, no se como llegué a eso. Un vagabundo voluntario. Bueno, digamos que crecí.
No he tocado la cortina por años. Me abandoné a lo que el tiempo me deparaba. Un poco por falta de tiempo, otro poco por vagancia, pero sobre todo porque lo que hacía me distraía de lo que hay dentro y lo de fuera, la cortina ya no servía pues. ¿Para qué taparse los ojos cuando uno no los abre? Además, mi tacto no es muy preciado, no desarrollé otros sentidos para recuperar contacto exterior, perdí empatía por las formas, ya no sabía seguir una guía, por eso me perdí y me gustó.
... He vuelto a casa. Crecí mucho, osea me alejé mucho de yo niño. Respiro profundo, cojo un lápiz y escribo sobre el ayuno que pasé esos muchos años.
Ahora desbordo esa cortina, la rebalso por todos lados. La he inflado como la serpiente del principito, tiene una protuberancia a la altura de mi barriga que no puedo ocultar, no sé si será un elefante o un sombrero. Mis pies sobresalen bastante, como los de un payaso, y cualquiera que pase por delante sin prestar atención se podría tropezar. Ahora este espacio parece más bien el patio de una prisión, no puedo ni darme la vuelta sin sentirme atrapado. Pero sigue siendo mi espacio, mi lugar, es la cortina que está en mi casa, la que uso para tapar el sol y la luz de la farola.
Jianon12 de diciembre de 2023

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