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Marina (parte 2)

Leonardo estaba fuera en el frente de la casa, cortaba leña enérgicamente bajo el cálido sol de media tarde, era un día encantador, las nubes se paseaban rápidamente entre la luz del sol, proyectando sombras que iban y venían con una asombrosa rapidez. Leonardo se detuvo un instante para tomarse un respiro y estirar la espalda, su atención se centró en el viejo columpio que estaba en el extremo izquierdo de la casa, miraba con atención como se mecía con la cálida brisa de la tarde, el hierro producía un leve chillido al moverse entonces, un repentino flash cegó su mente.


Recordó como fue que llegó a ese hogar hace ya casi ocho años atrás, era un hombre diferente, uno lleno de vida y fuerza, su mente estaba clara y firme, no era el remedo masculino que hoy en día habitaba la propiedad.


Recordó a Marina, esa tímida y tierna niña de dieciséis años permanentemente callada y misteriosa, también pudo ver a Lina, la hermosa madre de Marina… Eran tan parecidas… Hoy día Marina era la viva imagen de Lina, su piel tan blanca como la leche, sus pechos perfectos, esa hermosa sonrisa y ese cabello negro tan intenso que lo volvía loco, eran tiempos felices, donde el radiante sol y los frutos silvestres eran abundantes, eran épocas donde Leonardo había encajado perfectamente como el esposo perfecto, el amante perfecto e incluso el padre perfecto…


Marina nunca había puesto objeción alguna en llamarlo papi pero, la felicidad duró solo un par de años, el “rina – ran” del columpio resonaba en la mente de Leonardo y entonces vio la muerte de Lina, esa maldita enfermedad que la arrancó de sus brazos, ese terrible mal que mallugaba el cuerpo entero de la pobre Lina, ese último momento en que con todas su fuerzas sujetó su mano y le pidió que por sobre todas las cosas mantuviera a salvo a Marina.


-Es tan especial… No tienes ni idea de lo especial que es…

-Lo sé… Es una extraordinaria niña.

-Es una en un millón… Decía cansada mientras apretaba la mano de su amante.

Con un último beso cerró su promesa e instantes después su mano se desprendió, llevándose con ella el calor de lo que alguna vez fue el amor de su vida, Leonardo sucumbió al dolor y se dejó caer en una profunda depresión, la cual le carcomió hasta los huesos, dejando de lado cualquier asunto, persona o sueño que tenía.

Para marina no fue distinta la situación, aunque a diferencia de Leonardo ella continuó con la destrozada vida que llevaba, al convertirse en huérfana el único apoyo con el que contaba era con el de su padrastro. Una hoja se impactó con la frente de Leonardo, lo cual rompió un poco su concentración, entonces un rayo de luz salió de entre las nubes y calló justo sobre él.

-Así fue… Susurró…

La regresión continuó y recordó al rayo de luz que había iluminado su vida de nueva cuenta, recordó aquella fría noche en la que llegó a casa, con el corazón moribundo como era habitual en ese entonces, llegó ebrio pero no demasiado como para no recordar con precisión, vio como llegaba a casa abriendo torpemente la puerta principal, se introdujo en ella e intentó colocar sin éxito su abrigo en el perchero, este calló en el suelo y unos cuantos pasos más al frente sucedió lo mismo con Leonardo, calló tan fuerte que Marina bajó inmediatamente al escuchar el tremendo golpe en el suelo.

-Papi!

-Tienes que dejar de hacer esto, un día de estos podrías morir! No sabes lo preocupada que me dejas cuando sales a beber.

Leonardo la miraba con los ojos llorosos y rezongaba enérgicamente.

-¿Y qué? ¿Qué importa si muero? Quizá eso es lo que necesito… Cualquier cosa sería mejor que esto!

Marina lo levantó del suelo y lo abrazó con fuerza.

-A mí! A mí me importa si ya no vuelves! Le reclamó llorando con avidez.

-No entiendes, eres todo lo que me queda! Eres todo lo que tengo! ¿Por qué dices eso? A mí me importa!

Leonardo vio su pálido rostro cubierto de lágrimas, y entonces vio ese rayo de luz, esa esperanza que estaba buscando desde la partida de Lina, esta hermosa mujer que lo abrazaba tan cálidamente, esa amada mujer por quien daría la vida.

-Lina… Marina… mi niña, mi amada… Mi mujer.

Leonardo la abrazó fuertemente y la apretó contra su cuerpo.

-Eres tan amable… Siempre has sido una niña con un corazón tan bondadoso.

Marina lo miró y se acurruco en su pecho. Leonardo la besó en la mejilla y se quedó en ese lugar, una de sus manos la tomó de la cintura y con la otra sujetó uno de sus brazos, Leonardo comenzó a bajar sus labios por el cuello de Marina, besándolo por todo lo largo.

-¿Papi?

Leonardo, continuó y deslizó su mano por sus caderas hasta llegar a sus glúteos.

-¿Papi que haces? No!

Leonardo era una fiera, una fiera que había encontrado la fuente de aliento que tanto había buscado, Marina se agitó e intentó sacar la gruesa mano de Leonardo, pero no pudo hacerlo, quedando tumbados en el suelo de la sala, este comenzó a subir las faldas de la delicada Marina.

-Papi no! Por favor!

El simplemente no escuchaba, deslizó su mano en la entrepierna de Marina y la beso bestialmente, ella contuvo el llanto, no podía creer que eso le estuviera pasando.

Y entonces algo detuvo la lujuria de Leonardo, algo en aquella privada zona del cuerpo de Marina no era normal, se levantó súbitamente y se quedó perplejo, Marina estaba en shock, ya nada importaba, estaba tan herida que le daba terror el solo hecho de moverse.

Leonardo retiró las pantaletas de Marina y vio. Una mujer… Que se reproduce como hombre? O era un hombre que vivía como mujer?

Se vio abrumado al descubrir genitales iguales a los de él, era imposible! ¿Estaba demasiado ebrio? Pero era tan hermosa…

-Marina, mi niña, mi mujer. Era… mi hombre?

Al verla tan indefensa, inmóvil y hundida en la obscuridad de sus pensamientos, Leonardo avivó su fuego y procedió… Tomó a marina por los brazos y la colocó boca abajo… Los recuerdos de su madre moraban más que nunca en su cabeza sólo podía ver la madera del piso de la sala, la sonrisa de su madre, el calor de su verdadero padre, y en el último momento de conciencia perdió su voz, el intenso dolor que sintió… Las lágrimas que brotaron… Las envestidas de Leonardo… Y el suelo helado… Una chispa de ira, un universo de temores y entonces un pensamiento surgió, Leonardo se arrepentiría por esto.
Jolu28 de septiembre de 2013

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