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En un Momento 6


Gracias, me dijo ella una vez. No sabía con claridad él por qué. Pero en sus ojos se reflejaba la verdad del momento, no dejaba nada a la incertidumbre. No podía ni imaginar que ella estuviera mintiéndome. Cerró sus ojos y suspiró, se acercó a mi pecho y el susurro de mis latidos la durmió.

Yo no podía entender lo que pasaba, en esa noche no pude descifrar su realidad. Mi naturaleza desdichada y errática no me dejó profetizar la certera venida de los futuros juntos.

Todavía trataba de ocultar ciertas cosas y de negar otras, quizá por la falta de costumbre de una relación con este tipo de simbologías o simple por mi propio miedo; prefiero ir despacio y poder detener el golpe, me dijo ella, me pareció muy apropiado pero míseramente arriesgado. Antes de ella, para mí, todo debía serlo, disfrutaba el hecho del convencimiento, no me importaba el acto de perder o ganar, me embrujaba el riesgo. El leerlas de una manera que ni ellas mismas lo entendieran era suficiente para serles sincero, pero, nunca jamás, ofrecí lo que no podía dar… bueno, talvez lo ocultaba tras el velo de la posibilidad, eso era suficiente para la mayoría.

Con ella la posibilidad no existía, era lo menos buscado. La construcción de cimientos verdaderos era nuestra cotidianidad, nos esforzábamos por crearlos. Nos preñamos de sus verdades y de las mías, compartíamos los enojos de forma equitativa y justamente en tamaño, nos mecíamos en nuestros recuerdos, analizábamos nuestro tiempo juntos, uno o dos días después, respetábamos nuestros miedos y los partíamos.

Aunque, tal vez, no sabré explicarlo de forma fidedigna, es casi déspota el razonamiento que me exige escribir nuestro miedo. No entendíamos que pasaba con nuestros pensamientos, esos que siempre te describieron y describieron lo nuestro. Nuestra seguridad sufrida, por lo dificultoso que fue erigirla. Nuestra confianza a ciegas, que fue traída en un muy espinado camino. Mi salvaje carácter que lo entendiste de forma muy natural, lo arrullabas y calmabas. Tu exageración en momentos de disgusto, tu forma extrema de encontrar salida a estos. Nuestras extensas charlas de nuestros pequeños tiempos juntos en nuestros estirados momentos de calidad. De mis suspiros a tu lado y tus ruidos por las noches. De nuestro conocimiento mutuo, ese que daba miedo.

Dubitativo y tambaleante, me acerque a ti y me retuve a tu lado, segura y firme, te mantienes a mi lado. Todo titubeo fue achicándose desde que me dijiste te quiero, desde tus molestias por las más agridulces situaciones, desde que logre cerrar los ojos al besarte, desde el día aquel en la ventana.

Tengo miedo, me dijo una vez ella; yo también. No pensé que esto llegara a esta instancia, no sabría explicar como lo transformamos en algo tan lindo; yo nunca pensé que esto creciera tanto, le contesté, a estás alturas ya hubiese corrido del lado de cualquier otra, pero eso me da la certera razón que eres la excepción a la regla. Callamos, y seguimos juntos.
Josermac18 de marzo de 2008

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