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El Trono Invisible





El Trono Invisible.
Por Jesús Prato.
Capítulo I

Soy un narrador omnisciente desde éste momento. Hablaré tal como habla cierto griego culto y famoso, me expresaré como nuestro queridísimo poeta Homero al tratar de opinar que soy de condición renuente frente a la idea de aceptar ser un dios y prefiero ‘ser siervo en el campo de cualquier labrador sin caudal’, por aquello de que la muerte hace las cosas de la vida más emocionantes dándole el valor merecido. Imagino cómo será vivir como un inmortal. Si me convirtiera en uno, disfrutaría todos los placeres de la vida sin importarme nada, sin tomar medidas, y sin detenerme a pensar. Pero esto sólo sería al principio porque lentamente perdería aquella emoción primera y luego empezaría a sufrir algo llamado aburrimiento.
Pero describiré esto de manera científica: El mecanismo simple por el que los animales alteran sus niveles de sensibilidad (sus umbrales de respuesta), y que puede en último término ayudarnos a explicar la motivación, es lo que se llama habituación. Fenómeno opuesto a la sensibilización (los umbrales necesarios para provocar una respuesta son cada vez menores), es esencialmente una conducta de aburrimiento: la presentación repetida del mismo estímulo lo hace ineficaz, causando una disminución de la intensidad o frecuencia, e incluso la desaparición de la respuesta. En pocas palabras, lo que se ha llamado habituación, término reciente usado por los biólogos y filósofos de La Academia en la madre Atenas, es sencillamente aburrimiento. Tal vez el entendido leyendo estas líneas creerá que estoy rebajando al ser humano a un animal, pero desgraciadamente no veo mucha diferencia. Por lo tanto al ‘habituarme’ a los placeres poco a poco perderé la sensibilidad, y al final ya no sabré lo que es el suave y arrullador soplido del aire fresco de la mañana, o el cálido suceso de un beso, o el dulce sabor de la miel cuando recorra mi garganta. No sentiré nada, y cuando llegue ese momento será igual a la muerte, pero seguiré vivo para sufrirlo eternamente.
Pero aún no hablaré de mí en detalle, voy a contar una historia, no sé si ficticia o real, que planeo dejar a las futuras generaciones de hombres, cuyos pensamientos ayuden al progreso de la humanidad y a la búsqueda de la verdad; depende de los pensamientos de otros respecto a la realidad o fantasía de éste relato. Yo opino esto: nuestra vida no es real, sólo somos parte de una idea, de algo efímero, de un cuento o de una historia oculta. En tiempos remotos un desafortunado muchacho nació en Tebas, aquí en medio de Grecia, la grande en su tiempo, cuando se empezaba a usar el bronce para elaborar colosales estatuas, y en el momento en el que los Epígonos, con sus arcos entesados y flechas envenenadas, planeaban una venganza contra la ciudad. El rey Eteocles había muerto a espada antes de ello, y no recuerdo quién fue el sucesor- o sucesores -del trono, de todos modos yo lamento que la suerte de aquel pueblo no hubiese estado en sus manos, o en otras mejores. Cuando el muchacho, llamado Crátilo, cumplió siete años, la ciudad fue asediada, prendida en llamas y saqueada, en eso sus padres intentaron huir con él y su pequeña hermana de tres años al norte, pero eran perseguidos por uno de los mejores rastreadores de los Epígonos, un guerrero astuto llamado Diomedes, por ello pasaron por muchas pruebas y corrieron durante mucho tiempo.
Finalmente se dieron cuenta de que ya no podían seguir: el cansancio de noches enteras sin dormir, teniendo que sufrir el hambre y la miseria de ser fugitivos, hizo que la hermana de Crátilo tristemente muriera enferma de algo extraño en los pulmones, por lo que sus padres desistieron y se entregaron a Diomedes dejando escondido a su último hijo en un lugar desconocido por mi hasta hoy. Diomedes mató a los padres del niño despiadadamente, y por asegurarse de que no existiera ningún remanente de Tebas en el futuro, se aseguró de buscar más allá, hasta Delfos, por eso Crátilo tuvo que seguir huyendo, y por poco lo alcanzaron. Tiempo después Diomedes renunció a su búsqueda, convencido de que su venganza y la de sus hermanos, ya había sido consumada. El pequeño Crátilo al no darse cuenta de ello siguió siempre huyendo, empujado por el miedo como cuando una ola es empujada por el viento de una tormenta. Estuvo perdido, y parece algo inexplicable pero hasta donde yo sé, la fuerza de su miedo lo llevo hasta el monte Olimpo.
Luego se detuvo una despejada mañana en la sima de aquel lugar de los dioses, (y nadie sabe cómo llegó hasta allá), con la horrible imagen de sus recuerdos, acechado por el miedo de que quizás lo seguirían hasta el fin del mundo. Entonces hizo lo que había visto hacer a sus padres en momentos de angustia y clamó al ‘dios de dioses’ recitando de memoria el siguiente ruego:
-¡Zeus!, ¡Gran señor del cielo!, ¡Acudid con vuestra espada de fuego y haced llover sobre mis enemigos que me siguen hasta Hades!, ¿Dónde está vuestro brazo cual columna se levanta para tapar al sol con las nubes?, ¡necesito ser cubierto por vuestra égida, y guiado por la majestuosa águila feroz!-
Gritó con todas sus fuerzas varias veces los mismos versos, hasta dormirse de cansancio y dolor. Y empezó a soñar, pero él no lo sabía, así creyó estar nuevamente despierto, entonces sus ojos vieron a Zeus- en el sueño- el cual estaba en su forma humana, y el cual le hablo con voz de trueno:
-¡No debéis temer!, vuestro llanto me ha conmovido, he escuchado vuestra súplica, he aquí que os salvo. -
En ése momento el dios alzó sus manos hacia el cielo del Olimpo, y de las nubes surgió el águila feroz, gigantesca y poderosa ave que con sus alas despejó el cielo, levantó la nieve descubriendo el monte, y aterrizó en la cima replegando sus inmensas alas para no tapar el sol, siendo tan enorme como un dragón. Crátilo aún no podía creer lo que veía (y de hecho no tenía por qué creer siendo todo ello un sueño, aunque no lo sabía).
-Subid, ella os llevará a donde vive hoy Hestia, para que seáis criado como los dioses y podáis tener protección, y recordad siempre que cuando seáis ya hombre deberéis abandonarla para que hagáis vuestra propia vida, una vida de agradecimiento y culto a los dioses. – Decía Zeus.
Atónito, el niño no podía pronunciar palabra, así que haciendo caso, y viendo que la increíble ave inclinaba su cabeza para poder recogerlo, él se asió y trepó por el inmenso cuello hasta llegar a su dorso. Al voltear al suelo Zeus había desaparecido e inmediatamente el águila alzo el vuelo, tan estrepitoso que por poco derriba los collados. Y así emprendió uno de los viajes más extraños de su vida, irreal en todo el sentido del predicado, también incierto y misterioso.

Capítulo II

Todo principio de historia suele ser simple, pero el principio de todas las cosas también fue pequeño y progresivo, además estoy convencido de que las cosas pequeñas hacen las cosas grandes, por eso los detalles más pequeños de nuestras vidas son lo más importante para llegar a encontrar la felicidad. Cada vez que reconsidero la idea de los dioses estoy además seguro de que ellos no pudieran tener el privilegio de darle valor a las cosas pequeñas, pues su poder sería tan grande que nunca se saciarían de conseguir más y más para sí mismos. Dirán los griegos devotos que soy un atrevido y que ni respeto a los dioses, ni soy agradecido. Se equivocan, respeto la idea de los dioses, respeto sus creencias, jamás me opondré de forma violenta, y sin embargo no creo en ellos. Los dioses no existen. Por ello para probarlo me decidí a contar ésta historia y proseguiré ahora con un famoso pensamiento de Aristóteles sobre la ética, no lo diré exactamente como él lo dijo, lo diré con mis propias palabras: Todos los seres humanos anhelamos la ‘felicidad’, es decir, una realización activa y comprometida de nuestras capacidades innatas, aunque este objetivo puede ser alcanzado por muchos caminos.
Durante el vuelo del águila feroz, el niño Crátilo, mirando hacia atrás, se fijó cómo se alejaban lentamente del monte Olimpo, y vuelta su mirada veía de lejos ciertas planicies regulares y el paisaje montañoso en el fondo, y vívido por sus colores, de la gran Delfos. El viento pasaba por las alas del águila haciéndose fuerte con el paso del tiempo, con la fuerza de un huracán, y como en un baile rítmico el animal subía y bajaba su cuerpo, aprovechando el aire ascendente, para volar más y más alto. Pronto el niño se dio cuenta de que estaban por encima de todas las nubes, tan alto, que se podía ver arriba la extensión de las estrellas -aunque el sol estuviera en su cenit-, junto al negro vacío del espacio infinito, mezclado con el azul claro del cielo de aquel día, por los bordes, formando una cúpula misteriosa que revelaba los secretos del universo y la redondez de la tierra. De repente el águila bajó la mirada, luego, como cuando el águila caza, inclinó todo su cuerpo hacia abajo recogiendo las alas, para precipitarse como si fuera al abismo, entonces aceleró a tal punto su velocidad que parecía que su pico se encendía en llamas por la fricción de la atmósfera como cuando cae un cometa, Crátilo aterrorizado pensó en soltarse para liberarse de la caída que le esperaba, pero se contuvo y se enganchó con toda su fuerza, y súbitamente, cuando estaban a punto de desplomarse en el suelo fértil de una viña, el águila abrió sus alas haciendo golpear con violencia el aire debajo de su plumaje, para volver a ascender, derribando todo a su paso a causa de la presión generada en la superficie. Quedó asolada la viña, unas cuantas casas, y las murallas de piedra de la aldea por donde pasaron desaparecieron.
Luego, estando enseguida en el cielo, pasaron por la región donde se forma el granizo, Crátilo observó con marcada curiosidad todos aquellos cristales congelados flotando sinuosamente entre las nubes, unos eran muy pequeños como un limón silvestre, y otros eran tan grandes como montañas enteras. Al momento el águila se agitó, aceleró el vuelo con desesperación, parecía huir de algo maligno, y Crátilo escuchó una voz que le decía al oído:
-No mires atrás, no mires atrás. – Pero como la naturaleza del ser humano está guiada por la curiosidad, fue como si no hubiese escuchado nada, y se inclinó hacia un lado para poder ver lo que no debía. Una espantosa figura animal con forma de serpiente alada, montada por un deforme fantasma negro con una espada luminosa en la mano los venía siguiendo, la bestia que venía con aquel fantasma empezó a despedir fuego por la boca durante la persecución, las llamaradas se extendían por todo el cielo como inflamadas por un poder invisible, hasta que finalmente alcanzaron quemar una de las alas de la gran ave la cuál empezó a caer junto con el niño, Crátilo se soltó y sintió mucho miedo, así que cerró los ojos, después, sintió que alguien lo sostenía de los hombros, al querer abrir los ojos nuevamente, escuchó la anterior voz extraña:
-No abráis más los ojos hasta que yo diga para que no muráis, soy Hermes, no temáis, estáis a salvo en mis manos.-
Entonces Crátilo apretó más sus párpados, escuchó un grito espeluznante como de un guerrero furioso, sintió que lo sacudían en dos o tres ocasiones, y luego sintió que flotaba, todo esto mientras lo sostenían; en un momento de calma el aire helado pasaba a través de sus mejillas, por ello dedujo que estaban otra vez volando derechamente.
-No abráis los ojos aún. – Dijo Hermes. – Ya casi llegaremos, os llevaré con Deméter.
La rebeldía suele ser causa de muchos males en algunas ocasiones, aunque en otras produce bien, lo sé porque yo soy rebelde, y el muchacho de quien hablo en ésta historia era un rebelde de nacimiento, Crátilo sintiéndose ya seguro y movido por la curiosidad quiso ver con todas sus ganas lo que sucedía, así que atrevidamente entreabrió uno de sus ojos para poder vislumbrar el camino, dejó de sentir aquellas frías manos, sintió un vacío enorme en el estómago, luego se sintió levemente mareado, y cuando abrió totalmente los ojos se encontró en el monte Olimpo pero se dio cuenta de que iba en caída libre, y que se despeñaba desde su cima, hasta el profundo abismo de sus montañas.
-¡No!, ¡No!, ¡No! -gritaba mientras caía, pensaba que era su fin, pero en realidad era un final falso, pues como cuando alguien está a punto de despertarse de una pesadilla, empezó a sudar copiosamente, y a respirar muy agitado, y justo antes de caer al despiadado suelo, sintió un puñal en el corazón, y abrió sus ojos despertando del sueño y se halló recostado en el mismo lugar donde comenzó todo. Al poco tiempo de reaccionar y de incorporarse a la realidad, Crátilo se dio un respiro, llevándose las manos al pecho, pues del susto le quedó doliendo mucho, y miró que al parecer, se había quedado dormido durante todo el día, pues ya empezaba a oscurecer. Dicen algunos de los sabios que un hombre comienza a pensar cuando alcanza la madurez de su edad, pero yo considero que la madurez no es algo inherente a la edad, sino que tiene que ver con las experiencias vividas del hombre, aquí pues, sé que somos superiores a los animales, porque sabemos que tenemos algo que llamamos moral.
Crátilo era un pequeño muy precoz, inteligente, comprendía cosas tales que un hombre promedio entendería sólo al llegar a avanzada edad. Cuando un niño como él debía estar jugando con lodo, y hurgándose la nariz, se dedicaba a leer y a escuchar a los sabios, además estaba muy bien educado por sus padres en matemática, en filosofía, en biología y en la historia, debido a ello a su corta edad pudo pensar con criterio propio desde aquel difícil momento de su vida. Reflexionó sobre aquella extraña visión observada en sueños, sobre cómo la cadena de sucesos lo llevaron hasta ése punto, y sobre qué debía hacer después. En un momento llegó a la conclusión de que tal vez se estaba volviendo loco por aquellas visiones, pero después se dio cuenta que un verdadero loco nunca se preguntaría ‘¿estoy loco?’. Luego llegó a la conclusión de que tal vez todo aquello era real, y lo que soñó era señal de la protección divina. Pero al pasar por un periodo de pensamientos complicados que lo asaeteaban, entendió que no sabría nada hasta comprobarlo. Se puso de pié y parecía que comenzaba de nuevo su vida cuando dio sus primeros pasos hacia la ladera de la montaña. El ambiente se agitó, algo llamó su atención, y vio algo moviéndose entre los árboles desde la base de la montaña; era Hermes que ascendía flotando en el aire lanzando gritos pronunciando el nombre del muchacho:
-¡Crátilo!, ¡Crátilo! ¿Estáis bien?, os dije que no abrierais los ojos por poco os pierdo, pero ya que estáis aquí aprovechemos de ir hacia la morada de Hestia- Hermes extendió su mano al muchacho, pero Crátilo sin tomarla lo miró con algo de desconfianza y le dijo:
-Pensé que erais sólo un sueño, ¿eréis real?, ¿o mi imaginación?-
-No os preocupéis, soy tan real como el sol que sale todas las mañanas, ahora venid, tomad mi mano, y vamos que se acaba el tiempo- dijo Hermes.
-¿A dónde iremos?- preguntó de nuevo Crátilo sin moverse.
-Bueno,-dijo el mensajero dios vacilante -iba a llevaros a Deméter para que estuvierais a salvo, pero creo que ya no será necesario, si nos vamos ahora, podremos escapar de las garras de Hades, pues al no vernos aquí, perderá el rastro, ahora no hagáis tantas preguntas que nos vamos a la habitación secreta de Hestia. –
-¡No me iré hasta que entienda qué pasa!,-dijo el muchacho a alta voz- ¿Por qué nos persigue Hades?-
-¡Valla que sois un niño testarudo!,-replicó Hermes- os dije que no tenemos mucho tiempo para responder preguntas ahora, pero ya que así lo queréis, os diré que en el momento en que volabais con águila feroz, ése terco animal, (parecido a vos por cierto) se dispuso a interrumpir el flujo del canto de mi flauta, el cual era para el invierno, con el viento que produjeron sus alas al batirse, para que Perséfone no fuera atraída como siempre al abismo; después que se le dijo que nunca volara tan alto de Olimpo hacia Esparta, en ésta época del año, y por ello, el invierno se ha retrasado, Perséfone no está con Hades, y Hades ahora está muy furioso. – cuando Hermes aún hablaba, se empezó a descubrir un extraño fenómeno en el cielo: desde el horizonte se formaban extrañas líneas de fuego que empezaron a cubrir toda la esfera del firmamento de un resplandor rojizo, extendiéndose desde el sur hacia el norte y Hermes dijo:
-¡Vámonos ya, tomad mi mano pronto! ¡Hades arribó a este mundo, viene a por nosotros!- Un ruido como el retumbar de un trueno invadió el ambiente, el viento soplaba fuertemente, la oscuridad cubrió el horizonte desde el este, el sol parecía correr despavorido hacia el oeste por la rapidez con que se ocultaba, y las llamas seguían alumbrando el firmamento. Aún con todo lo que Crátilo veía hizo más preguntas sin tomar la mano de Hermes:
-¿Por qué vos Hermes, tenéis que atraer a Perséfone?, ¿ella no estaba obligada a ir al mundo subterráneo desde que comió de lo que comen los muertos?- Hermes se mostró asombrado diciendo:
-¿Cómo sabéis tanto de las historias de los dioses siendo tan pequeño?, ahora sabéis la verdad, estoy de parte de Hades, así como estoy de parte de mi padre, y de ambos saco provecho, pero de los asuntos de los dioses, no deben saber los mortales.- Crátilo enojado le dio la espalda, y siguió el camino que llevaba antes hacia el valle diciendo:
-Entonces no quiero irme con vos pues no creo ni sois digno de confianza, y no tengo miedo, puedo irme a mi casa sólo.- al decir éstas palabras Hermes desapareció, junto con las visiones del cielo, el fuego, y todo el alboroto de pronto cesó. Crátilo sin inmutarse, siguió caminando, pero siguió pensando en adelante qué eran aquellas extrañas visiones que había tenido, y por alguna singularidad del destino empezó a llover a cántaros sobre aquella altura. Con la presencia de la lluvia, también vino la noche, junto con el extraño sonido de una flauta, que parecía provenir de varios lugares a la vez, pero aún así el niño no se detuvo a indagar qué era lo que se escuchaba, así que siguió caminando, y cada vez se oía con más claridad el canto misterioso y dulce de aquella flauta. El niño empezó a correr a medida que la lluvia iba aumentando a su vez, y corrió con tal vigor que logró llegar casi a la falda del monte, buscando un refugio donde protegerse. La flauta cesó de percibirse, y como por una obra mágica apareció una cueva donde podía refugiarse. A través de la neblina que formaba la lluvia, el niño pudo ver la entrada de la misma, que era tan grande que parecía la boca abierta de un legendario titán, por dentro sombría como la misma noche, por fuera tenebrosa, producía además un eco proveniente del sonido del agua cayendo a su entrada, que le daba un misticismo elevado, y entró pues, despacio, obligado por el frío que tenía.

Capítulo III

Su paso hacia la cueva fue cauteloso en extremo, motivado por el miedo que lo dominaba en ése momento al encontrase sólo en la obscuridad, pero la necesidad de un refugio era acuciante, al seguir adelante el ruido de la poderosa lluvia afuera lentamente fue disminuyendo a su paso mientras que el telón sombrío de aquel lugar empezó a tragárselo, fue perdiendo luego el sentido de orientación, alzó sus manos para ver si tentando lograba guiar su camino, hasta que con el tiempo sus ojos se acostumbraron a la densa tiniebla, y llegó a un lugar de la cueva que poseía un tragaluz natural por donde en ése momento lo único que se distinguía era el agua de la lluvia entrar precipitadamente formando una delgada cascada. A los lados de aquella pequeña caída de agua el niño pudo ver dos entradas, una a la derecha y otra a la izquierda, idénticas como dos ojos. En éste instante el niño debía tomar una elección, tenía varias opciones: o se devolvía a las cercanías de la entrada de la cueva corriendo el peligro de sufrir demasiado por el frío, o de ser devorado por alguna mala fiera; o se internaba más a la cueva buscando calor y protección metiéndose por una de las dos oquedades, y arriesgándose a perderse, o a caer en una almena natural de las que poseen frecuentemente las cuevas de dicha clase.
Después de pensarlo un momento decidió internarse en la gruta por el lado izquierdo del camino. La vida del hombre se define por las decisiones que el mismo toma; para explicarlo mejor, lo que se nombra como ‘identidad’ se alcanza a lo largo de la existencia, la que se forma a su tiempo hasta llegar a la perfección de la esencia que poseen éstas elecciones, que pueden llegar a ser buenas o malas dependiendo de la fortaleza y de la conciencia del individuo. Alguien es bueno si toma las decisiones correctas orientadas hacia ésa idea, alguien es malo si toma las elecciones indicadas para cumplir con dicha característica. Pero tratando de hacer el bien, se comete equivocaciones por falta de madurez, y por la ignorancia; por algo pienso que es más fácil hacer el mal que hacer el bien, fácil es ser flojo, difícil es levantarse con el sol de la mañana hacia la faena. La decisión requiere de voluntad, que es como el oro en gracia y valor. Crátilo tomó la decisión correcta según mi punto de vista porque gracias a ésa decisión que tomó en la caverna logro sobrevivir. Después de haber entrado por el orificio, caminó durante un largo rato palpando las toscas paredes de la gruta, pudiendo ver después a lo lejos un leve resplandor dorado; para llegar a la luz debía seguir caminando a lo largo de un túnel estrecho, llegando a una desviación que doblaba a su izquierda, y entonces pudiendo ver mejor todo a su alrededor por aquella luz, siguió caminando hacia la misma. Cuando estuvo a punto de doblar la esquina, percibió un extraño movimiento en el suelo, miró fijamente, y se dio cuenta de que el suelo estaba cubierto de alacranes, escarabajos, serpientes, y toda clase de animales desagradables y venenosos, pero tenía la voluntad de llegar hasta la luz, así que con una destreza increíble, propia de los cuerpos ligeros de los niños, corrió de tal manera que logró inclinarse y trepar con los pies sobre uno de los lados de la pared para lograr pasar por encima del peligroso mar de animales, y al llegar al otro lado siguió corriendo, doblando por la curva; súbitamente una puerta corrediza de piedra se cerró de arriba a abajo tras él, y al detenerse vio al fondo de una cámara rocosa sin salida, una fogata.
Aquellos animales que se había encontrado antes no estaban allí por casualidad, quizás habían sido colocados como trampa para resguardar el tesoro que allí se escondía, pero era poco probable, la puerta sí había estado allí desde siglos con tal fin. Esa era una antiquísima mina de plata que durante la era de los antepasados griegos había sido descubierta por los egeos nativos del Olimpo y sus alrededores. La plata tenía un gran valor en esos pasados momentos de la historia de los griegos, pues constituía la base del progreso de nuestra civilización. El pequeño de todas formas lo ignoraba, estaba terriblemente asustado por la visión de los abominables insectos, y asquerosos animales. Tenía una sensación de piquiña por todo el cuerpo, sentía que le caminaban por el cuello, por la espalda, por su pelo, estaba realmente traumado. Logró después superarlo cuando se acercó más a la fogata; se sentó a un lado de la misma para calentarse, y se fijó a su alrededor observando cómo las paredes brillaban como cargadas de rocas de escarcha argéntea. Aquellas formaciones llamaron su atención e interesado recorrió con la mirada cada esquina de las paredes, cuando vio algo espectacular. La formación de plata de una parte del muro había cristalizado de forma peculiar formando una perfecta superficie lisa sin un atisbo de irregularidades en la misma, haciendo un espejo que reflejaba con claridad todo lo que tenía en frente de si, y sin ninguna señal de opacidad. Entonces, Crátilo, llamado por la curiosidad, se levantó a mirar más de cerca; al hallarse frente al espejo natural se encontró a sí mismo y detalló su propia figura.
Vio al niño que era tal como era: de ojos marrones interesantes, delineados por un halo negro, de una cara redonda soñadora, no obstante ya de por sí muy varonil, de pelo castaño obscuro, de hombros angostos por la niñez pero firmes, y de una piel pálida, casi como la nieve. Él no era de espíritu vanidoso, era más bien humilde, sincero consigo mismo, se aceptaba tal como era, además estoy seguro de que aunque fuese de otra manera físicamente, se aceptaría como fuera, pues no osaba de compararse con nadie, y así pienso que es la mayoría de los niños. Seguía mirándose como hipnotizado por el momento curioso que se presentaba, se le escapó un pequeñísimo suspiro a causa de la contemplación en que se hallaba, y pensó en las posibilidades que tenía de salir de la cueva, entonces se movió hacia la puerta de piedra para observar si tenía alguna rendija que le permitiese tratar de alzarla, pero por ser pesada quedó fijada al suelo cuando calló, y el piso estaba además formado por una arenisca fina de plata. Agachándose un poco puso las manos sobre la puerta empujándola hacia arriba para ver si podía levantarla aunque fuese un poco, pero no tenía suficiente fuerza para hacer ello.
Finalmente se resignó devolviéndose a la fogata, como esperando que se le ocurriera alguna idea de cómo salir de la cueva. Pasó mucho tiempo desde entonces, tanto que volvió a quedarse dormido y como antes empezó a soñar. En el sueño se vio de pié ante un paisaje espectacular, en una llanura verde, que poseía al fondo una arboleda de cipreses rojos por el verano, en un atardecer que mostraba al sol en una de las esquinas del horizonte boscoso. Cerca de él había un león mítico de ojos rojos brillantes como el carbón encendido, con melena y cola de fuego, que se le acercó pasivamente como saludándolo. Crátilo en el sueño extendió la mano hacia el león para acariciarlo, al tocar su melena no se quemó, la sintió y la palpó, dándose cuenta de que era como tocar las suaves hebras del cabello de una mujer, aunque su parecer era como de altas llamas de un fuego rojizo, y después el león se alejó, primero lentamente, luego acelerando su majestuoso andar, hasta que empezó a correr por la extensa llanura en dirección al bosque, dejando estelas de fuego por el camino, llenando de humo y cenizas el aire. El niño intrigado lo observó internarse en el bosque perdiéndose de su vista. Repentinamente el bosque se incendió de adentro hacia afuera con violencia, el niño se asombró, y más aún cuando el fuego empezó a consumir todo a su paso atravesando la planicie, dirigiéndose a él muy rápidamente.
Con el tiempo el fuego llegó muy cerca, Crátilo corrió por ende para escapar de las llamas, y mientras se daba la vuelta para huir despertó. Se puso de pié para respirar un poco. Su sueño lo dejó nuevamente pensativo, aunque al rato olvidándolo, se volvió a concentrar en cómo salir de la cueva. Esto lo llevó a ir de nuevo hacia el espejo, encontrándose a si mismo otra vez. En ése instante ocurrió algo asombroso, sus ojos en el espejo quedaron fijos en él mismo, empezó a sentir con ello que alguien más lo miraba, sintió un escalofrío en los brazos erizándole mucho, y se turbó. Sus ojos en el espejo empezaron a obscurecerse lentamente, mientras seguía inmóvil. Cuando dirigía sus manos hacia su rostro para tocarlo, la figura en el espejo aún permaneció inmóvil, mirándolo a él, y se dio cuenta que el espejo ya no lo reflejaba a él mismo, sino que alguien más idéntico a él lo observaba. Su corazón empezó a latir con fuerza, probó a mover sus brazos de un lado a otro para ver si estaba alucinando, y para ver si en realidad aquella figura de sí mismo que lo miraba aún con más seriedad era real, y en efecto nada de lo que hacía se reflejó en el espejo, que ya para él no era un espejo sino una ventana a otro mundo. Entonces el niño del espejo le habló:
-Todo lo que vemos no es realidad, sino ilusión. Vos os decís en vuestro pensamiento: ‘soy Crátilo’ pero en verdad no sabéis quién sois aún. - Crátilo no podía responder palabra pues estaba atónito.
-Crátilo, – prosiguió el niño del espejo – ¿qué es para vos un espejo? – Crátilo no sabía si debía responder a la extrovertida pregunta, pero en un espacio de tiempo dij0 en respuesta:
-Es algo que sirve para ver nuestro reflejo-
- ¿Veis cuál es el problema?, - dijo el del espejo - me imagino que sí. Todos estamos engañados en éste mundo de apariencias, en donde creemos que un espejo nos servirá para saber cómo somos, pero en realidad la única manera de conocernos es a través de la conciencia espiritual. –Lentamente el niño en el espejo acercó su mano hacia Crátilo, ello se veía asombroso pues parecía una ilusión espectacular el momento en que la mano salía del espejo materializándose en el espacio mientras lo atravesaba.
- Crátilo, - habló el del espejo – ahora tomad mi mano para que entréis al mundo real - Crátilo le tomó la mano aunque estaba muy confundido. Cuando lo tomó de la mano, los ojos del niño del espejo se volvieron ya totalmente negros, su semblante se demudó completamente, y su piel palideció secándose luego como la de un muerto. Crátilo se puso nervioso, quería soltarse pero el otro niño no lo dejaba, así que hizo fuerza, y más fuerza, hasta que llegó a poner los pies en la pared, pero el obscuro niño del espejo seguía firme sosteniéndolo y jaló a Crátilo hacia el mismo, introduciéndolo completamente en él de un tirón. Dejando la cueva, Crátilo se vio flotando en un negro vacío, en eso sintió que caía, miró hacia abajo pero no veía nada, sintió mucho frío, la temperatura de su cuerpo lo hizo temblar. Seguía cayendo y cayendo, el aire pasaba a través de su cuerpo con rapidez, dándole una idea de la velocidad con que descendía, entonces de repente vio a lo lejos, en lo que parecía el fondo del vacío, un lago con bordes altos como los de un pozo, enorme, hecho de aguas subterráneas que fluían a través de un río que se ubicaba en uno de sus extremos, iluminado por varias antorchas clavadas a las paredes en otra cueva mucho más grande. Se preparó para caer, balanceando sus piernas y brazos para poder hacer un clavado como le había enseñado su audaz madre, hasta caer en el agua del lago, cuyo fondo era de un resplandor verde cristalino, como suelen ser las aguas de manantial. Cayó muy hondo, pero nadó, y al rato trepó llegando a las orillas rocosas y elevadas del pozo.
Temblando y entre jadeos caminó hacia la luz de las antorchas, y al voltear vio un puente de madera estrecho el cual cruzaba el ancho del lago(que era extenso), y llevaba a una entrada pequeña y angosta en una de las paredes del otro lado. Caminó hacia el puente, y cuand0 estaba a la mitad del mismo, vio de lejos una barca pequeña desde el río que terminaba en el pozo. En la barca estaba recostado Hermes, pescando con una pequeña red de hilos dorados, mientras silbaba con sosiego. La barca iba muy lentamente acercándose hacia el puente; cuando ya estaba a corta distancia, Hermes dejó de silbar, agarró uno de los remos para detener la barca apoyándose en un escollo, alzó la mirada, y dijo:
-¿Dónde estabais pequeño?, pensé que ya no os encontraría, por un momento os perdisteis.-
-¿Qué queréis de mi?, ¿Por qué me perseguís?, ¡vete! – respondió Crátilo.
-¡Pero si estoy para ayudaros! – Dijo Hermes mientras colocaba el remo en la barca – no os preocupéis que yo estaré siempre para protegeros, y para guiaros al camino correcto para que cumpláis el propósito de vuestra vida.
-¡Yo sólo quiero ir a casa!-exclamó el pequeño.
-¡Pues no podéis si no aceptáis mi ayuda!,-advirtió el mensajero dios-tenéis que confiar en mí, ¿No os dais cuenta de que sólo quiero ser vuestro amigo?, además siento que es mi papel entre los dioses, soy Hermes ¿no lo sabéis ya?, el mensajero compasivo, el que guía a los perdidos, el astuto servidor, aunque a veces sirva al colérico de Hades, pero no lo hago de corazón, sólo por mi obligación de ser un dios neutral. Además dejadme deciros que en realidad no podéis regresar a vuestra casa, porque desde que llegaron los epígonos, en Tebas no quedó nada en pié, no hay nada vivo allá, y ya no hay casa a dónde regresar.-
En eso Crátilo se conmovió profundamente por aquellas palabras sobre su hogar empezando a llorar, entonces Hermes soltó la red de pescar, flotó desde la barca hacia el puente, y enjugó las lágrimas del niño para tratar de consolarlo.
-Estáis a salvo conmigo, no lloréis más y sed valiente – le dijo a Crátilo mientras lo abrazaba estando empapado y frío por haber caído en el manantial – ya os he dicho, yo os protegeré.
-Quiero ver a mis padres, además extraño mucho a mi hermanita.- dijo Crátilo entre sollozos mientras se dejaba desplomar lentamente hacia el suelo junto con Hermes hasta que ambos quedaron de rodillas.
Hermes dejó de abrazar al niño tomándolo por los hombros, y al mirarlo fijamente a los ojos le preguntó:
¿En verdad queréis ver de nuevo a vuestra familia?
-Sí – respondió Crátilo.
-¡Pues no lloréis más mi amigo!, y prestad atención a lo que os enseñaré, para que en verdad podáis ver de nuevo a vuestros seres queridos. – Le dijo Hermes con claro entusiasmo mientras se levantaba y flotaba de regreso a la barca. – Enjugad bien vuestras lágrimas para que podáis ver bien, dejaos de quejaros por un momento, y animaos para que podáis entender lo que os mostraré, y para que podáis preguntar si tenéis dudas.-
Crátilo se interesó, hizo caso a las palabras del dios, y miró con atención poniéndose de pié para apoyarse en la barandal del puente, mientras Hermes tomaba la red de pescar recostándose de nuevo en la barca como estaba antes.
-Hay una historia sobre vos pequeño, que ha estado oculta desde el inicio de los tiempos, una profecía, que hablaba sobre el día en que llegaría aquel que rompiera para siempre la separación que hay entre los vivos y los muertos, y que los convertiría a todos en dioses eternos que vivieran por siempre en armonía y eterna paz. Allí se acabará el sufrimiento, las guerras, las enfermedades, la muerte, y todo aquello malo desaparecerá. Vos sois el elegido.-
Mientras hablaba algo se agitó en el agua, Hermes se percató, recogió y alzó con fuerza la red, y a través de la misma se vio colgando y agitándose un gran pez dorado como el oro puro, el cual colocó dentro de un saco que había en la barca, volviendo a lanzar la red como para seguir pescando.
-Por ésa razón debéis ser valiente como dije antes,- prosiguió Hermes – si queréis ver a vuestra familia, debéis cumplir con vuestra misión antes, debéis vencer a Hades, y matar a todas sus criaturas horripilantes empezando con Cerbero.-
-¿Pero cómo, si apenas tengo siete años?, además, Zeus dijo que debía ir a vivir con Hestia.- replicó Crátilo. Hermes viéndose un poco defraudado por el escepticismo del niño dijo:
-Zeus no sabía aún si en realidad erais vos el niño de la profecía, pues ésta decía que al tiempo señalado un niño de siete años encontraría la entrada al inframundo, introduciéndose por el espejo secreto. Así que no desesperéis muchacho, todo tiene solución, y las profecías que se han dicho sobre vos no han sido en vano y son ciertas, aunque fuereis como un bebé recién nacido lograréis cumplir vuestro propósito con la ayuda que proviene del Olimpo–Hermes tomando la red y enrollándola se alzó de la barca flotando, para entregársela a Crátilo– Debes pescar un favor de los dioses.-
-¿Un favor? – preguntó Crátilo.
-Sí,-afirmó el mensajero dios- los favores de los dioses son aquellos que se consiguen a veces cuando ellos consideran importante vuestra existencia, pero también se consiguen en éste lago a través de ésa red mágica que tenéis ahora en las manos, y se encuentran alojados en unos singulares peces dorados. Para conseguir un favor de los dioses, deberéis pescarlo vos mismo, no podéis robar los favores de otros, deberéis aceptar cualquiera que sea el favor que consigáis, pues no es además, lo que vos queráis pedir sino lo que os haya tocado en suerte, y se os concederá un solo favor.-
Crátilo, creyendo en lo que le decía Hermes, con la red en sus manos caminó por el puente para devolverse a la orilla del manantial mientras Hermes lo seguía, se sentó en el borde del mismo junto con él, luego se inclinó y tiró la dorada red extendiéndola a cierta distancia.
-¿Y qué favor llegaré a conseguir?-preguntó Crátilo
-No lo sé.-respondió Hermes-Pero tal vez consigáis que Zeus os dé algún poder del cielo, o que Poseidón os dé algún atributo sobre el mar, o quizás Atenea os dé su sabiduría, aún no lo sabremos.-
En ése instante, un lobo gris apareció por la entrada que estaba del otro lado del puente, y cuando Hermes le vio, se mostró asustado, se levantó y le dijo a Crátilo quien también veía aquel lobo:
-Debo irme ya, no puedo seguir aquí.-
-¡Pero dijisteis que me ayudaríais!, ¡no me dejéis aquí solo por favor!- le imploró Crátilo.
-Lo siento amigo mío, pero las circunstancias cambiarán por el momento, adiós- dijo Hermes mientras se alejaba, elevándose sobre el puente y tomando el camino de las aguas por la entrada del río.
-¡Espera, no sé qué debo hacer!- le gritaba Crátilo.
-¡Tranquilo, no os olvidéis de sacar la moneda de plata de la boca del pez y tragárosla!, ¡ah!, ¡Y buscad pronto a Caronte, o si no os perderéis!; ¡y otra cosa!, ¡la única manera de matar a Cerbero es cortando sus tres cabezas y dando luego una puñalada a su corazón! ¡No lo olvidéis!, ¡adiós!-le respondió Hermes desde lejos.
Crátilo volteó a mirar al lobo, pero ya había desaparecido, y se halló de nuevo completamente solo en aquella lúgubre cueva. Siguió pescando, sabiendo que no tenía otra cosa qué hacer. Pasó un largo rato esperando atrapar algo, pero no sucedió nada. Una difuminada luz verdosa invadía la oscuridad de la cueva, ésta luz provenía del reflejo del agua, la cual estaba siendo iluminada por las teas encendidas antes mencionadas, pero aquel resplandor empezaba a intensificarse lentamente. Esto llamó la atención del niño, entonces observó la superficie de las aguas del manantial, y comenzó a dibujarse de la nada una inscripción brillante de un color verde esmeralda en la que figuraban estas palabras:“La felicidad es una ilusión”. Después de que Crátilo leyó la inscripción en voz alta, la misma se borro lentamente apagándose su viso, y del mismo lugar de donde apareció el mensaje saltó un pez dorado que nadó directamente hacia la red.
Crátilo perdió de vista al pez por un momento cuando éste se sumergió, al espacio de un poco más de tiempo pudo ver al mismo ésta vez empujando con fuerza la red en todas direcciones viéndose atrapado, y con mucha fuerza, por lo que el niño se levantó para resistir. El pez halaba con tal fuerza que el niño estuvo a punto de caer, pero finalmente se esforzó y pudo más sacándolo del agua. Luego de recoger la red rápidamente tomó con la mano al hermoso y brillante pez dorado; mientras aún se retorcía en su mano, metió la otra en la boca del mismo, para buscar la moneda mencionada por Hermes, sintió algo frío y sólido y deduciendo que era la moneda, sacó el objeto. Efectivamente era una moneda de plata, brillante y bien pulida. En ambos lados de la moneda había una leyenda en letras griegas que rodeaban el sello de un guerrero con una armadura completa sosteniendo en su mano izquierda un escudo que descansaba en el suelo, y alzando una espada con la otra mano. Las inscripciones en el metálico decían lo siguiente: “Al violento dios Ares”. Sin darle mucha importancia el niño devolvió al pez al agua, puso la moneda en su boca para tragársela, y para su asombro la moneda se desmoronó en su garganta. Cuando terminó de tragársela empezaron a dolerle las extremidades, se sintió mareado, las manos y los pies empezaron a crecerle inexplicablemente, sus hombros se volvieron más robustos, su cuello empezó a estirarse un poco más, su cara se volvía más rústica, todo esto con dolor, empezó lentamente a transformarse todo su cuerpo tomando la forma de un fuerte guerrero mientras su ropa se desgarraba por el crecimiento de sus miembros; Crátilo se desplomó en el suelo y no se levantó hasta cuando el dolor cesó.
Al mirarse las manos, los brazos, las piernas, se fijó en que todo en él había cambiado –externamente pues internamente no cambió mucho- se asomó por la orilla del pozo para ver su figura reflejada, pero no se encontró consigo mismo –el niño que era- sino con un hombre completamente formado, de fiera complexión, con un rostro de buen parecer, casi como el de un león listo para pelear. Empezó a admirar el tamaño de sus músculos haciendo poses como las de Heracles, su cabello había crecido hasta llegarle a los hombros, también le había crecido barba, su estatura era intimidante, su calzado le quedó pequeño por eso tuvo que quitárselo. Entonces empezó a reírse a carcajadas y con una voz gruesa y estremecedora como la de un trueno gritó:
-¡Gracias Hermes, ahora sé cómo vencer a Cerbero!-. Las paredes de la cueva retumbaron, y se escuchó el eco de su nueva voz largamente. Recordó que debía buscar a Caronte para no perderse, y entonces caminó por el puente hacia la entrada de la otra orilla.






Capítulo IV

Al cruzar la entrada natural de la gruta se encontró con un mar de lava ardiente, en donde había varias islas de rocas derretidas humeantes que servían de paso, y al fondo una serie de caminos y pasadizos esculpidos en la roca que conducían a lo desconocido y por donde fluía también aquel fuego rojo. Empezó a recorrer las calientes galerías, estuvo largo rato caminando, el calor lo sofocaba, y cuando ya sentía que sus pies se quemaban, se dio cuenta de que había recorrido tanto espacio de terreno que tal vez estaba a punto de llegar a la base de algún volcán, pero fue allí donde observó que estaba perdido y ya no reconocía el camino de vuelta. Siguió adelante para ver hasta dónde llegaba -no tenía opción- mientras se encontraba con un espeluznante cráneo fósil de algún animal extraño, al parecer un toro, o alguna bestia legendaria, y así se encontró más y más señales de muerte, una calavera por un lado, un par de fémures por el otro, una vértebra gigante después, huesos y más huesos, aquel lugar empezó a parecer más una tumba. El sitio empezó a temblar como si algo enorme se moviera por ahí, se escucharon unos terribles ladridos como de una jauría de lobos feroces que se acercaba a Crátilo, -éste debe de ser Cerbero- decía para sí mismo. Empezó a huir de aquel espantoso estruendo, y mientras corría empezó a encontrarse pedazos de escudos, corazas, yelmos, y espadas regadas por doquier como signo de las antiguas batallas libradas contra el monstruo, por ello pensó en agarrar algún puñal en cuanto tuviera oportunidad para poder luchar contra la bestia, y allá en un pequeño montículo rodeado de lava había clavada una enorme y espectacular espada que le llamó la atención. Ya se escuchaba cerca al animal, Crátilo corrió desesperado hacia la espada saltando el mar de lava que había alrededor de aquella colina, cuando llegó la agarró de la empuñadura, pero no vio que estaba tan caliente que ya despedía el rojo vivo característico del hierro fundido y se quemó las manos, no obstante, no muy lejos del arma había un par de guanteletes de bronce muy vistosos, los agarró y se los puso para protegerse, e inmediatamente intentó sacar el arma de donde estaba clavada hasta la mitad.
Del otro lado apareció Cerbero, Crátilo cuando lo vio se espantó sobremanera y con razón. La bestia era un deforme perro que tenía tres cabezas, con enormes colmillos del tamaño de dagas, sus lenguas eran como de serpiente, sus cuellos apresados por grilletes y pedazos de cadenas rotas daba señales de haberse escapado del lazo de Hades por alguna razón, sus hombros, y sus patas estaban cubiertos de sangre, tenía una serpiente en lugar de cola, sus ojos resplandecían con un fulgor rojo, y su tamaño era descomunal. El gruñido de Cerbero era tan terrible que podía infundir temor incluso en los dioses guerreros del Olimpo, corrió hacia Crátilo mientras rugía y ladraba, mientras él estaba aún forcejeando con la espada y más todavía al darse cuenta de que la bestia lo había encontrado. Puso toda su fuerza, hasta que finalmente algo se quebró en la base de aquella pequeña colina, que hizo que la misma empezara a resquebrajarse de lado a lado desde la espada, permitiendo que pudiera sacarla finalmente. Cuando la sacó se mostró el fuego mezclado con el rojo encendido que poseía la hoja y su hermosa hechura, que daba señas al parecer de que había sido forjada por Hefesto. Cuando la bestia venía ya muy cerca Crátilo empezó a correr con la espada en alto dando el grito de guerra que había aprendido de su valiente padre, – ¡Alalá, Alalá!-vociferaba largamente amenazando a la bestia.
En un instante ambos ya estaban tan cerca como para hacerse daño, Crátilo lanzó una cuchillada sobre una de las cabezas de la bestia dejándole una herida profunda, pero no pudo cortarla, sólo hizo que el monstruo se enfureciera más; tuvo que huir, se internó por el laberinto candente del lugar, tratando de despistar a Cerbero, y finalmente encontró un angosto pasadizo, logrando escapar temporalmente, ya que la bestia no podía pasar por su descomunal tamaño por aquél camino. Crátilo buscó la manera de sorprender a Cerbero tendiéndole una emboscada, así que se alejó por otro lado para encontrarle desprevenido, mientras todo el lugar seguía retumbando por los pasos y ladridos del monstruo quién lo empezaba a buscar también. De repente se hizo un silencio aterrador, Crátilo se detuvo a escuchar su propia respiración, empezó a mirar a su alrededor sin conseguir ver o percibir algo, lo único que alcanzaba a oír era el burbujeo de los ríos de lava. Siguió caminando lentamente, algo crujió a sus espaldas, y cuando volteó vio a Cerbero acechándole.
Cerbero le atacó con una de sus cabezas, pero Crátilo se defendió empuñando la espada con fuerza clavándola en su garganta, el monstruo respondió entonces con su última cabeza mordiendo a Crátilo en la pierna izquierda, entonces Crátilo desesperado, con sus propias manos agarró las fauces de Cerbero, abriéndolas por completo retirándolas de su pierna con fuerza sobrehumana, y luego sin soltarle empezó a darle tirones hasta que sorprendentemente le arrancó aquella cabeza a la bestia. Cerbero aún seguía vivo, sus otras dos cabezas sólo estaban heridas, Crátilo, recordando que debía cortárselas todas, buscó su espada que aún seguía colgando de uno de los cuellos de la bestia, Cerbero saltaba como un caballo cuando es aguijoneado exageradamente, con la intención de aplastar a Crátilo, pero Crátilo pudo esquivarle recuperando su arma y rodeándole; en eso se encontró con la cola de Cerbero, una serpiente con la apariencia temible de un venenoso basilisco, que lo atacó tratando de morderle, pero Crátilo blandió la afilada hoja, hasta que logró cercenarlo y separarlo de Cerbero, aunque aún se movía en el suelo; Cerbero se dio la vuelta para seguir intentando dañar a Crátilo, que estaba ocupado tratando de huir de la serpiente; se abalanzó contra él, Crátilo se percató de la agresión, y esquivando nuevamente al monstruo se colocó a un lado, alzó el acero lo más que pudo y le quitó otra cabeza. Después Crátilo se acerco a Cerbero un poco más para cortarle su última cabeza, alzó nuevamente la espada y lo logró. Cerbero aún seguía vivo, totalmente desorientado buscaba a Crátilo para herirlo con sus garras, Crátilo sólo debía atravesarle el corazón; cuidándose de los feroces zarpazos del monstruo se puso enfrente de Cerbero y corriendo hacia él dirigiendo la espada hacia su pecho se la clavó en su corazón hasta la empuñadura. La terrible criatura se tumbó al suelo, retorciéndose violentamente hasta que, finalmente dejándose de mover, murió. Todo había sucedido demasiado rápido para Crátilo, y con mucha violencia, haciendo que no viera que su pierna izquierda estaba tan destrozada que la movía con dificultad. Tanta era la conmoción que ni siquiera sentía dolor. En un momento retornó su calma viendo a Cerbero despedazado en el suelo, sin embargo aún se sentía inseguro. Recordó entonces a la cola de Cerbero, miró a su alrededor buscando a la serpiente pero había desaparecido. Aún seguía en peligro, se movió hacia el cuerpo sin vida de Cerbero para recobrar su espada, y cuando apenas fue a dar el primer paso sintió un dolor punzante en la pierna, que le hizo caer al suelo. Mientras sufría, varios pensamientos le vinieron a su mente. Viendo a su alrededor y asimilando lo que había pasado, recordó que sólo era un niño, o solía serlo, entonces no pudiendo soportar el dolor de su pierna rompió a llorar con desconsuelo. Entre sollozos intentó levantarse a pesar del dolor; dando unos cuantos tumbos calló otra vez al suelo, donde se quedó acostado boca abajo mordiendo el polvo.
Éste momento era particularmente difícil para el muchacho, pues fue como quitarse un velo de los ojos que no le permitía ver la realidad. Todo por lo que había pasado hasta ése momento era para él una grandiosa aventura, nada más, no se daba cuenta que estaba participando de algo muy grande para él. Yo sé hoy que Crátilo vivía una nueva etapa de su madurez, aunque muy prematura, pero ya ocurría un cambio importante en su interior. Sus pensamientos lo llevaron a recordar su propio reflejo, proyectado en aquel extraño portal por el cual había ingresado a ése mundo implacable, llegando a compararlo con el hombre que vio reflejado en el lago donde uso el favor de los dioses, reflexionando que tal vez no merecía ser ‘el elegido’, y que aún no estaba listo para lo que fuese que esto significara. Llegó a entender la enorme responsabilidad que había en sus hombros por el simple hecho de haber deseado ver de nuevo a su familia. En sólo esos pocos momentos de angustia se convirtió inesperadamente en un hombre en su interior, ya no sólo pensaba con criterio propio. Ya no era un guerrero en apariencia, sino internamente también. De todas formas se sentía inseguro todavía de poder lograr todo aquello que debía supuestamente lograr. Yo pienso ahora que tal vez un verdadero hombre no lo es sólo por lo fiero que sea en batalla, o por que tenga mucha fuerza, o sea muy violento, sino que tiene que ver con el valor de levantarse, por tener lo suficiente de algo que llamamos voluntad. Se alzó entonces para seguir adelante y ver lo que le depararía el destino.
Se dio cuenta pues de que no se podía detener en aquél lugar ya que moriría asfixiado de calor, así que tomó la espada sacándola del cuerpo de la bestia, para usarla como bastón, y empezó a andar. De lejos pudo observar los ríos de lava terminando en un precipicio, dedujo pues que si caminaba exactamente del lado contrario regresaría por donde había entrado. Mientras veía los ríos de magma cayendo por el despeñadero observó la sombra de una mujer caminando por el orillo del mismo, por encima del fuego. La mujer se le acercó, y las llamas iluminaron su hermoso rostro, era Atenea. Llevaba en su mano su lanza, portaba su égida, y mostraba su vistoso casco llevándolo alzado sobre su rostro, adornado con dos grifos mirándose entre ellos, y vestida con la larga y blanca túnica de la castidad. La diosa lo miró compasiva. Dando un largo suspiro ella dijo:
-¿Hasta cuándo los hombres serán tercos?, me pregunto si alguno de éstos días podrá existir alguien que le dé la importancia que se merece al consejo y a la inteligencia, amantes esposos que le dieron todo lo que tienen hoy día los mortales, pues los hijos de éstas deidades siempre serán la abundancia, la paz, y la salud. Pero todos desprecian un consejo en estos tiempos creyendo en su propia sabiduría, la cuál es tan corta que no pasa de sus propias narices. Y vos, Crátilo, comparando vuestra presente figura con vuestro anterior rostro infantil, ¿a caso no os da vergüenza lamentar lo que los dioses han querido hacer con vos desde que nacisteis, eligiendo el lugar y la hora en que sucederían éstas cosas para fomentar el sosiego eterno del mundo en el que vivís?, ¿Cómo os sentís ahora Crátilo?, ¿Podéis estar seguro de voz mismo?- Crátilo estaba absorto con sus palabras fuertes, vehementes, sabiendo a quién tenía enfrente, se puso nervioso al no poder contestar con una sola palabra las preguntas que le hacía la diosa la cual se había detenido para escuchar sus respuestas.
-Respondedme Crátilo-prosiguió la diosa- si queréis aprender la verdadera sabiduría, decidme, ¿Qué pensáis de vos mismo?-
-Yo creo que,-habló Crátilo de forma tímida- tal vez soy un cobarde.
-Exactamente, habéis proferido honestamente, pues vos mismo sabéis que vuestro valiente padre antes de morir os mandó a que nunca retrocedierais en una pelea; fue una enseñanza que os dejó como su única herencia, la cual al principio de vuestra lucha contra vuestro primer obstáculo pusisteis en práctica, pero decidme ahora ¿cómo os sentisteis cuando no retrocedisteis en el momento en el que Cerbero os encontró?-
-Me sentí muy poderoso, en realidad no sé cómo explicarlo-Murmuró Crátilo.
-Así es porque en ése momento yo sostuve vuestros brazos, afirmé vuestras piernas, os di entereza; pero en realidad fuisteis vos el que corrió con valentía contra Cerbero, por vuestra confianza, por haber recordado a vuestro padre en ése instante, sentisteis su apoyo, lo sé porque observé vuestra mente en todo momento; de todas formas ¿sabríais explicar por qué habéis terminado herido, y tan cerca de la muerte?-Crátilo permaneció de nuevo en silencio, se sentía contrariado, clavó sus ojos en el suelo por un rato, luego dijo con voz quebrada:
-No lo sé-
-Pues déjame deciros que por un momento dejasteis de confiar en vos mismo, no porque halláis retrocedido, pues no lo habéis hecho en realidad, sino porque habéis dudado, y por ello estáis así. Pero no hablo de vuestra pierna Crátilo, sino de vuestro espíritu, estáis herido por dentro. Por fuera vencisteis a Cerbero, por dentro estáis derrotado Crátilo, esto no debería ser así.- Crátilo se dio cuenta de que el razonamiento de la diosa era justo, se sintió aún más avergonzado, sintió ganas de llorar, pero pensando en que ya era un hombre gracias a los dioses, se contuvo.
-Crátilo, dejadme deciros que os he hablado duramente por vuestro bien, no por que quiera ahora ser vuestra enemiga, escuchad mi voz que ahora dulcificaré y cálmate. ¿Crees que no sé cómo os sentís pequeño?, sé que aún no sois totalmente un hombre por dentro, aunque ya lo seáis por fuera gracias a Ares, que accedió a aprender una valiosa lección con esto que os está ocurriendo. Ares no tiene corazón, vive gozándose de la violencia, de la brutalidad, es un traicionero, sin embargo sigue siendo hijo de Zeus, y por más que sea despreciado tiene derecho a cambiar. Sólo necesita aprender que un guerrero puede también tener sentimientos y ser como un niño en ocasiones; él se cree invencible pero no se da cuenta de lo ciego que está, un verdadero guerrero se vuelve invencible cuando lucha por una razón, cuando tiene un motivo poderoso, un buen motivo para pelear; en cambio quien hace guerras sólo por hacerlas es vencido fácilmente en algún momento por aquel que si tiene justas razones. Vos sois, Crátilo, la contraparte de él, para esto habéis nacido, para liberar a las almas perdidas, para vencer todo mal, para enseñarle a Ares que un niño puede también pelear, sin ser sanguinario de corazón, sin amar la violencia, sin tener que fomentar el terror, y el miedo, manteniendo la justicia, la lealtad y la pureza; todo esto es posible aunque suene a ironía. Vos sois ahora otro dios, pero aún serás de carne y hueso para que probéis en su totalidad que en verdad valéis oro. Aún os quedan muchas batallas que librar, ésta ultima que habéis tenido con Cerbero ha sido apenas el primer paso de un viaje largo, por eso no podéis equivocaros nunca más en nada grande ni pequeño si queréis lograr ser el héroe que debéis ser, tenéis que jurarlo por vuestra familia, no debéis dudar nunca más ¿lo haréis Crátilo?-Crátilo inmediatamente se puso de rodillas ante la diosa, inclinando su rostro, en señal de respeto y le dijo:
-Yo lo juro por mis padres, y por mi hermana, no volveré a dudar, pelearé por ellos. Os doy gracias gran señora por haberme ayudado a vencer a Cerbero-
-No fui yo en realidad-replicó Atenea- recuerda que fuisteis vos cuando recordasteis la causa por la cual seguís vivo, siempre estaré cerca de vos para ayudarte, debéis formar vuestro corazón, renovar vuestra mente y vuestro espíritu; se acercan momentos aún más difíciles para vos; podéis utilizar esa espada, ya que aguardaba por vos desde hacía siglos y os servirá de ayuda pero no olvidéis que con ella o sin ella podréis vencer lo que sea si no dudáis, regresad al lago Mnemósine, el lugar por donde llegasteis, y seguid la corriente del río que visteis sin desviaros por sus vertientes más pequeñas, así encontraréis a Caronte, para que él os guíe por el inframundo, pues él os llevará a que veáis a vuestros padres y a vuestra hermana, y os dará vuestra próxima misión, y recordad no dudar nunca Crátilo, hasta pronto- De los pies de la diosa se levanto una fina y blanca polvareda que la cubrió por completo, y la hizo transformarse en un mochuelo pardo, que al emprender el vuelo se dirigió exactamente hacia la dirección que Crátilo había pensado en tomar para devolverse al legendario pozo o lago Mnemósine donde pescó el favor de los dioses. Para él fue difícil caminar de vuelta con la pierna herida, estuvo un largo rato andando a orillas de los ríos de lava. Crátilo caminó lo suficiente como para volverse a encontrar con el cadáver de Cerbero, y se dio cuenta que había andado en círculos. Había perdido el rastro de Atenea, entonces se le ocurrió llamarla para que le guiase de nuevo.
-¡Atenea dónde estáis!, ¡me he perdido, ayudadme!; ¡Atenea, venid ahora!- gritaba Crátilo, y así lo hizo muchas veces pero por alguna razón la diosa no apareció en ningún momento. Se tuvo que armar de más valor, estaba cansado, tenía mucha sed y hambre, tanto tiempo estuvo perdido, ya el calor le debilitaba. Intentó reanudar su camino, anduvo por las galerías a la deriva por más tiempo aún, cada vez con más lentitud por la fatiga de tener que caminar con una sola pierna apoyado en su espada, cuando en un momento escuchó que algo se arrastraba por el suelo en algún sitio. Se puso alerta pensando en qué sería lo que le esperaba, y recordó que la cola de Cerbero aún seguía con vida; el pánico lo invadió esta vez viéndose imposibilitado de poder pelear, e intentó huir para encontrar la salida lo más pronto posible sin tener que encontrase con la serpiente. Mientras cojeaba aprisa se tropezó y cayó, y desafortunadamente la serpiente lo encontró y se dirigió a él. Crátilo se intentó levantar, pero ya era demasiado tarde, la serpiente ya estaba enrolándose en su cuerpo para asfixiarle; Crátilo intentó alzar la espada para defenderse pero la serpiente ya lo apretaba tan fuerte que no se podía casi mover. Asfixiado y cuando estuvo a punto de resignarse Crátilo se acordó de las palabras de la diosa, entonces recuperó el ánimo, e hizo toda la fuerza que pudo apretando sus brazos en contra de la serpiente. –Pude arrancarle una cabeza a Cerbero con mis propias manos, puedo hacer lo que sea- pensó Crátilo, y luego logró destruir a la serpiente desgarrándola como si fuera una vieja cuerda de cáñamo, lográndose zafar; en seguida agarró su arma y terminó con el basilisco cortándole la cabeza. Poniéndose de pié, siguió caminado un poco más hasta que finalmente divisó la entrada al pozo, cruzándola se encontró nuevamente a Atenea en su forma de lechuza posada en un balaustral del pasadero de madera, e introduciéndose en la mente de Crátilo, habló diciéndole:
-Sumergid vuestra pierna herida en el agua- después se fue volando por encima del lago verticalmente tomando curiosamente el camino que conducía hacia la superficie, donde estaba el espejo de donde había caído Crátilo. Él hizo caso a la diosa, cruzó el puente, luego caminó hasta el orillo del pozo, trepó como pudo para bajar y acercarse al agua, y sumergió su pierna. Cuando la sacó se había regenerado por completo quedando sin ninguna cicatriz y completamente sana. Contento de esto volvió a subir a la orilla del pozo con la intención de seguir el camino por donde había entrado anteriormente Hermes con la pequeña barca (la cual seguía allí), y que según Atenea era el camino hacia Caronte. Crátilo pensó en tomar la barca para cruzar el río, pero aún tenía la espada encendida al rojo vivo, con el fuego de llamas que parecían inextinguibles, temiendo la posibilidad de incendiar el endeble transporte, se le ocurrió que si metía la espada en el agua, tal vez apagaría el fuego de su hoja.
Cuando la metió al agua, la espada seguía encendida, así que le toco aguardar y soportar el vapor caliente que subía de la misma por un momento. El tiempo pasaba, se empezó a intranquilizar, la espada seguía calentando el agua hasta que la hizo bullir exageradamente. Luego la sacó para ver si había hecho algún progreso, pero la espada seguía incandescente como antes, parecía no haber remedio al problema. Tomó la decisión de llevar siempre la espada en su mano sin apoyarla en la barca, teniendo que remar con un solo brazo hasta llegar a Caronte imaginándose que tal vez no iba a ser tan largo el viaje. Se lanzó al lago para poder alcanzar la barca, tomó uno de los remos emprendiendo su camino, y viendo que solamente en la cueva del lago había antorchas y estaba a punto de adentrarse en la obscuridad del río subterráneo, alzó la espada ardiente para poder ver con claridad. Empezó a escuchar voces, llantos, largos lamentos y gritos, que parecían provenir de las paredes de la gruta del ancho río, Crátilo trató de ver de dónde provenía tal bullicio, pero no veía nada, más adelante lo olvidó puesto que no lo pudo escuchar más, en realidad él se hallaba en un sector del inframundo poco poblado por los espíritus.
Había arañas de gran tamaño y de toda clase colgando del techo, algunas de ellas se vieron atraídas por el brillo de la espada, entraban en la barca, y Crátilo las espantaba dando cuchilladas de un lado a otro sin tocar la barca, una de ellas trepó en su espalda, él espantado intentó quitársela, soltando el remo, y cuando al fin se la quitó de encima, se asomó al agua para ver si era posible alcanzarlo, pero no pudo distraerse porque seguían bajando del techo más de esos molestos animales y él temía que fuesen venenosos, según los relatos que él había escuchado sobre tales criaturas del inframundo. Tomó el otro remo que le quedaba, mientras se cuidaba con la espada, hasta que llegó a un punto en el camino donde desaparecieron los arácnidos. Llegó a una sección del río, en donde se encontró con una pequeña isla en medio de la corriente, y allí había un hermoso, gigantesco y frondoso árbol de álamo blanco, iluminado por un halo de luz pálido casi vertical que parecía provenir de algún agujero del subterráneo por el cual se internaba la luz del sol, pero sin existir alguna oquedad, además siendo de noche en aquel momento en la superficie, no era posible dicho fenómeno; cuando él se fijo un poco más, se dio cuenta de que el árbol parecía mover sus ramas sin haber ni un poco de aire por esas galerías, y que lo hacía graciosamente como estando en medio de un baile ritual.
Cuando la barca pasó al lado del árbol se escuchó la voz suave y muy hermosa de alguna mujer, que parecía venir del álamo, era como un susurro suave, un canto tímido en donde no se distinguían palabras, Crátilo seguía remando, -¿Quién está allí?, ¿eres vos Atenea?- preguntó Crátilo para ver si alguien le respondía; mientras aún se escuchaba aquel extraño canto, quiso considerar mejor si la voz en verdad venía del árbol, por ello acercó la barca a la orilla de aquella pequeña isla, se bajó y camino hasta llegar al álamo. Puso su oreja en la corteza de aquel hermoso árbol para oír mejor, cuando de repente una risita inocente se escuchó.
-No, no hagáis eso, ji ji ji ji ji, me hacéis cosquillas- dijo la vocecita femenina desde el árbol a lo que Crátilo reaccionó retirándose de inmediato asombrado. – ¿Quién sois?-preguntó la voz-, ¿un dios?, traté de hipnotizaros con mi canto pero no ocurrió nada.- Crátilo respondió:
-Me llamo Crátilo, y no, no soy un dios, todavía. Y vos, ¿quién sois?, ¿estáis atrapada en éste árbol?, ¿qué cosa sois?-
-Mi nombre es Leuce,- le dijo al niño- soy la ninfa de los bosques, y de toda la naturaleza, soy especial en gran manera. Antes libre como las gaviotas del mar y ninfa del océano, ahora mi vida depende de éste álamo.-
-Pero, ¿Qué fue lo que os aconteció?-preguntó Crátilo intrigado.
-Ah, es una triste historia que quisiera olvidar-dijo la voz que ahora se volvía tacit
Jp1212 de febrero de 2016

1 Comentarios

  • Jp12

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    12/02/16 10:02

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