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Plazas Imaginarias (plaza 1)

Plaza 1.
Hoy me senté en una plaza, y vi un árbol. Las hojas eran verdes. Era un árbol grande, con muchas hojas y muchas ramas, con un tronco marrón oscuro y muchas arrugas. Se escuchaba como venía de arriba arrullo el de las palomas. El poco cielo que el árbol no había logrado tapar era celeste, y la sombra grande de ese árbol grande me hacía acordar a un caleidoscopio, por los pequeños agujeritos que pasaba el sol. No soplaba muy fuerte, pero igual se escuchaba como el viento susurraba a lo lejos.

Yo estaba sentado en un banco verde, y las piedras que yacían bajo mis pies eran, extrañamente, naranjas. El camino, adornado por estas, tenía una especie de borde de cemento, supongo para que no se escaparan. El resto del suelo que no era camino, era tierra, con detalles de pasto aquí y allá y otros árboles acomodándose en la irregular toponomia de la plaza.

Cuando me senté en ese banco me puse a imaginar una panadería. Una panadería cualquiera, solo me gustaba pensar en el pan que había adentro, en los pastelitos y la crema pastelera. Las medialunas, los libritos de grasa, y todo el armónico aroma en el que convergían. Me imaginaba todo eso mientras dos amigas comían helado, mirando a sus hijos jugar a lo lejos, y mimando al del cochecito de vez en cuando con una o dos cucharadas de dulce de leche.

Y así entre recapitulaciones de mi vida, y artificios de mi imaginación, una chica se sentó al lado mío. “Hola.”, me dijo después de acomodarse a una distancia ni tan lejos como para dificultar el habla, ni tan cerca como para dificultarlo aún más. “Me encanta esta plaza, siempre me siento a escuchar, tipo, la plaza.”. Tenía un sobretodo negro, con una remera blanca y unos jeans bordos y ajustados. Tenía un calzado muy particular, no eran ni zapatillas, ni zapatos, ni tacos. Pero eran muy lindos, como aterciopelados. Y una bufanda de lana, como la mía, igualita: negra y abrigada.

Tenía el pelo negro, brillante y planchado. Las cejas depiladas y las pestañas como maquilladas desde nacimiento. Los labios eran chicos y los ojos marrones, pero no esos ojos que pasan desapercibidos, era un marrón claro.

Cuando uno está sentado en la plaza está expectante, esperando a que algo suceda, contemplando todo lo que se puede ver entre la nariz y el horizonte, y creo que es por eso que no me sorprendió.
Juani25 de mayo de 2016

2 Comentarios

  • Polaris

    Me encanto tu forma de escribir. Te felicito.

    Pol.

    25/05/16 03:05

  • Roque2014

    azelleb al átse zellicnes al ne, secid omoc laT.
    !sodulaS

    25/05/16 10:05

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