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La Muerte En Junio

Pocas cosas suelen llegar con tal certeza como el mes de junio lo hace.
La frescura de la pintura al óleo sobre la tela, bailoteaba en el viciado ambiente sorteando las pestilentes fragancias que emanaba el descompuesto cadáver que se dejo morir sobre aquel gélido mes de junio.
Los días transcurrían sin prisa, tan enteros, consumados, no se les escapaba un solo segundo, atroces en su perfección y mas atroces aun en su imperfecta delimitacion; se le hacia imposible saber cuando dejaría de ser junio y esto lo irritaba.
Latente aun entre la fetidez de la habitación, la frescura de la ultima pincelada que dio sobre el cuadro en mayo pasado, logro estremecerle las fosas nasales, y sintió, claro que lo sintió, un agudo y punzante dolor en su pecho que logro mortificar su despreciado cadáver, exhalo una queja tan leve que quien lo hubiese oído no le hubiera prestado atención, quería gritar, poder demostrar aquella desesperación, enfatizar con su garganta muerta todo lo que le dolía estar muerto, pero se le hacia dificultoso.
Aquel dolor y aquella punzada, comenzaban a recorrerle todo su cuerpo con la misma prisa que los días de junio paseaban sobre su incoherente existencia.
Pronto los dolores se encarnizarían sobre su inflado abdomen, mas pronto aun acabarían por desbastar los restos de su voz muerta, bajarían luego para masticarle serenamente la carne en descomposición de sus piernas y llegarían hasta sus pies rendidos, torturándolos hasta que fuera julio el nuevo mes.
El pasatiempo de un muerto es estar muerto, pero el sabia que solamente tenia que esperar la retirada de la infortuna que siempre le provoco el mes de junio, por lo que encontró rápidamente algo que hacer en su paso por la vida de cadáver.
Una, dos, treinta y más de cuarenta baldosas marmoladas, blancas y de tonos grisáceos tenia el piso de la habitación.
Las contaba una y otra vez, de formas matemáticamente distintas, contaba una fila vertical y luego otra horizontal y las multiplicaba, mas aun las contaba una por una esperando llegar al mismo resultado.
Cuando los cálculos paseaban por los rincones debía utilizar operaciones mas complejas como fracciones; cosa que evitaba hacer prometiéndose a si mismo que incluiría aquellos retazos de baldosas en el resultado cuando fuera entrante el mes de julio y pudiera acceder a algún elemento de calculo tangible.
Ya habiendo sumado todas las baldosas que podía comenzó por añadir a la suma las patas de los muebles que lo rodeaban, luego los cajones del escritorio, los inmundos olores que lo mantenían muerto y la cantidad de vidrios en la ventana de estilo francés que dejaba ver que todavía era junio del otro lado de la habitación.
Se sorprendió entonces, se sintió intimidado, olvido por completo aquel pasatiempo, deseoso de que fuera julio con mas fuerzas, mas aun que cuando soporto el principio de los dolores de muerto.
Desde hacia quien sabe cuantos días, una veintena de palomas lo observaban, plantadas, momificadas en pose y vista sobre la ventana estilo francés, no se perdían momento, cada instante de su muerte les pertenecía y se sintió humillado, ser observado en aquella condición; siempre se había peinado hasta antes de verse al espejo y ahora veían su cadáver descuidado.Quiso llorar de la impotencia, de la rabia que sentía por aquellas. Lógicamente no pudo.
Seguían viéndolo fijo. Con gran esfuerzo y dedicación como si hubiese podido empujar el solo una montaña unos vagos milímetros, consiguió torcer su cuello y cabeza hasta enfrentar su vista con el de aquellas curiosas palomas, y las desafió con la mirada, como queriendo ahuyentarlas, ejerciendo toda la presión que un cadáver puede ejercer con la mirada sobre la mente estupida de un puñado de palomas. No se irían.
Entonces su cadáver todavía pensante se estremeció cuando se hizo a la idea de que las idiotas, podían destrozar los cristales de la venta estilo francés, penetrar en la habitación antes de que fuera julio y picotearlo sin tregua hasta darle una muerte entera.
Así pasaron los días, entre miradas mutuas, desafiantes de un lado y atemorizadas del otro.El fresco olor de la pintura al óleo había sucumbido entre los pestilentes perfumes de su seco e inflado cadáver, las parvas de gusanos lo sacudían por el piso de un lado al otro dándole ritmo y vida a su cuerpo muerto.
De momento a otro, las inmóviles palomas, enloquecieron, frenéticamente y al unísono comenzaron a agitar sus plumas, gritaron todas juntas, se machacaban contra los vidrios, desesperadas, paranoicas y mas estupidas que nunca. Las pupilas se le dilataron, esperaba que de un momento a otro rompieran los vidrios y entraran para acabarlo al fin, comenzó a contar las baldosas de nuevo, con prisa, aceleradamente, pensó en el dolor, quería sentir aquella punzada recorriéndole el cuerpo de nuevo para olvidar las palomas en la ventana pero no podía.
De momento sintió una vitalidad inmensa, talvez a causa del temor, movió un dedo, movió otro, movió la mano, se puso boca arriba, volvió a torcer su cuello y cabeza hacia la ventana, las palomas ya no estaban, el aire y la brisa, la luz solar se veía distinta afuera.
Pocas cosas suelen irse con tal certeza como el mes de junio lo hace.
Se incorporo sobre sus rodillas, luego sobre sus pies, se quito la parva de gusanos que le cosquilleaban su todavía inflado abdomen, abrió la ventana y respiro asi, con gratitud los nuevos aires que venían con el mes de julio.
Juanmjuanm01 de noviembre de 2010

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