Se declararon amor eterno. Juraron que se amarían y respetarían toda la vida. Creyeron que la pasión jamás se agotaría, que siempre los mantendría unidos y, una vez en la trampa, el tiempo hizo todo lo demás. En ocasiones, el silencio soplaba del norte; otras veces la rutina horadaba, laboriosa, el occidente; la costumbre fue ganando terreno a los sueños del sur; y los días pasaban lentos, pesados, cargados de una lluvia negra que oscurecía aquella eternidad oriental. Avergonzados, ya no se miran a los ojos, han apagado sus voces y son incapaces de encontrar una salida digna a su triste paradoja.
Ya veo que no solo me has viciado a mí a estos relatos, sino que es como una enfermedad que se extiende. Bueno, no ha sonado muy bien, pero supongo que se entiende lo que quiero decir. Que me gusta mucho.
Saludos!