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Ardores de San Juan (microrrelato)

En la noche de San Juan me propuso lanzar a la hoguera todo lo malo, lo dañino, todo lo que ella consideraba tóxico y perjudicial. Me contó que el fuego devoraría aquello que nos impedía ser felices, que a partir de ese instante nuestra relación se elevaría por encima de las llamas y todo volvería a ser como antes.

Pero en ese momento divisé negras nubes en el horizonte, nubes que escondieron la luna y descargaron una lluvia copiosa, torrencial, renovadora, que apagó el ardor del fuego que ella reclamaba. No lo dudé ni un momento, la dejé allí plantada, eché a correr como un poseso y, saltando por encima de las débiles brasas de un amor mortecino, escapé lejos de todo lo que significara calor y apasionamiento. Estaba harto de cocinarme en mi propio jugo, necesitaba volver a sentir otra vez la sensación de libertad que proporciona el viento frío azotando mi rostro y la lluvia empapándome el corazón.

Hoy, muchos años después, sigo corriendo, rastreando la suavidad de la brisa fresca; en busca de esa humedad liberadora del aguacero impetuoso, repentino, vivificador.


Jucapega196324 de junio de 2016

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