Los rincones vacíos de la casa ya desmantelada no dejan de mirarme, me persiguen desde sus angulosos confines, me observan fijamente hasta hacerme sentir desnuda, vulnerable. De pronto, me echo a temblar incapaz de controlarme; mi cuerpo ha decidido bailar por su cuenta, sin música, sin permiso. Decenas de espasmos me sacuden hasta hacerme caer y quedar a su merced. Los veo acercarse, arrinconarme, me tapo los ojos con las manos intentando huir en la oscuridad; pero me rodean, me abrazan, me oprimen e intentan aplastarme. No siento nada..., me han derrotado, han logrado su objetivo y me someto a mis pesadillas una vez más.