"Los límites de la vida son misteriosos, insondables". Se lo escuché decir muchas veces a mi abuelo, un pájaro enjaulado pero de espíritu libre que había pasado más de la mitad de sus días en las prisiones franquistas; que enviudó al nacer su única hija y que jamás salió del terruño, porque viajaba a lomos del lejano horizonte descubriendo nuevos mundos cada madrugada. La luna y las estrellas siempre le acompañaron, como fieles amantes, confidentes en noches de delirio y sueños eternos, noches donde sus ojos brillaban con un fuego infinito, cósmico. Él sí que sabía de ausencia de límites y libertades.
Bella forma de contar un recuerdo entrañable. un saludo cordial.