Se quedaban discutiendo dónde pondrían el sofá, reñían por el número de sillas que deberían acompañar a la gran mesa de madera maciza del salón, calculaban el tamaño ideal de la televisión de plasma. El dormitorio, con vestidor, baño y una inmensa cama de agua, era incuestionable. Una cocina repleta de olores que lo impregnaban todo, les mantenía despiertos hasta altas horas de la madrugada. Y así, noche tras noche, sueño tras sueño, abrazados, espantando el frío con el aliento de sus bocas; analizaban con precisión cada elemento de una casa de ensueño desde la realidad de un triste paraíso con alma de cajero automático.
Jope, es que me acaban las ideas para decirte. Yo no sé qué más decirte, creo que ya te lo he dicho todo.
Con cada microrrelato, que me encantan, me... No sé, no sé cómo decirlo. Que me encantan se queda corto.
Una cruda realidad de un triste paraíso. Me fascinan tus microrrelatos, siempre con sorpresa final que ni puedo imaginar.
Prodigiosa tu imaginación, te felicito.
Un abrazo Juca.