Cuelgan de las cuerdas de la del quinto miles de horas perdidas frente al televisor, paseos adolescentes naufragados frente al mar, besos que ningún ladrón le pudo robar, proyectos que agonizaban al nacer. Cuelgan también de esas mismas cuerdas dos ojos negros, salvajes, felinos, que casi la matan de amor cuando era muy joven; y cuelgan&, como sábanas viejas que amarillean frente a la luz del día, los sueños arrugados de todas esas noches mirando la luna llena.
Esperando, sujeta sus anhelos a la intemperie con pinzas descoloridas, gastadas; y aguarda inútilmente la llegada de un tren que siempre viaja a ninguna parte.