Como la sombra sutil, derramada
sobre la tarde perlada de besos,
labios ardientes cometen excesos
a las orillas de nuestra almohada.
Manos hambrientas de piel inflamada
trenzan los velos que cubren traviesos
monte de Venus de amores impresos
con palpitantes susurros, mi amada
blanca la nieve en tu cara secuestro,
granas mejillas las puertas del cielo
por las que paso rindiendo a ti el alma.
En un suspiro que es tuyo y es nuestro
sea tu calma por meta mi anhelo,
sea tu cuerpo el confín de mi calma.
