Como empieza la tormenta
fue saliendo de mi boca
deslizándose süave
primero gota por gota.
Luego la queja del trueno
angustiosamente sorda
hizo vibrar mis pulmones
rugiente como las olas.
Al fin inundando todo,
con furia desoladora,
el diluvio de silencio
llenando la casa toda.
Estremecidas las nubes
lamentan tanta congoja,
se envuelven en negro manto
para prestarme sus sombras.
Hoy el silencio navego
queriendo a ti poner proa
para enjugarlo despacio,
mil caricias por esponja.