Me duele de piedra losa
que donde yaces te cubre
desde aquel lejano octubre
que en mi memoria reposa.
Tu nombre tocan mis ojos,
miran mis manos la herrumbre.
Flores hechas podredumbre
cubren mustias tus despojos.
Están tus cuencas vacías,
lagos azules antaño.
Luceros sin más engaño
que los guiños que me hacías.
Esos labios que yo amara
en frío mármol trocados
me hacen maldecir los hados
porque más no los besara.
¡Sea pues la cripta alcoba!
¡Sea la lápida tálamo!
Y bajo los tristes álamos
partiendo el alma se arroba.
Ha de existir el paraíso.
Lo creo solo por verte.
Cruzo el umbral de la muerte
aún sin de Dios permiso.
