Hojas marchitas que imploran
al viento su último vuelo
habrán de tener consuelo
al dejar la rama en que moran.
Mecidas caerán cual sombra
para yacer en el suelo
y una vez cumplido su anhelo
a tus plantas serán alfombra.
Ante tu belleza la nube asoma
gotas que renuncian al cielo
por poder rozar tu pelo
e impregnarse de su aroma.
Y así el otoño va llegando,
porque el verano en desvelo
se despoja de su velo
tu hermosura envidiando.
Y yo, querida mía, te contemplo.
Tus pies en las hojas, la lluvia en tu pelo,
el estío pasando, nubes en el cielo,
y tu divino rostro
de mi amor el templo.
Precioso, Juacatohi!
Vibra de amor tu poema, y llega.
Y bien estructurado y rimado.
Un poema redondo.
Un gran abrazo