¡Herido, envenenado y muerto
Por la de una víbora hincada!
¡Qué crueldad la de éste, mi sino incierto,
que no espera de mí sino tajada
y dejar mi corazón desierto,
vacío de roja mar condenada!
¡Qué desdicha! ¡Se lleva mi desvelo!
¡De mi aliento en tus besos el consuelo!
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