Deje de aparecerme en el pasado de las personas que estimaba y de repente, al caminar, volví a ser parte del presente mientras que con mis enseñanzas llenaba la brisa del incipiente amanecer.
En el alto del camino, mientras descansaba el cuerpo y el alma, aparecieron la ternura y la armonía en las facciones y entonces sentimos que en el corazón se hacían tangibles entre la pluma encontrada y el sonido de mis palabras.
Descendí entre las escobas, los zarzales y las plantas rastreras, poco a poco pasé a ser ese punto en la espesura mientras los cencerros y las esquilas entonaban otra canción en Los Regajuelos...
Luminosa mañana entre los piornos, las heridas en el arroyuelo, los becerrillos descarriados, las siluetas del Macizo Central y la pureza de los pensamientos bellos que nos hacen alcanzar por unos segundos la frescura de la verdadera felicidad...
Hola jvaquero. Precioso tu escrito y la sierra de Gredos, sin duda un sitio tan especial que aporta su granito de arena para encontrar esa verdadera felicidad.