Tuve todos mis canales sobrecargados. Una saturación sensorial que embozaba la razón. Malconocía, malsuponía y malsabía. Taponaba la percepción. Y me dibujé un interrogante bañado con decepción. No podía atender a la película.
Shhh. Ahora yo lo cayo. Yo lo paro. Yo lo quieto. Yo me prefoso a la soledad, aquella que les toca a los que se predisponen a atender. No se escucha nada más que el invite a que me hagas saberte. Están mis sentidos, mis ganas, mis canales y mis receptores en perfecta sintonía. Unidireccional. Con el claro objetivo, bajo el umbral de la pureza y la nitidez comunicativa, de serte grato espectador.