Mensajero 2
19 de julio de 2012
por kafkizoid1
La puerta de la posada se interpuso una vez más entre Ernesto y el fin de su jornada. Cerró los ojos y por tercera vez en la semana extendió su mano hacia el obstáculo. Cabizbajo cruzó el umbral. ¡Ah. calor, risas, música! Su alma de hombre duro clamaba por quietud. Deseó entonces su corazón ser por siempre fuego, carcajada, melodía. El aroma era de hojas secas de eucalipto, libro viejo y licor.
Se dirigió hacia el mesón para pedir. Lo acostumbrado. Una habitación para pasar la noche, la botella de whisky y un vaso. Los precios eran elevados, pero ese no era problema.
El cansado viajero se sentía tan a gusto como cada vez que cerraba una jornada: cada camino se sentía desembarazado de las responsabilidades que significaban atarse a personas y lugares, su familia solo era un origen lejano varado en las primeras huellas, en los primeros y lejanos caminos pasados; sus amigos eran milagros, estrellas que brillaban en el camino. Se bebió el vaso al seco. Contuvo la respiración. Luego exhalo carraspeado el hálito de licor. Se dispuso a escuchar entonces por un rato las conversaciones ajenas. A unas dos mesas, conversaba un par de hombres. Por el tono de la conversación, supuso que eran amigos. Ambos delgados, uno de cabello cano y ondulado, el otro calvo y narizón.
Hablaba el hombre de cabellera espesa y plateada. Su voz era profunda como la de un catedrático.
-La vida es acerca de los pequeños momentos, aquellos momentos que se cruzan en el día a día como aves cruzan el cielo. Hemos de ser capaces de admirar el valor de los detalles que con gracia se ocultan tras cada suceso en nuestras vidas. Sufrimos atrapados tras el peso de grandes colosos que son nuestras expectativas, buscando una belleza en la inmensidad de un árido desierto de mentiras y proyectos a largo plazo, cuando al mirar a nuestro alrededor podríamos encontrar pequeños universos, alegrías esperando a ser celebradas con una sonrisa.
El hombre calló. Salió de la espesura de su relato, incorporándose en un trago de cerveza al aquí, al ahora. Dirigió una húmeda y animada mirada a su interlocutor. La mirada bonachona de una ebriedad paciente. Una leve sonrisa, una expresión de melancolía.
El hombre de cabeza calva y nariz pronunciada que hasta hace un momento escuchaba, des entrelazó sus dedos y se pasó la mano por la cabeza. Una mano alargada, delgada. Exhaló un suspiro impaciente, similar a un bufido de decepción.
-La verdad, mi amigo, es que me molestan esos pequeños momentos que se esconden entre las cosas importantes de la vida. Me incomodan estos intersticios porque en ellos abundan ocultos los recuerdos más profundos, mis traumas infantiles, mis odios y desesperanzas, en fin, todos mis dolores. Son sitios ocultos bajo una bruma oscura, sitios lejanos que originaron el mal que hay en mí. Malditos intersticios, siempre plagados de sortilegios, me toman del pellejo y me lanzan al abismo, sitios recónditos y despiadados. Lo que realmente vale en la vida son las cosas que se construyen para ser grandes, como la semilla de un árbol, o las enormes estrellas quemándose en el cielo. Como nuestra amistad.
Ernesto escuchaba cabizbajo con los codos clavados en la barra.
-Y para ti mensajero, ¿que es más importante en la vida?
Ernesto se sonrió y dijo:
-Conversar es un placer que solo...
-las noches de sueño pueden superar - concluyó el hombre a su lado.
Dos viejos amigos se pusieron de pie y se abrazaron. Sonoras palmadas en la espalda, las gruesas carcajadas de dos hombres reencontrados por el destino resonaron en la posada.
Jaulas1150 lecturas, 3 comentarios
Circo828 lecturas, 0 comentarios
Me gusta , como va hilandose la madeja de la historia .
Un saludo