Alguna vez caminé por la ciudad pensando en el murmullo que toca la puerta de la imaginación, sólo palabras que llegan ahí, quien sabe por qué. Surgen de repente como la brisa en septiembre.
En ese momento, permanecí en una absurda confusión, y la ciudad asi mismo, se tornó caótica e inconstante.
Fue el día en que descubrí que el ruido en mi mente no me sirve, porque no se queda sólo ahí, traspasa la realidad y vuelve confuso todo lo externo.
Fragilidad del sentido.