Miraba la lejanía, perdida en sus pensamientos. Admiraba la belleza del cielo nocturno, plagado de estrellas, que brillantes, parecían burlarse de su soledad. Lentamente, con los ojos cerrados, comenzó a moverse, danzaba guiada por una suave melodía que le susurraba el viento. Dulce, serena, tranquilizadora. Le dejaba la mente en blanco, le llenaba de calma y paz haciéndole reír sin motivo. La luna parecía iluminarla tan solo a ella, como el foco principal de un escenario, este escenario que es el mundo. Imprevisible, cambiante, lleno de personajes desconocidos, algunos altruistas otros egoístas, hipócritas también desinteresados, independientes.... Lleno de colores y de vida, amor y odio; plagado de cosas imposibles y hermosas. Algunas morían, otras nacían mientras ella danzaba al son de esa dulce melodía. Alzó sus manos, apuntando al cielo y dio un pequeño salto. Sonrió, satisfecha. Se inclinó hasta rozar con sus dedos la hierba, fresca al tacto y cogió una flor que luego colocó en su pelo. El viento mecía las hojas de los árboles que parecían susurrar sentidas palabras a la noche oscura. El frío la envolvió en un abrazo haciéndole le estremecer. Devolviéndola a la realidad, paró en seco, la música cesó y la luna ya no la enfocó. Abrió sus ojos, cayó de rodillas, alzó la mirada al cielo pero no sonrió. Se rodeó el cuerpo con sus brazos para entrar el calor y se quedó allí, encogida, esperando que llegara el nuevo día. Deseando, con todo su corazón, que el mundo volviera a elegirla como protagonista.