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Texto Espontáneo 1

Érase una vez en un país muy lejano, un hada que carecía de poderes. Su nombre era Antonietta.
Lamentablemente, había desaprobado el curso de hada, porque su continua desatención en la escuela la había hecho reprobar.
Era la vergüenza de la familia, puesto que la suya era portadora de un gran prestigio como Hadas Madrinas y Hadas de los Dientes.
Desconsolada, buscó trabajo en el diario “Laúd”.
Sólo había puesto para hadas jóvenes, con buena figura y sin problemas mentales. Ella, sin trabajo, había engordado y casi no podía volar.
Entonces su corazón le sugirió la respuesta.
Iría a ver al Hada principal, Campanita, que vivía en un castillo que compró con las regalías de su película. Ella manejaba el Gremio de Hadas, Duendes y Gnomos, y la seguridad personal era su consigna. Grandes enanos protegían el jardín del castillo, y dentro del mismo habitaba un dragón que se comía a quien osase atravesar el malhadado patio. Además, en la verja había serpientes de piedra, que habían sido hechizadas y al tacto se podían convertir en reales.
Antonietta creyó que su causa era justa y tocó el portero eléctrico.
-Ya compramos galletas –le dijeron del otro lado.
-No señora Campanita –dijo Antonietta-. Soy un hada desocupada y necesito hablar con usted de mi situación.
-No nena, tomátelas. Estoy ocupada con mi curso de corte y confección. Si querés caridad, andá a cantarle a Gardel.
Antonietta sabía que llevaba las de perder. No tenía fortaleza física ni mental para encarar la situación. Decidió irse.
Se fue, cabizbaja, a los barrios de los suburbios.
Allí halló, en una vereda, a un joven inyectándose heroína en las venas.
-¿Qué haces? –le preguntó-. ¿Acaso no sabés que te estás matando lentamente?
El hombre se dio vuelta.
-¿Quién sos vos, acaso mi hada madrina?
-No, eso sería lo que más quisiera.
-Estás algo gorda para eso. No podrías elevarte ni tres centímetros del suelo ni saltando.
-Puede ser cierto –dijo Antonietta con un gesto de resignación y enojo-. Pero al menos me queda la esperanza. Y si sigo intentándolo, algún día calificaré para hada madrina.
-Escuchá, corazón –dijo el drogadicto-. Acá no vivimos en un cuento de hadas. Si sos una, te equivocaste de sitio. Acá hay delincuencia, desocupación, puteríos, drogas, poxirán, paco, vino Bordolino. Pero no Hadas ni Madrinas ni de otro tipo. Rajá de mi lado, y buscalo a Cormillot.
Antonietta se levantó ofuscada. En todos lados era rechazada, ese joven le cerró su corazón.
Y esa sería su lucha. Su mente se iluminó al instante. No podía tener acceso a trabajar con las otras hadas, pero lucharía por ayudar a quienes no tenían acceso a ellas.
Y así fue como, poco a poco, fue formando su grupo de trabajo, con las Hadas del Tercer Mundo y Barrios Carenciados. Ella se convirtió en líder y formó su sindicato, con hadas menospreciadas y venidas a menos por gordas, viejas o poco convencionales.
Un día Campanita la visitó en la casilla que vivía, en la villa 31.
-Te vengo a felicitar. Has logrado ser dirigente y a la vez amada por la gente. Las dos cosas no son fáciles de lograr al mismo tiempo. Quiero que me enseñes a lograrlo. El Gremio y mi conducción tambalean…
-De nada, Campanita. Pero hoy no puedo. Tenemos que ayudar a los pibes de la 1-11-14 a completar las tareas y a sus padres a buscar trabajo. Mi agenda está completa hasta… dentro de seis meses. Pedíle turno a mi secretaria.
Campanita la miró indignada.
-¿Por qué me haces esto? ¿Acaso por revanchismo inútil?
-No, Campanita. La presidenta de la Nación me verá dentro de cuatro meses. Todos somos iguales, bajo mi mirada. Así que si quieres verme, haz como todos: sacá turno y esperá.
Fue la última vez que se vieron.
Khas20 de noviembre de 2008

1 Comentarios

  • Khas

    He vuelto! Han terminado mis vacaciones en el Fin del Mundo, el mejor lugar de la Tierra!

    24/11/08 04:11

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