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El Ladron de Bancos 20 de febrero de 2011
por kikeelduende
Me levanté de la cama con un solo pensamiento: hace meses que no lo hago y esta noche me apetece, se está convirtiendo casi en una necesidad .
Hoy volveré a robar un banco, debe ser la décimo cuarta vez que lo haga, no lo haré muy tarde pero debo ser rápido, sin embargo actuaré sin prisas para que no sospechen.
El día transcurre tranquilo, desayuno, voy al trabajo que tanto detesto y por la tarde paseo, camino despacio por el lugar que esta noche me hará un poco mas feliz, de regreso a casa compro una botella de licor, me hará compañía.
Acabo de cenar, tengo el fregadero lleno de cacharros, ya se sabe, piso de soltero y el orden para que lo quiero, adivino sin querer que no se friegan solos y me río, de repente la lámpara, hija de trapecistas, que cuelga del techo también se ríe, se desnuda pero le da vergüenza y se apaga, mañana te cambiaré la bombilla, le digo.
A veces creo que no me conviene nada estar solo.
Me siento en mi querido sofá, cómplice de mis mas bajas pasiones de soledad, de mis caprichos, de mis lloros, pero aquí, señores y señoras, es donde planeo mis hermosos robos.
Ya son, me parece que catorce los bancos que he robado, cada vez me aportan mas placer, sensaciones diferentes, es sencillamente genial.
Cuando visito mi sótano y me quedo fijamente observando el botín, un flujo de aire nuevo recorre mi cuerpo, es entonces cuando me siento y me empapo de esa energía que me transmiten.
Ya es noche.
A través de la ventana lo adivino, no hace falta ser muy listo para saberlo, la oscuridad es total, hoy es el día tal, la luna se ha olvidado de aparecer, quizás lo haga mas tarde, a mi me da igual, cogeré mi furgón y en cinco minutos estaré allí.
Las calles están vacías, no es muy tarde pero es mi momento, por fin me siento dueño de la oscuridad, un orgasmo que está a punto de llenar mi cerebro de satisfacciones, una nueva historia.
Llego al lugar después de recorrer apenas tres kilómetros, me detengo, bajo del furgón y me acerco al banco, es precioso, un poco pequeño pero muy bonito, todavía me tomo el privilegio de sentarme en él, le hablo, es el banco mas hermoso de todo el parque, es verde y para mi sorpresa veo que no está anclado al suelo, trabajo fácil, pienso.
Se sube a mi furgón, yo le ayudo, creo que se viene contento.
Por el camino le cuento que estará a gusto con sus nuevos amigos, que siempre estará limpio, sin frío y sin lluvia, no me dice nada, supongo que si calla otorga.
Llego a casa, entro marcha atrás hacia la puerta del sótano, freno suavemente y me clavo en el paisaje, ya nada se mueve, apago el furgón y respiro, ya está hecho, me acomodo en el asiento del coche y enciendo un cigarrillo, pongo la radio muy bajita y me relajo.
Mientras fumo me viene a la mente ese tipo de anuncios que me dicen que el tabaco mata, que daña los espermatozoides o que provoca cáncer, parece que me pongo un poco nervioso solo de pensarlo y entonces enciendo otro cigarrillo para tranquilizarme, ahora estoy mejor, vuelvo a pensar en mi banco recién robado.
Me bajo y con suavidad saco el banco procurando no golpearlo, lo coloco entre sus colegas y hago las oportunas presentaciones.
Banco verde, te presento a tu derecha al banco rojo de hierro forjado, a la izquierda el pequeño amarillo de madera, detrás el combinado verde marrón de tablillas y hierro, al fondo el de doce patas blanco laca y así sucesivamente continúo mientras me enciendo otro cigarrillo sentado en mi nueva adquisición.
Todo comenzó cuando una noche, paseando por el parque, me senté muy cansado en uno de los bancos amarillos que rodeaban la fuente de la alameda, entonces todo me empezó a dar vueltas y experimenté al instante las mas asombrosas sensaciones, sentía como una madre daba el pecho a uno de sus pequeños, gocé del placer dormido de aquel vagabundo que minutos antes había estado descansando sobre el mismo banco, disfruté de la diversión que volvió locos a los niños que aquella tarde estuvieron gastando aquel banco convertido en barco pirata, lloré con las lágrimas de aquella mujer que aquí sentada, y con una flor sobre la rodilla, buscaba el porqué su novio la había abandonado.
Cada día buscaba bancos nuevos donde sentarme, vivía esos instantes la vida de otros y eso me gustaba, quizás tan solo porque me hacía especial o porque me daba la impresión de no estar tan solo.
Ahora disfruto del privilegio que me otorgan, cada mes elijo uno de ellos, y lo subo a mi salón, lo gozo y exprimo al máximo lo que me transmite, cuando me sacio elijo otro y así los voy rotando hasta que mi ser me pide otra sensación nueva, ahí es cuando decido robar otro banco, los quiero todos a mi disposición, en mi sótano, para mi placer.
Así me convertí en el ladrón de bancos, quizás ladrón de sentimientos, aunque no los robo, digamos que las personas se los dejan olvidados como quién olvida un libro en el banco amarillo frente a la alameda.














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