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El Lector de Coladas

Marta se sentó, estaba cansada, y eso que recién se había levantado, sus allegados y parasitarios compartidores de la vivienda ya se habían marchado, cada cual a sus quehaceres.
Quemaba tanto el café que decidió salir al jardín a tomar un poco el aire, el día se prestaba para ello, brillante sol y ligera brisa, se acordó de cuando su padre le había enseñado a adivinar la procedencia del viento con tan solo con mojar el índice y levantarlo para saber en que parte del dedo se notaba el fresquito, con una avergonzada sonrisa lo hizo, lo repitió una y otra vez hasta que el continuo introducir del dedo en su boca se había convertido en un acto agradablemente lascivo y ella misma lo convertía, con una divina expresión, en una acción sumamente erótica.
Su mente se distraía gozosamente hasta que se dio de bruces con un inesperado: - Hola, buenos días.
No, no esperen que les diga que un apuesto caballero, casi príncipe, se había presentado en su historia, no.
Hola, buenos días, le repitió aquel hombre, bajo, rellenito, de tez morena, barba puntiaguda, desaliñado, sombrero y maletín en mano, la verdad, el maletín parecía lo único.....digamos......a la vista, aceptable, y no es que ella se crea una señorita con clase, ni mucho menos, pero la imagen de este hombre hizo caer en el olvido la sensación oral placentera que ella estaba experimentando.
Hola, buenos días, le dijo por tercera vez.
Buenos días, le contestó con una sonrisa deformada y casi colgante mientras inclinaba su cabeza a la izquierda, cosa que también le había enseñado su padre ante cualquier duda circunstancial.
Me llamo Gervasio, brujo o aprendiz de brujo, leo el futuro y le reafirmo el presente, descubro su personalidad con tan solo observar su tendal, me encantaría que me llevara hasta él, ¿ tiene tendal ?¿ tiene en estos momentos ropa colgada ?
Sin dar tiempo ni a contestar el hombre seguía su charla.
Vengo del sur a estas tierras a hacer mejor historia, mis antepasados leían el futuro en los tendales que se armaban entre árboles junto a los ríos, mi padre también lo hizo, y mi abuelo, mi bisabuelo y yo, por supuesto, también lo hago, ¡ no ! no se preocupe que no le voy a cobrar, tan solo la voluntad de hacer llegar a mis bolsillos unos míseros euros para continuar mi camino, ¿ esta muy ocupada ? no le voy a robar mucho tiempo, permítame.
Sin palabras ella se echó a un lado cuando el hombre ya entraba en la casa con la seguridad de adivinar donde extendía ella la ropa, y como brujo que es, lo adivinó, en la parte trasera de la casa había un extenso jardín, casi si cabe, mas hermoso que el de delante.
Con su permiso, le dijo, cogió una silla y se sentó, siéntese usted también, y por favor no me interrumpa.
Ella levantó las pestañas intentando averiguar en que momento le había interrumpido, también se sentó.
Gervasio puso el maletín sobre las rodillas y con la mirada fija en ella lo abrió.
Tan solo tenía y sujetas con gomas, tres cosas: Un libro, una veleta y una pequeña calculadora, que a simple vista llevaba, como adosada, una brújula y un cronómetro.
Quitó la veleta de la cual colgaba un cable, conectó éste a la calculadora y con la mano izquierda la levantó, encendió la calculadora y esperó.
La veleta comenzó a girar suavemente hasta que se estabilizó, entonces puso en marcha el cronómetro, previamente por medio de la brújula había buscado el norte, no me preguntéis para qué, a los pocos segundo paró el crono, bajó la veleta y comenzó a hacer operaciones en la calculadora, ella con mucha paciencia encendió un cigarrillo.
Gervasio después de calcular la velocidad del viento, por lo menos eso le dijo, cogió el libro, buscó entre las páginas y le enseñó, - aquí está.
Rayas, flechas, dibujos, títulos y muy pocas letras, esquemas con prendas en distintas inclinaciones, variedades de telas, fotos de pantalones, bufandas, calcetines, bragas, sábanas, jerséis, calzoncillos, hasta cordones de zapatos.
Si me lo permite quisiera comenzar, echando un vistazo a su tendal y
como usted puede apreciar....Marta, me dijo que se llamaba, la prenda que usted colgó a la derecha es un pantalón vaquero, rígido, que a pesar del escaso viento se mueve con benevolencia, es curioso su forma de utilizar las pinzas para con él, lo sujeta por los puentes que acogerán el cinturón, estamos ante su miedo a que el entorno deforme su personalidad, no deja que nada ni nadie trastoque lo que rige sus principios, sin embargo indica un futuro bajo su mandato, aunque eso que hoy parece una rígida cualidad se ve dañada por el calzoncillo que cuelga a continuación, es rojo y denota pasión, fuerza, dominio, se mueve con rapidez como luchando contra el viento, no se debe nunca colgar un calzoncillo junto a un pantalón, es indiferente de quién sean las prendas, fuera del propio uso de ambos no deben estar juntos, es síntoma de lucha constante en la familia, lucha de poderes, ya digo aunque las dos prendas sean de su marido.
A continuación la gran familia, la sábana blanca que ondula lentamente, se vuelca a veces contra las demás prendas, indica la fuerza que debe existir en la unidad familiar, en este caso está bien colgada, cualquier sitio es bueno para las sábanas, transmiten tranquilidad sobre las prendas pequeñas, digamos que controlan el orden.
Los calcetines negros que miro a continuación me indican un destino muy oscuro, algo malo que está apunto de pasar, no pueden estar tendidos tan cerca del todo familiar, los calcetines son los únicos que han de alejarse de todo, siempre cuélguelos aparte, deje un espacio hasta la prenda mas próxima, nos indican el camino, ha de ser la última prenda también en ser colgada, lo mas alejados de las camisas y camisetas que definen el día a día, que ahí los tiene usted, todos juntos, se les ve contentos, parecen agarrados de la mano, están muy bien colgados y apenas se mueven, paz.
Veo que utiliza para colgar la ropa seis hileras de cuerda, quizás no puso la séptima por su religiosidad, su domingo obligatorio de descanso, no gasta todas las cuerdas si no tan solo va llenando desde la primera hasta que se le terminen las prendas, me indica su progresión correcto en el hacer de las cosas, el orden que me dice que nunca pone el carro delante de los bueyes.
Y por último las pinzas, todas de madera, tradicional y queriendo imponer siempre lo que para usted es lo mejor, lo de toda la vida, delata un poco su conservadurismo y cierta negación a lo moderno, al futuro.
Mirándole a los ojos, él le cogió la mano y con una delicada reverencia se la besó, se levantó y mirando al cielo le susurró: - Eso es todo y si usted lo desea, le agradecería la voluntad, mas no le he descrito mucho futuro si no la visión mas presente que su colada me ha descrito, ella lo ha querido así.
Marta con una sonrisa en los labios le contestó: - se lo diré pues a Carmencita, mi criada, la que me cuelga la ropa, la que me hace las camas y calienta la sopa, soy viuda, no vivo sola porque comparto la casa pero no tengo familia, estoy enferma, gravemente enferma, poco tiempo me queda, es mi ropa pero ella me la extiende,¿ A quién entonces ha leído las prendas, a ella o a mí? preguntó Marta.
Bueno quizás los presentes y destinos de ambas se hayan mezclado, le contestó él, su enfermedad la describe muy bien los calcetines negros, no quería asustarla por eso no le he dicho nada, y por cierto, le dijo extrañado, - ¿ y los calzoncillos ?
Bueno, le contestó ella, quizás los presentes y los destinos de ambas se hayan mezclado, serán del novio de Carmencita, supongo, y por cierto también, vuelva mañana cuando esté Carmencita a ver si entre sus presentes y mis destinos o sus destinos y mis presentes encontramos la voluntad que habemos de darle, y empujándolo levemente por las espalda lo acompañó a la puerta y sin más le dijo: Buenos días.
























Kikeelduende17 de febrero de 2011

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