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La Silla

Nació sentada en un viejo taller, entre los sueños de los maderos, entre viejos tablones que se dormían viendo pasar el tiempo y no queriendo despertar cualquier día en la hoguera. Uno de esos sueños, el del madero mas hermoso se cumplió.
Se convirtió, de la noche a la mañana, en una preciosa silla.
Muy pronto se vio mirando a la calle, sonriente, en el escaparate de aquel comercio de la quinta avenida, para apurar mas esta historia la vendieron enseguida.
Adornaba la salita de aquella casa, casi mansión, donde las orquídeas, siempre prepotentes, se reían de ella: - Ja ja ja, vaya silla, no tiene ni estilo ni personalidad, tampoco roza siquiera la elegancia, la verdad, no se que hace aquí con nosotras.
Probablemente el mayordomo de la casa pensaba lo mismo que las orquídeas, a la mañana siguiente cogió la silla y la vendió.
Supongo habrá escuchado nuestra conversación, decía una de las flores.
Se encontró días mas tarde en una pequeña habitación de una niña, también pequeña, María, ésta la usaba como depositador de ropa, cosa que a la madre no le gustaba nada, pero María hacía siempre lo que quería, por suerte poco tiempo estuvo allí.
Hacía mucho frío una mañana y la habitación se hizo mas grande cuando su padre agarró la silla y la metió en el coche, la silla temblaba, no solo de frío si no de miedo, temblaba ante su destino incierto, cansada de hacer y deshacer maletas imaginarias se durmió en el maletero.
María, esa tarde acompañaba en la carroza real a los pajes del mismísimo rey Gaspar, allí se subió vestida de rojo y oro, hermosa, el padre de María colocó con cuatro clavos la silla en la carroza, también la vistió de rojo y oro, con María sentada sonrió.
Ni los clavos le dolían y entre aplausos dos lágrimas cayeron de emoción, se sintió, parece ser, feliz.
Al regresar a casa, las dos cansadas, un dormitorio nuevo se encontraron que los reyes magos a María habían dejado, con su cama verde olivo, sus mesillas colorido y hasta banqueta, tocador y colgador, al fondo en la ventana una silla, también verde olivo, mas hermosa que nuestra silla que al instante quedó en el olvido.
Olvido era el cuarto trastero, así le llama su madre pues allí terminan, que les voy a contar yo, lo que por no usar......olvido.
Nuestra silla se arrastró sola hasta el olvido, se sentó y amiga de la oscuridad se quedó.
Cada noche María escuchaba un llanto sin saber de donde ni por qué, hasta cuando ni de quién, hasta que un nueve de octubre, por poner un día y un mes, la silla salió del olvido, atravesó a la pata coja el pasillo y se acercó a la ventana mas bonita de la casa, miró hacia abajo, se columpió y con los ojos cerrados, se lanzó.
El tendal del tercero le salvó la vida, allí vivía “ el artista loco del tercero “ como le llamaban, la cogió y sin preguntar de quién, la colgó de la mejor pared de la casa, frente a un espejo donde cada mañana se miraba, junto a otras obras de arte se peinaba.
Pero se integró, incluso dice que es feliz cuando habla con el colador plateado, con el palo mal barnizado que al parecer es un imitador sonoro de las lluvias torrenciales de la vieja India, con la luna blanca de escayola y con las cuatro plumas mal atadas con un cordel gastado.
Al siguiente invierno el loco la descolgó, con lágrimas en los ojos le dijo que encendería un fuego y así lo hizo, la acercó y con el corazón cerrado en la chimenea la metió, la silla entre tanto de todos se despidió y con el fuego entre patas y respaldo se murió.
Que historia mas triste, me dijo una pequeña cuando la leyó, cámbiale el final por favor, cámbiale el final, así no puede acabar, y sin que sirva de precedente, el final se cambió.
Al siguiente invierno, el loco la descolgó, con lágrimas en los ojos le dijo que encendería un fuego y con el corazón cerrado en la chimenea la metió, de pronto todo se transformó, el colador plateado de un salto se abalanzó, el loco cayó al suelo y muy asustado se quedó, el palo mal barnizado, que al parecer es un imitador sonoro de las lluvias torrenciales de la vieja India, de la pared se separó, se abrió en astillas y de pronto sobre el fuego llovió, la luna blanca de escayola a la silla rescató y las cuatro plumas mal atadas con un cordel gastado sus patitas limpió.
Se miraron al espejo y todo en un plis plan desapareció.
Al mundo de otras cosas la silla volvió, corrió por salones y de habitación en habitación, acompañó a la mejor mesa y así su vida continuó.
Como me dijo mi niña, la silla nunca se murió.












Kikeelduende03 de marzo de 2011

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