Salí precipitadamente de casa para bajar la basura.
Ya me había quedado a vivir sólo tras mi separación, por lo que no había nadie en casa.
Y fué entonces, con las bolsas de basura en la mano, cuando me dí cuenta de que me había olvidado las llaves dentro.
Un gran sopor invadió mi ser. Sudé copiosamente.
Entonces dejé las bolsas en el suelo y miré fijamente la cerradura.
Acto seguido decidí cerrar los ojos y concentrarme.
Volví a abrir los ojos en dos minutos.
Y allí estaba, en medio del salón de mi casa.
Debía ser un sueño. Me pellizqué. Pero no. Era real.
Había atravesado la puerta. Estaban las llaves puestas por dentro.
Entonces, tras mucha reflexión, tomé una drástica decisión: Cogí las llaves, abrí la puerta, así las bolsas de basura. Y me dirigí al contenedor.
Kiko, la verdad es que das en el clavo con tus historias tan reales, aunque parezcan absurdas, Tienes el don de hacer que me vea protagonista de esa histora. La basura, la bolsa a elegir cada día de la semana, unnida a dónde coño puse las llaves, me tiene loco y este texto es casi lo que pasa cada día, pero nadie tiene tu gracia.
Un abrazo amigo.
Carlos