TusTextos

La Canción

Ah, la plenitud de su felicidad en esta tierra se reduce a tan pocos momentos. Seguramente no necesitaría más que un escaso tiempo para poder elegirlos de entre todas sus experiencias vividas.
A los golpes comenzó su vida, y a los golpes aprendió a sobrellevarla. Como si se tratase de una averiada montaña rusa. Resultaba, aún resulta, muchas veces, verdaderamente desconcertante, mareador, vertiginoso. La presión sanguínea llega hasta el suelo, y a veces hasta el mismo corazón parecía pedir a gritos un suspiro, lamentando su cansancio entre sus lentas y forzosas palpitaciones. Era una vida llena de revueltas, trifulcas, caminos tortuosos y cerrados, oscuros, lúgubres y desesperanzadores... caminos que parecían no conducir a ninguna parte, o peor, llevar a cualquier parte. Sin embargo, pensaba que no había nada más terrible que su existencia, llevada a cuestas como un saco lleno de piedras, una cruz en su espalda.
Y ESE cambio vino tan vertiginosamente como todo lo que le sucedía. Tanto así, que le costó aún un poco de tiempo asimilar la idea. Era demasiado parecido a todo. Seguramente se esperanzaría, para luego dar con sus ilusiones por el suelo, como siempre le había sucedido. Se golpearía, sangraría. Se sentía en una época tan parecida a esas pequeñas moscas, atraídas por la belleza efímera de una luz mortal. Gracias a eso era que ahora llevaba esa máscara de simple frialdad y descontento. Desabrido, con tan poco gusto por la mera existencia como una noche sin estrellas. Ah, pero la luz esta vez era completamente distinta. Y no pudo evitar seguirla. No podía serle indiferente.
Como un vicio, que una vez que se prueba la primera vez, es un grito que se desgarra en tus venas, latiendo como un caballo desbocado, se volvió hambrienta de esa luz. Al principio con cierta timidez y disimulo. Pero luego se volvió algo casi imposible de controlar.
Cual incendio, el fuego de esa luz la consumió, esa parte de ella, derritiéndola, fundiéndola en una con esa paz, con ese candor azul y musical. En los comienzos de ese abrazo, de esa combustión de la tristeza, no sabía bien que hacer. Solamente sentía las lenguas de fuego correr por su sangre, en llama viva. Era una sensación extraña, en verdad. Como si naciera otra vez. O como si nunca hubiese nacido en realidad. Era algo completamente nuevo.
Tendría que comenzar a acostumbrarse a esta nueva canción.
Kili15 de mayo de 2010

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